La convivencia en continuum desata cambios inesperados. Snowpiercer propulsa un ensayo de supervivencia humana y entraña a la vez fuertes relaciones de poder, vulnerabilidad y esplendor. Un viaje entre lo impronunciable, aparentemente imperceptible, salvajismo y gibré
Navegamos por océanos de incertidumbre a través de archipiélagos de certeza. Lo subrayó un entrañable periodista y profesor parafraseando a Edgar Morin. Esa es una manera de encontrarse en el mundo y el tema es qué se puede hacer con ello, qué prevalece. La serie televisiva Snowpiercer (2020) dispone un viaje en bucle infinito durante una era de hielo con velocidades disparejas, duda, crimen, desasosiego, excentricidades, y una esperanza obstinada como contrarrespuesta.
ESTACIÓN CABECERA
Un diapasón vibra a 440 Hz al impactar el piso metálico del último vagón, corolario de una escena devastadora donde el arte como impulso de comunicación humanizante sucumbe ante la desesperanza -esta vez. El causante es el agobio por un despiadado sometimiento a manos de poderosos de la codicia.
En un futuro distópico, siete años después del caos mundial desatado por un experimento climático fallido, la tierra vuelve a una era glacial. Sólo logran sobrevivir quienes abordan un tren-arca construido para salvaguardar la vida de las condiciones letales del exterior. La locomotora propulsa 1001 vagones en un recorrido urgidamente incesante alrededor del mundo en 133 días, una y otra vez, sin indicios de prosperidad.
El sistema ferroviario de avanzada es obra de un “visionario”, el empresario Joseph Willford, quien toma las decisiones a bordo sobre el gobierno y la división del ocio, el trabajo, la educación. La población se distingue por un sector de privilegios (pasajeros que pudieron asegurarse boletos en primera clase), un sector de trabajadores con habilidades para cubrir las necesidades de los pasajeros pudientes -y el funcionamiento perpetuo del tren- (segunda y tercera clase) y aquellos que sin ser seleccionados abordan a la fuerza los vagones finales a costas de una supervivencia sin libertades ni posibilidad alguna de ver el sol. Estos últimos reciben un trato inhumano y son constantemente utilizados (y del mismo modo descartados) para cubrir faltantes en el resto de los engranajes del sistema cuando hace falta. Este grupo reúne fuerzas e intentos incansables para tratar alcanzar un ejercicio del poder que produzca equidad entre las condiciones de vida (en algunos casos) o que invierta la balanza a su favor (en otros), en un trayecto hacia quién sabe dónde o qué.
DISEÑO DE PRODUCCIÓN Y CIRCULACIÓN
Rodada en República Checa, esta serie televisiva de Warner estrenó su primera temporada en Estados Unidos a pocos meses de desatarse la pandemia por Covid19 (fortuita paradoja del confinamiento), ya iniciado el ASPO en muchos países. Tres temporadas (con diez capítulos de 50 minutos promedio cada una) fueron emitidas hasta el 2022 por TNT y están disponibles en Netflix. Su desarrollo produjo reacciones varias y se desdobló en cuatro temporadas de las cuales sólo tres se estrenaron ya que al cabo de la tercera, la fusión Warner – Discovery la dejó entre otros varios proyectos cesantes. Para simpatía de los fans, Tomorrow Studios adquirió los derechos sobre la franquicia para lanzar la cuarta temporada.
METÁFORAS SOBRE LAS SOCIEDADES
La vida sobre el tren es una alegoría de las sociedades humanas totalitarias en contextos extremos y el germen revolucionario que en ellas resiste pero no sólo en cuanto a organización política y social sino también en las relaciones afectivas, en lo micro de cada día. Convergen cuestionamientos a idealismos, ejercicios desmedidos de poder y nociones de amor en un amplio abanico. Resulta una propuesta que mixtura estéticas y lógicas heterogéneas con planteamientos sobre los proyectos de sociedad, los gobiernos demagógicos y totalitarios, el propósito del arte y del entretenimiento, las guerras de clases, la injusticia social, políticas de supervivencia y lo imprevisible de las transformaciones subjetivas.
SUBRAYADOS
Lo destacable de la realización reside en la historia de base y los personajes principales que se complejizan con el correr de los episodios. Las actuaciones van desarrollando aspectos y rasgos que al inicio habrían sido inaceptables e inverosímiles y ofrecen en cambio reacciones o pensamientos que dejan ver ciertas tensiones interiores y sus resultantes en momentos límite. Otro punto fuerte es la combinación creativa de escenarios disímiles que producen una atmósfera difusa (como pasa con cualquier confinamiento donde la realidad pierde asidero) combinando belleza estética y maleable entre crudeza, rusticidad y glamour. El trabajo de composición e iluminación es muy sugerente. Lo mismo pasa con el sonido y el rol de la música. En el tratamiento de la serie cabe destacar (pero no de modo aislado) el trabajo semántico de los capítulos 5 y 8 de la primera temporada, 4 y 7 de la segunda y los séptimo y octavo de la tercera.
Quedan muchas apreciaciones fuera del recorte pero ya lo contado emplaza, entre el océano de incertidumbres y las islas de certezas, ciertos límites y consecuencias de una ciencia carente de transversalidad simbólica, aquella que se deslinda de la conciencia histórica y la sensibilidad social por perseguir un afán de poder sin preguntarse las consecuencias del para qué. Cada navegante opta, refuerza algunas rutas o intenta proponer otras nuevas.
FICHA TÉCNICA
Género: Drama suspenso distópico post apocalíptico · Policial · Steampunk · Luchas de clases
Desarrollo y producción ejecutiva: Josh Friedman y Graeme Manson · Bong Joon-ho
Reparto: Jennifer Connelly · Daveed Diggs · Mickey Sumner · Alison Wright · Sean Bean
Año: 2020 – 2022
Duración: 3 temporadas · 50 minutos/episodio
