jueves , 26 diciembre 2024
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El folklore, a sala llena en la Biblioteca Provincial

Un público atento y numeroso colmó el espacio que la Biblioteca Provincial dispuso para la continuidad de un ciclo que esta vez tuvo como protagonista al investigador Emilio Pedro Portorrico, especialista en temas vinculados a la música de raíz folklórica. El encuentro se completó con las actuaciones de la cantante Lidia Cerro y la pianista Silvia Teijeira.

 

Natalia Strack

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El segundo encuentro del ciclo “La biblioteca en letra y música” se desarrolló a sala llena. Un público interesado siguió con atención la entrevista que Victoria Scheurmann le realizó a Emilio Pedro Portorrico, autor de los libros “Eso que llamamos folklore- Una historia social de la música popular argentina de raíz folklórica” y “Diccionario biográfico de la música argentina de raíz folklórica”.

La palabra se integró de manera excepcional con la música, a cargo de Lidia Cerro y Silvia Teijeira.

Portorrico es oriundo de Florida, partido de Vicente López, provincia de Buenos Aires. Es periodista, investigador e impulsor de la música popular argentina de raíz folklórica.

Colaboró en el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, editado en España. Recientemente se editó por tercera vez el Diccionario biográfico de la música argentina de raíz folklórica; cuya nueva versión fue corregida, actualizada y aumentada, en formato digital. Asimismo, creó, musicalizó y condujo los programas radiales: “Desayuno Americano”, “De nadie y de todos”, y “Eso que llamamos folklore”.

Por su parte, Victoria Scheurmann fue la seleccionada para llevar a cabo la entrevista. Es locutora, columnista, comunicadora social, productora, realizadora integral, actriz y docente concordiense.

Se ha desempeñado en los formatos radial, televisivo y en la conducción de eventos. Hace diez años conduce “La Huella”, los días sábados en Lt15, en el que se difunde la música folklórica argentina.

La música invitada fue la paranaense Lidia Cerro, quien canta desde los siete años, es bailarina de danzas tradicionales y toca la guitarra. La artista continúa sus estudios musicales y se desempeña como docente. Con la sonrisa marcada en su rostro y con movimientos sutiles, transmite la pasión que siente por este género musical a través de su instrumento y la dulzura de su voz.

Pasadas las 20, la pianista Silvia Teijeira, en su rol de organizadora expresó: “Es para nosotros una gran ilusión que esté la sala llena, compartir un momento con nuestra cultura y nuestra ciudad”. Luego fue el turno de la entrevista, matizada con intervenciones musicales de Cerro y Teijera.

–¿Qué te lleva a hacer semejante diccionario? ¿Cómo organizaste la investigación, la recopilación de datos?

–Fundamentalmente la curiosidad y el gusto me llevaron, cuando era chico, a escuchar la radio de los años 50’. En mi adolescencia fue el boom del folklore, cuando solo sonaba la guitarra, las televisiones, las radios a pleno con el folklore tradicional argentino.

Más grande, por razones profesionales, me conecté con la radio y me enamoré. Era la época en la que a estas radios se las denominaba “truchas”. Hoy, son las que sostienen la música nacional.

Atahualpa Yupanqui decía que “uno sabe que llegó a la Argentina porque prende la radio y escucha cualquier cosa menos música argentina”. En 1992, con motivo de los 500 años de la llegada de Colón a América, el Ministerio de Cultura de España decidió hacer un Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, y me incluyeron para terminar ese trabajo.

Eso me dio pie para pensar en crear un diccionario de la música tradicional argentina de raíz folklórica. Debo decir que el folklore es algo mucho más abarcativo que la música, por eso después escribí “Eso que llamamos folklore”. La curiosidad me llevó a investigar porque quería conocer la historia.

–Realmente fue mucho el tiempo que trabajaste para publicar las dos primeras ediciones, las cuales fueron en formato libro. Ahora ya llegó la tercera con la particularidad de ser digital: ¿Cuántos años te llevó?

–Toda una vida. Ya en mi adolescencia los discos me traían información, sabía de los compositores, de los músicos. Eso quedó en mi memoria y luego lo sistematicé.

–Está dedicado a Jorge Marziali, Eleodoro Villada Bustamante, y Eduardo “Negrín” Andrade: ¿Qué significaron ellos en tu vida?

–Estas investigaciones me llevaron a conocer a personas maravillosas de la música argentina. No puedo decir que fueron mis amigos, pero sí que me honraron con su amistad. Les dediqué la última edición. También debo nombrar a alguien muy querido que es el “Zurdo” Martínez, a quien no puedo mencionar sin emocionarme.

Portorrico, entrevistado por la concordiense Scheurmann.

PRESENCIAS

En ese momento, Lidia Cerro mencionó que estaban presentes la esposa y la hija de Miguel Martínez. La primera se acercó a Emilio Pedro y se conectaron en un abrazo que emocionó a los asistentes, quienes acompañaron con el aplauso, y colmó de lágrimas los ojos del autor.

La música también recordó un día en el que concurrió a la casa del “Zurdo” y este le dijo: “Vos tenés que tocar y cantar”. Y comenzó a entonar una pieza folklórica con su guitarra. La entrevista prosiguió.

– En los libros nos contás acerca de los principios de esa música popular de raíz folklórica, cuándo vino el chamamé, el acordeón y la guitarra. ¿Cómo era nuestra música en el siglo XIX?

–Trato de hacer una línea de tiempo porque hubo diversas cuestiones alrededor del fenómeno de esta música que, hasta un momento, eran regionales. Mi misión es obligatoriamente desde Buenos Aires, nuestro país tiene esa estructura macrocefálica.

A la ciudad llegaron las primeras expresiones musicales a comienzos del siglo XX. Debí empezar con los registros y los primitivos datan de finales del siglo XIX, que eran los primeros payadores. Agregué todo lo que estuvo alrededor de la música, que fue la creación de la radiofonía que fue una innovación argentina. En la década del 30’ se expandieron a todo el país. Hubo un conocimiento más general porque tenía un mayor alcance.

–¿Qué labor tenían los Estados? Recordemos que en la década del 50’ fue el boom de la radio.

–Exactamente. Pero el boom no sucedió de un día para el otro. El gobierno peronista fue precursor, pero también distintas entidades barriales y gremiales que, con el Estado de Bienestar, tuvieron sus propias peñas. El folklore empezó a formar parte de la vida cotidiana de todos los estratos sociales.

–Las hermanas Vera Molina, ¿qué tienen que ver con toda esta investigación ya que las menciona, reiteradamente, en sus libros?

–Ellas eran tucumanas, pero hicieron su carrera musical vinculadas al folklore cuyano. Cuando falleció una de ellas, su hija me donó una caja con recortes periodísticos y demás documentación. Muchas de las fotos impresas en los libros vienen de esa fuente.

En mis programas me sorprendía porque en las entrevistas me contaban que los músicos tocaban folklore en espacios de diversión, como las confiterías. ¿Cómo puede ser que un género así estuviera presente? Era porque había una ley del gobierno peronista que exigía que en todo elenco artístico de más de tres personas, había que tener un porcentaje de música tradicional argentina.

LAS RAÍCES DEL ROCK.

Con la sensibilidad propia de su interpretación, Silvia Teijeira se acercó a su teclado, a un costado de Victoria y Emilio Pedro, y cautivó tanto a los protagonistas como al público presente a tocar “Milonga del puestero” de Ricardo “Cary” Pico.

–¿El rock nacional tiene raíces folklóricas?

–No diría raíz, pero sí que muchos intérpretes comenzaron con la música de folklore argentino. Miguel Abuelo, líder de los Abuelos de la Nada; era un enamorado de cantar folklore. Su compañero de muchos años recuerda que se encerraba en su cuarto a tocar.

–La revista Folklore fue una gran fuente para escribir los libros?

–Es precisamente la parábola perfecta de lo que fue el boom, porque nació a las sombras de este, y terminó con el fin del boom. Fueron 20 años exactos. El primer ejemplar salió en 1961 como suplemento de una revista denominada Tanguera. El editor santafesino se dio cuenta de que la revista debía salir de manera independiente y se editaba cada 15 días. Terminó saliendo cada dos meses. En esa revista escribió Atahualpa Yupanqui, era integral porque trataba las artesanías, las pinturas, la gastronomía. Terminó dando avisos de discográficas y festivales. Al final tuvo cancioneros donde la gente podía encontrar los tonos de la guitarra y las letras de las canciones del momento.

EL PÚBLICO.

Finalmente, Lidia volvió a entonar una canción y se entregaron unos presentes a los protagonistas, quienes agradecieron por la escucha atenta de todo el público asistente.

Este estaba caracterizado por la diversidad generacional, la concurrencia de alumnos de colegios nocturnos, autoridades de la biblioteca, organizadores y espectadores en general.

También invitaron a la próxima edición de “La biblioteca en letra y música” que tendrá fecha el 9 de junio a las 20 en la Biblioteca Provincial. Una vez más, la literatura, la charla y la música se unieron en un encuentro excepcional que remarca las raíces argentinas.

Un público fervoroso se hizo presente en la biblioteca. Fotos Melina Londero.

 

Las peñas

–Usted en los libros menciona la cantidad de peñas y lugares para bailar que había en Buenos Aires.

–Previamente, luego de la crisis del 29/30, mucha gente de la provincia se radicó en las afueras de Buenos Aires en busca de fuentes de trabajo. Necesitaban llevar su cultura y ahí estaba su música. Empezaron a crear las que después se llamaron peñas.

En 1955, con el fin del Estado de Bienestar, esto se quebró. Tengo la teoría de que, hasta ahí, la población participaba más. Recuerdo que cuando yo tenía 12 años, en la radio cantaba Julio Musimessi, que era el arquero de Boca pero también chamamecero. Y entonaba canciones dedicadas al equipo de fútbol en la década del 60’.

–Recuerdo que cuando yo iba a la escuela nos hacían bailar música nativa, cantar canciones folklóricas. ¿Cuándo se borró de las escuelas, en qué golpe de estado?

–Todavía en mi escuela secundaria nos hacían comprar un librito y la misma editorial hacía el Cancionero Escolar Argentino con canciones patrias, marchas. Una maestra nos hizo cantar El Gato Correntino. En 1966 se terminó con las radios públicas, empezó la producción musical a través de empresas. Esto deriva en el DJ, que cobra por pasar música. Se privatizaron muchas radios en la década del 60’.

El recuerdo del Zurdo Martínez y Carnota

–Ahora sí, contame del Zurdo Martínez.

–Ya no recuerdo cómo lo conocí, pero en una ocasión me invitó a su casa para un encuentro paranasero; me quedé en el cuarto del fondo, donde dormía su hijo. A eso me lo llevo a la tumba. Estuve en esa casa con Aníbal Sampayo, con Ramón Ayala, Fandermole, el Negro Aguirre, María Silva, Carlos Pino, Claudio Monterrío, Luis Bertolotti, Natalia Perez y Polo Martí. Era un seleccionado. Todo esto con un coro y fueron unos días maravillosos. Luego el Zurdo vino a cantar a Buenos Aires y se hospedó en mi casa. Con él podíamos discutir y quedar amigos, me marcó por ser un tipo consecuente con sus ideas, que no lo torcía ningún viento.

–¿Qué pasó con Raúl Carnota?

–Con él no fuimos amigos, sino que tuvimos un acercamiento. Nos respetábamos como personas. Una noche cenamos los tres, con Marziali, con quien sí tuve una relación más cercana. Eran personas que me honraron con su amistad y sentí mucho sus pérdidas, por eso les dediqué mi trabajo. Bustamante había sido el guitarrista de Alfredo Zitarrosa, un gran músico que terminó tocando en los subterráneos.

 

 

 

 

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