martes , 3 diciembre 2024
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Bien!

Qué hay para ver: Todos son reyes

Cuando la desigualdad es el plato fuerte y los márgenes se vuelven cada vez más anchos un simple ingrediente irrenunciable puede modificar el curso de la historia. En este relato, Delicioso es el bocadillo que revela el colmo de la hipocresía, concentra propiedades transformadoras y sazona con emancipación en una serie de sucesos inesperados.

Victoria Elizalde / [email protected]

 

 

Costumbre, comodidad funcional, molde. Se vuelven tronos que se resquebrajan con los movimientos imperceptibles de los tiempos de cambio. Se esté preparado o no, esos suelen ser ineludibles y formatean todo a su paso.

Tal es la historia de Delicieux – Delicioso-, una película donde las cosas simples revisten una contundencia esclarecedora, liberadora, desafiante y acogedora al mismo tiempo. Ambientada en la campiña francesa del S. XVIII, al borde de la Revolución, describe un panorama signado por extremas polaridades socio – económicas que pensadores y activistas de la época denunciaron sin tapujos; con poderes económicos en ascenso y una monarquía absolutista (cada día más banal y trillada) en declive. Se vislumbra en el firmamento la incipiente chance de construir el propio destino más allá de los privilegios de cuna.

Receta para coronar el propio destino

Manceron (Grégory Gadebois) es cocinero en casa del Duque de Chamfort (Benjamin Lavernhe) quien, frente a sus comensales, alardea de representar una ascendencia que se adjudica la maestría del chef en cuestión y se regodea en cierto prestigio por ofrecer una elevada cocina a sus invitados (un signo de distinción). Tras años sirviendo a la familia del duque, Mancerón aspira a ser cocinero en París, (las grandes ligas) y de su desempeño ajustado a las indicaciones de la nobleza dependerá ese salto. Sólo debe seguir un imperativo: no salirse de lo estipulado, no innovar ni arriesgar en el menú. Pero el día clave Mancerón ofrece un plato final sin informarlo previamente y llega al banquete para provocar alabanzas al principio, ira y desprecio después, al revelar que el bocadillo consiste en masa, papas y setas. La confesión disgusta y activa la fuerza tradicionalista y moral de la época que marca que aquello que se cultiva bajo tierra no es digno de la nobleza. Mancerón se niega a disculparse por su creación y queda sin empleo y sin hogar. Esa misma noche emprende viaje con su hijo Benjamín (Lorenzo Lefebvre) -un jóven idealista lector, ilustrado, ansioso de cambio- hacia su hogar de la infancia que ahora es una casa vacía y saqueada después de la muerte de su padre… casi como empezar de cero. Allí un cazador sin techo (Patrick Chesnais) y afín a la damajuana, la irrupción de una aprendiz (Isabelle Carré) -una mujer de dudosa procedencia- y el ímpetu revuelto de su hijo mostrarán al cocinero el valor de su saber compartido y las posibilidades de la voluntad comunitaria abriendo las puertas a nuevas sociabilidades, nuevas posibilidades de elección y la democratización de los sabores. La mirada alentadora del otro enciende las potencias de la creatividad al servicio de relaciones humanas dignificantes.

La cocina del sentido

Además del convite histórico, esta realización deleita por su composición fotográfica. El trabajo de luces y cámaras (más vestuario, sonido, escenografía y locaciones) produce una sensación inmersiva en el espíritu de época. Fotografía y dirección se inspiran en las estéticas emergentes de ese entonces y testifican el clima histórico de disconformidad generalizada. Al mismo tiempo revelan la naturaleza cotidiana y social de lo político que desborda en lo culinario, lo pictórico y lo doméstico. Por doquier se encuentran guiños y exquisitas referencias a la pintura de Jean Chardin al retratar una atmósfera de lo hogareño en colores tenues y personajes (siluetas, objetos) bañados por haces de luz. En varias oportunidades sorprenden tomas cual óleo sobre lienzo, hipnóticas, delicadamente compuestas, pero con la crudeza propia de la naturaleza muerta. A esta vertiente pictórica -disidente del cánon de su época- se suma otro acontecimiento que evidencia que el mundo está cambiando: los hermanos Montgolfier crean el primer globo aerostático y no solo el periódico lo plasma en imagen sino que Mancerón lo inmortaliza con descreimiento provocador devenido en vaticinio de su propia ventura: “El día en que los hombres vuelen, los cocineros serán reyes”.

 

Convite

Largometraje de domingo por la tarde, de desarrollo pausado, sin prisa pero con giros constantes, con algunos tiempos ociosos que la composición de lo visual negocia muy bien y un cuento al que nada le falta sobre el nacimiento del primer restaurante de la historia. Allí todos los comensales – de la casta y los lares que lleguen – son duques y todos son reyes por igual.

 

FICHA TÉCNICA:

Género: Ficción histórica / Comedia Dramática

Director: Eric Besnard

Año: 2021

País: Francia

Duración: 112 min

 

Óleo, vajilla y obturador.

La pintura de Jean Simeón Chardin (1699-1779) representa un corrimiento de la tendencia francesa del S XVII -propia de la corte, lo suntuoso, heroico, rococó- para sustentarse en la poesía de los pequeños acontecimientos cotidianos en colores tenues y luces entre fuertes y difusas, de atmósferas íntimas y afables. Él no viajó a roma ni se formó en la academia -como era habitual. De impronta autodidacta agenció sus propios maestros. Algunas de sus obras fueron las elegidas por Eric Besnard -el director de “Delicieux”- para su tratamiento estético: “La mesa de la cocina”, “La sopera de plata”, “El niño de la peonza”.

Besnard también recupera en su obra la brecha entre los que podían degustar por ser conocedores del buen gusto -la aristocracia- y los que no -los marginados a pan y sopa en un salón comunitario-; la incursión de la mujer en la cocina -que en esa época se reservaba para los hombres solamente- y el hambre de libertad, igualdad y fraternidad de aquellas nuevas generaciones. Esto se encuentra con el relato del primer restaurante nacido de la liberación de los cocineros de la corte (ante el exilio y exterminio de sus patrones) y del deseo de restaurar el estómago tanto de los viajantes como de quien quisiera acercarse a degustar un menú completo y variado a elección -anteriormente reservado sólo para las cúpulas.

 

“…las cosas simples revisten una contundencia esclarecedora, liberadora, desafiante y acogedora al mismo tiempo”

 

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