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Primera promoción del Curso Piloto para Agentes Femeninos

Las jóvenes veinteañeras fueron seleccionadas entre 200 postulantes. Fotos: Juliana Faggi.

Claudia Alvarez, Silvina Góngora, Iris Schneider y Nélida Romero, formaron parte de las 30 suboficiales que cambiaron la historia de la ciudad, llevando la presencia femenina a las calles. Si bien ya existían mujeres en el rubro, fueron quienes inauguraron el curso en el regreso de la democracia.

 

NATALIA STRACK / [email protected]

 

Han pasado 32 años del Primer Curso Piloto para Agentes Femeninos en Paraná. De 200 postulantes, solo se incorporaron 30, entre las que se encontraban Claudia Alvarez, Silvina Góngora, Iris Schneider y Nélida Romero. Las ex suboficiales que aún mantienen el mismo compañerismo que en 1991, recordaron con emoción sus años en el oficio y compartieron preciadas anécdotas en diálogo con Bien!.

Según lo relatado por las entrevistadas, no todas las que ingresaron al curso tenían en claro que ser policía era su vocación. Claudia comentó que “estaba estudiando psicopedagogía cuando me citaron para rendir el ingreso. Ya sabíamos que íbamos a ser destinadas a la Comisaría de Minoridad de la Mujer”. También Iris detalló: “Soy oriunda de Bóvril, allá todos los que fracasaban en otras carreras, terminaban siendo policías. Entré por necesidad laboral, ya tenía una hija de tres años y, en la instrucción, empecé a querer la profesión”.

Silvina fue la excepción, quien aclaró que ingresó a los 20 años, siendo Técnica Superior en Administración de Empresas: “Me gustaba la policía, tenía unos parientes adentro de la Fuerza, era mi vocación, mi forma de ser.  Una nace con ese respeto. Es el compromiso de la gente. Muchas veces nos queríamos dar de baja del curso porque nos gritaban, sentíamos que no aguantábamos, pero era para formar nuestro carácter”.

Luego de 32 años conservan el compañerismo del primer día.

El curso formativo

Nelly era una joven de 22 años en 1991: “En ese momento estaba estudiando Enfermería. En la policía sabías el horario en el que entrabas, pero no en el que salías. Fui criada por un Comisario General así que tengo la disciplina desde mi casa”. Durante seis meses las ingresantes debían reunirse en la Departamental para que el colectivo 111 las trasladara al Complejo del Túnel. Allí aprendían diversas materias como Derechos Humanos y Primeros Auxilios, y permanecían de 7 a 20 horas.

Las cuatro coincidieron en que el entrenamiento era estricto: “Nos decían que un día íbamos a estar en la cancha, nos iban a escupir y no podíamos sacar la pistola. Varias veces, en la calle, nos pegaron. Eso sucede mucho en las manifestaciones. Pero yo resalto la parte humana porque siempre nos trataron bien, nunca fue necesario degradarnos como mujeres para que seamos el grupo que somos, gente buena, trabajadora”, resaltó Silvina.

En una ocasión las llevaron a Las Piedras y, a modo de práctica, les arrojaron gas lacrimógeno al colectivo en el que concurrían. En la desesperación por bajarse, una compañera quedó trabada en la ventanilla. Iris explicó que “la idea era que nosotras toleráramos, debíamos experimentar lo que significaba”.

Silvina agregó que “había chicas que llegaban tarde o se le desacomodaba la ropa, y a nosotras nos bailaban”, término que significa una instrucción de castigo. Recordaron que vestían los uniformes del Ejército, cuyos talles eran de varones.

Con respecto a la vestimenta, Nelly recordó que usaban pollera y tacos: “Hacíamos recorridos nocturnos vestidas así, solo teníamos medio cancán para el invierno. Luego pasamos a usar pantalón”. Iris también mencionó que “tenían un capote muy pesado, terminábamos contacturadas”.

El momento más esperado

El 9 de julio fue el primer desfile de mujeres en la ciudad. “Éramos novedad, entonces la gente acompañaba”, recordaron las cuatro y coincidieron en que era un sueño hecho realidad. “Nos bailaban porque una de las chicas, que era despistada, se equivocaba. A la tarde comprábamos pastelitos a escondidas y, cuando nos encontraban, nos volvían a bailar. Nosotras ya nos reíamos”, agregaron.

La emoción se engrandecía por la presencia de los familiares de las nuevas policías. Claudia rememoró la figura de su papá, Aurelio Domingo Alvarez, quien “era policía de alma. Lustraba los borcegos, vestía impecable. Si veía a un oficial en la calle que estaba con el celular, se acercaba y le daba lecciones; estaba orgulloso de que sus tres hijos siguieran sus pasos. Era de los de antes, que ya no se ven fácilmente”.

Le feminidad en el oficio

Ya en el curso fueron formadas por cuatro suboficiales: Alicia Jacob, Elsa Ceballos, Blanca Hernández y Sandra Robirosa. “Eran muy humanas, muy madres”, destacó Nelly. “Siempre se nos respetó. Estaba muy marcada la vía jerárquica para llegar a los mayores cargos, pero éramos escuchadas”, añadió Iris.

Silvina recordó sus años trabajando en Minoridad: “Algunos chicos preferían estar allí que en la calle. Les hacía torta de manzana. Me parecía fuerte sacarlos de sus casas. Hubo una época de muchos abusos, escuchar que las madres no podían actuar porque eran violentadas”.

Las cuatro se encuentran, actualmente, retiradas de la policía. “Me fui con la última jerarquía y trabajé en diferentes lugares, estoy muy agradecida porque me dio la oportunidad de criar a mi hija y de ser quien soy”, afirmó Iris. Claudia se formó en Grafología, Nelly estuvo a cargo de relevantes operativos vinculados al tráfico de drogas y Silvina continúa colaborando ad honorem en el Círculo de Retirados porque “el policía no se jubila, se retira”.

“Siempre nos trataron bien, nunca fue necesario degradarnos como mujeres para que seamos el grupo que somos, gente buena, trabajadora”.

“Muchas veces nos queríamos dar de baja del curso porque nos gritaban, sentíamos que no aguantábamos, pero era para formar nuestro carácter”.

 

 

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