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El fanatismo que perdura con los años

“Cuando era feriado, iba a todas las funciones”, recordó Alberto Trybus.

Alberto Trybus es un aficionado del cine que lleva la cuenta de la cantidad de películas que vio durante sus 87 años de vida. Cuatro cuadernos registran un total de 5292 producciones visualizadas. En una charla con Bien!,de Entre Ríos el entrevistado relató los cambios que presenció en el séptimo arte.

 

NATALIA STRACK / [email protected]

 

Hay hobbies que se perciben de pequeño y se conservan con el paso del tiempo. Alberto Trybus es un cinéfilo que tiene la particularidad de tener anotadas la mayoría de las películas que vio durante 87 años. A su vez, detalla dónde las vio, el precio de la entrada y con qué acompañante; aunque nunca le molestó concurrir solitariamente, actividad que continúa realizando en la actualidad. Al finalizar cada año, realiza un balance para contabilizar la cantidad de películas vistas.

El cine siempre ha estado presente en los momentos más importantes de su vida: cumpleaños, luna de miel, vacaciones en Mar del Plata. A los 10 años, un incendio en su casa le quemó los registros que llevaba. Actualmente posee cuatro cuadernos y un total de 5292 anotaciones.

“Mis padres eran polacos. Papá era veterano de la Primera Guerra Mundial y cuando tenía 20 emigró a Argentina. Pasó por distintas provincias y, finalmente, lo enviaron a Salta”. No obstante, el día en que iba a nacer Alberto, la crecida de un río le imposibilitó a su madre llegar al hospital salteño, por lo que nació en Ledesma de Jujuy. Posteriormente se mudaron a Mendoza, donde el cinéfilo vivió desde los cinco hasta los 21 años.

“Hubo días en los que veía seis películas. Los cines en Mendoza empezaban a las 2 de la tarde y terminaban a la medianoche. En ese lapso daban tres funciones: matiné, familiar y nocturna. La última era más costosa”. Y agregó: “Cuando era feriado, iba a todas las funciones”. Solana era un señor que pertenecía al diario Los Andes y vendía las entradas a menor precio: “Le pedía a mi mamá que me guardara las monedas y gritaba que tenía cambio, en ese momento valían 70 centavos”.

Su hermano 10 años mayor le consiguió un trabajo en la capital entrerriana en 1957: “Me gustó tanto Paraná, aprovechaba a salir a caminar. Vivía entre las calles Cervantes y Tucumán”. En esta ciudad, que lo acogió como si fuese un nativo, conoció a “la petisa”, apodo con el que nombraba a Martha, con quien se casó en 1962 y tuvo una hija, Claudia.

Alberto tiene anotadas las 5292 películas que miró. Fotos: Juliana Faggi.

Presenciar la evolución del cine

Alberto recordó que su interés por este arte comenzó a los 14 años, cuando miraban en la escuela las producciones que tenían como protagonista a Charles Chaplin: “Eran cortas, nos cobraban 20 centavos y veíamos películas durante dos horas”. En su adolescencia también le gustaba ver a personajes como Pepe Iglesias, El Zorro o las primeras de Luis Sandrini. “Antes eran mudas. A los 15 años ya había visto alrededor de 300 películas”, afirmó.

Un momento clave en la historia del cine fue la creación de Cinerama. Alberto fue a ver La Conquista del Oeste, en el Teatro Casino, en Buenos Aires. “Era un sistema que se grababa con tres máquinas a la vez y la pantalla tenía más o menos 40 metros de pared a pared. Salía medio cóncava. Era espectacular, una maravilla. Anteriormente estaba el Cinemascope, cuya pantalla era de 30 metros, aproximadamente”, explicó.

También recordó la época del autocine, en la que se debía tener auto y radio porque solo se proyectaba la imagen e indicaban el dial por el que se transmitía el sonido. Según recordó el entrevistado, había azafatas que pasaban a vender alimentos y en Paraná comenzaron mostrando una de Al Pacino.

Fueron varios los cines que marcaron la historia paranaense, tales como el Ópera o el Rex. Alberto rememoró que la costumbre de los pochoclos es relativamente novedosa y que antes compraban caramelos para las funciones. También existía el intervalo, que consistía en una pausa en el medio de la película porque estas duraban, mínimamente, 90 minutos: “La gente aprovechaba a comprar, ir al baño y los hombres salían al hall a fumar”, detalló. También hizo hincapié en la llegada del 3D: “Vi Museo de Cera, en Mendoza, en 1955. Los anteojos eran de papel cartón”.

El cine formó parte de los momentos más importantes de su vida.

Compartir la pasión

Para un aficionado del cine es fundamental encontrar al acompañante indicado que entienda el sentimiento por el séptimo arte. Junto a Martha, conseguían entrar gratuitamente al Cine Círculo, cuyas butacas eran de madera.

Había épocas en las que el frío invernal les congelaba los pies, por lo que a Alberto se le ocurrió calentar ladrillos y envolverlos: “Cuando llegamos le dije que ponga los pies encima. Nos duró las dos películas, así que lo continuamos haciendo”. Finalmente, el cine cerró temporalmente tras la innovación de los videoclubes, en los que se podía alquilar películas. El entrevistado, fiel a su pasión, acudía al que se encontraba a una cuadra de su casa y, quien atendía, le guardaba los estrenos.

Alberto es un cinéfilo que conserva en sus cuatro cuadernos y en su memoria las diferentes escenas de todas aquellas películas que cautivaron su atención y su corazón. Como espectador fue adquiriendo conocimientos minuciosos de la materia tras vivenciar en primera persona los cambios que este arte fue atravesando. Como conclusión, afirmó que la película que más le gustó fue El Padrino y que sus favoritas son aquellas que “tienen argumento y son creíbles”.

“Cuando era feriado, iba a todas las funciones”, recordó Alberto Trybus.

“Hubo días en los que veía seis películas”

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