Cine Bavio, libro de Claudio Cañete publicado por la Editorial Municipal de Paraná, se presentó ayer en el Espacio Rosa y Dorada. El trabajo, con material inédito, es un aporte a un espacio cultural de la ciudad casi olvidado. Concebido con una estructura `coral´ basada en testimonios, deja líneas de análisis futuros y “no pretende cerrar la historia sino motivar a que aparezcan nuevos datos y testimonios”, dijo el autor a EL DIARIO.
El Cine Bavio es uno de los espacios culturales de la ciudad de los cuales casi no existen registros de su historia.
Ubicado en la intersección de calles Bavio y Courreges, abrió sus puertas en 1946, en una zona de la ciudad que por entonces conjugaba la dinámica del centro de la ciudad con el movimiento del Mercado Central La Paz. A ello se contrastaba el clima tranquilo de un barrio pintoresco de casas de familia.
El lugar fue un punto convocante de una gran barriada de la zona Oeste de la capital entrerriana. Inauguró como un emprendimiento privado, pero en su última etapa fue de gestión municipal.
Los testimonios lo recuerdan como “el cine de las películas de Gardel”. Su fundador fue Manuel Guiter, un cinéfilo, amante del séptimo arte y difusor del mismo. Y al nombre de la sala se lo impuso el propio vecindario, por votación, durante unos bailes organizados entre abril y mayo de 1946.
Poder recuperar la historia de este espacio barrial casi olvidado implicó para Claudio Cañete -apasionado por recuperar historias de la ciudad- el armado de un singular rompecabezas que implicó reunir, como piezas dispersas, relatos de vecinos del barrio, tarjetas y recuerdos como tickets de funciones, negativos de fotos inéditas.
De esta tarea nació Cine Bavio. Una historia paranaense con mística de barrio, trabajo publicado por la Editorial Municipal de Paraná que se presentó ayer en el Espacio Rosa y Dorada, en la costanera. Se trata de un libro que “dialoga con la búsqueda de memoria que se lleva adelante desde Almacén de los 33, ubicado en esa misma esquina”.
El volumen contiene material inédito que fue reunido pacientemente por Cañete, en una pesquisa que lo llevó a recuperar información que de otro modo se hubiese perdido. De este modo concreta una nueva contribución que realiza al rescate de la historia de Paraná.
“La historia de este libro comienza en uno de los cursos que coordino en el Departamento de la Mediana y Tercera Edad de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER”, relata el periodista y docente que escribió el texto en el transcurso de tres años, entre 2020 y 2022.
PACIENTE PESQUISA. La historia de este espacio que abrió sus puertas por impulso de “el gordo” Guiter, se funde con otra entidad deportiva de referencia para la zona: el Club Recreativo. El lugar fue el mismo donde luego funcionó la sede del Sportivo Bavio que posteriormente se trasladó a otro terreno próximo y entonces ocupó el cine.
“Al principio todo era misterio, más allá de los testimonios orales de las personas que conocieron el lugar. No había registro sobre fecha de apertura, ni fotos, las únicas certezas eran que la gente solía decirme la ubicación y que era un cine de barrio, más bien humilde, al cual se le conocía como el de las películas de Gardel. Entre los testimonios, el único que contaba algo sobre horarios, exhibiciones, temas era Adolfo Golz, que siempre lo mencionaba. Y siempre comentaba anécdotas”, cuenta Cañete que inició la redacción del trabajo hace ya algunos años, tras concluir con un trabajo anterior que tituló “Fotogramas”, sobre la historia de los cines en Paraná.
“Al terminar Fotogramas tenía esa asignatura pendiente. Ya en un libro anterior que había escrito sobre los cines de la ciudad me encontré con que éste era sobre el cual menos información había”, señala el periodista.
En aquel momento el Cine Bavio estaba situado en barrio La alcantarilla, un ámbito periférico a pesar de estar a pocas cuadras del centro, poblado por obreros, empleados del Mercado Central, operarios de una fábrica de cerveza y changarines.
En suma, recuerda el autor, “un barrio de obreros, de gente trabajadora que luego, en un sector al cual por el bajo había paso al Barrio San Agustín, cruzando las vías y el arroyo”.
El proceso se consolidó “trabajando la historia de los cines con el grupo de personas que asisten al curso Paraná: patrimonio, cultura, memoria y legado que realizó en el Departamento de la Mediana y Tercera Edad de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER”, explicó el docente a EL DIARIO. “Allí comenzamos a hacer un trabajo sobre qué cosas recordaban de esos espacios y surgió el testimonio de Laura Badano, esposa del Dr. Jorge Campos, quien recordó que el fundador había sido Manuel Guiter. Ella conocía a una nieta del fundador, Cecilia Guiter”.
Finalmente Cañete pudo concretar una cita con la nieta de Guiter, pero no pudo avanzar demasiado. “Fue un momento de duda, porque me recibió muy amablemente, pero me dijo que no tenía nada de recuerdo de lo que había sido esa historia”. Por el contrario, “pensó que en mi libro podría encontrar algo de información”.
De todos modos, a través de ese contacto pudo conectarse con Miguel Guiter, hijo de Manuel, y por lo tanto tío de Cecilia, que reside actualmente en Fortaleza, al norte de Brasil.
Miguel Guiter es artista plástico, cultor del arte de la filigrana y luego de una comunicación con la sobrina que le adelantó que se conectarían desde Paraná se entusiasmó.
“Tenía ganas de contar la historia y fue hermoso porque de algún modo él es el registro viviente de esa parte que faltaba contar de un barrio de Paraná”, expresa Cañete.
HISTORIA VIVA. A través del testimonio de Miguel Guiter, el autor dio con “la historia viviente del cine” y “a través de WhastApp comencé a hacerlo hablar, a que me contara cosas”.
Durante la escuela secundaria, Miguel era cuidador del cine, su padre le había dado ese rol cuando abrió el lugar, en mayo de 1946.
Él estaba allí cuando no había actividad y su testimonio es clave para conocer cómo era el cine por dentro, algo de lo que hasta ese momento Cañete no tenía precisiones. La sala tenía 300 sillas -no butacas-. También narró las peripecias por las que pasaba. Se proyectaban los títulos que se podía, ya que “al ser un cine tan humilde estaba por fuera de los circuitos de distribución”.
Las películas de Gardel, que se repetían cada tanto en el programa, eran un modo de poder seguir adelante, ya que en cada función la gente concurría en multitud; los vecinos del barrio colmaban la sala. Y eso generaba las ganancias necesarias para sostener el espacio en funcionamiento.
Fruto de un trabajo muy minucioso, el libro contiene imágenes y documentación inédita, que aporta para narrar la historia de un barrio de la ciudad. Foto: Juliana Faggi / EL DIARIO
PERFIL BARRIAL Y UNA INCÓGNITA. El Bavio era un cine de barrio, autogestivo. Y tenía todo lo que ofrecían las demás salas de la época. Días con funciones con descuentos dedicados al cine nacional; otros a la mujer. Y la matiné continuada.
En este punto, el investigador de la historia de la ciudad acepta que “es difícil llegar a tener precisiones de la sala por la falta de documentación. No hay una foto del frente del cine con todos los detalles”.
Allí aparece una incógnita. Había tres entradas, algunos testimonios dicen que por calle Bavio, otros por Courreges. Pero la investigación generó que el autor obtuviese un nuevo elemento que aporta una foto -que es la imagen de portada del libro- “que hace pensar que el ingreso era por la esquina, donde había una cantina”.
“El bar oficiaba de cantina y hall del cine, y en el fondo hacia uno de los costados estaba la puerta que daba ingreso a la sala”, describe Cañete.
LA ETAPA FINAL. A mitad de la década del 60, después de 20 años de actividad el Cine Bavio se cerró sin motivo ni fecha precisa.
Lo recabado por el autor del libro permite establecer que tras haber sido inicialmente un emprendimiento privado, creado por Manuel Guiter, pasó a ser de propiedad municipal y a funcionar dentro de la órbita del Consejo General de Educación (CGE), debido a que el Teatro 3 de Febrero y el cine Bavio habían sido incorporado al programa de cinematografía escolar.
“Se empleaban las películas como un recurso pedagógico. De ese modo se usaba la sala para que los estudiantes de escuelas cercanas pudiesen ver distintas producciones”, añade el escritor que, una vez más, se topó con la falta de archivos para corroborar datos. “En el municipio, como archivo de esta experiencia no hay nada. Solo encontré una referencia en un boletín del CGE de la década del 50 que indica que el cine pasa a ser de gestión municipal, en 1952, y que en 1955 se traspasó al CGE”.
Con esos datos, el investigador se dirigió al archivo de la provincia y a los diarios y allí halló “algunas carteleras, como cartelera del cine Bavio junto con los otros cines”.
Para el periodista, “en torno al cine Bavio y del barrio que lo circundó hay mucho para contar; detrás de esa historia hay procesos sociales que merecen contarse que hacen a su identidad, el origen de su expansión en el siglo veinte”.
Porque en definitiva, “el Bavio además de un cine, fue un lugar en el que pulsó la vida cultural de una comunidad”.
El león embalsamado, Gardel y Evita
La vecindad que circundó al Cine Bavio fue un espacio con historias que permanecen en la memoria popular.
Una de ellas permite establecer que es de esa zona, más precisamente de un predio ubicado en Montevideo y Courreges, procede el león que está embalsamado en el Museo Serrano. El animal murió de viejo en uno de los carromatos de los circos que por entonces venían a Paraná y se instalaban en Montevideo y Courreges. Este hecho se reconstruyó con los aportes de Juan Carlos Bertolini y Juan Manuel Alfaro.
Otra historia menciona que Gardel conoció el barrio del cine que luego sería reconocido por los vecinos por proyectar sus películas. En la segunda visita de Gardel a Paraná, la leyenda urbana cuenta que al recorrer burdeles conoció el Barrio.
En la tercera historia, el cine y Eva Duarte se vinculan por un yerro garrafal; un error tipográfico en anuncio de la proyección de un documental realizado por el Gobierno, que se publicó en el diario oficialista El Libertador, el 11 de septiembre de 1952.
“La proyección del documental homenaje Evita Inmortal que tenía que exhibirse por disposición del gobierno -contó Cañete a EL DIARIO-. Por un error de tipeo, se publicó que en el cine Bavio se proyectaría el film Evita Inmoral, lo cual provocó que al día siguiente todos los periodistas de El Libertador fueran detenidos y encarcelados durante 24 horas. Ese facsímil forma parte de la edición del libro y fue proporcionado al autor por Adolfo Golz.
Personaje fuera de serie
Nacido en Paraná, Manuel Guiter, fundador del cine, fue un personaje fuera de serie. Era cinéfilo, por eso le interesó impulsar el cine en el 3 de febrero, espíritu Bohemio.
Pero el cine que estaba en la esquina de Bavio y Courreges, fue un emprendimiento que concretó con el apoyo del Club Sportivo Bavio, que era un club de fútbol del barrio
Como cinéfilo Guiter tenía contacto con distribuidoras y consiguió, a consignación, películas -viejas para exhibir- y también el proyector.
El cine pudo inaugurarse gracias a la colecta que se concretaron con una serie de bailes populares en los fines de semana del 27 de abril al 5 de mayo de 1946, que se realizaron en la sede del club Sportivo Bavio, entidad que, al abrir sus puertas la sala se trasladó a otro predio cercano.
En esos bailes, destaca Cañete, se hizo votación para que el barrio le ponga nombre al cine y ganó el nombre “Bavio”. Aunque resultó una obviedad, lo cierto es que es el único cine de la ciudad que fue nominado por el voto popular, destaca el autor del libro.
Guiter era martillero público, pero puede decirse que era un emprendedor; fue productor y promotor de obras de teatro y de funciones de circo en el barrio. Era columnista de la sección Judiciales de los diarios La Acción y EL DIARIO.
Junto a Mimí Santángelo, que era funcionaria de cultura municipal, Guiter impulsó las proyecciones de cine en el teatro 3 de Febrero, con una cartelera regular, e hizo que se incorporara como una sala más al circuito de la ciudad en un momento en que Paraná funcionaban entre ocho y diez cines.
Narración coral
A través de sus 57 páginas, el trabajo avanza en el rescate de la identidad e historia y la narración se sostiene en una estructura coral basada en testimonios.
“Lo que trabajé como hilo conductor de la narración es la crónica coral. Fui armando la historia con todas las voces que encontré, aún cuando fueran contradictorias”, contó Cañete a EL DIARIO.
En las páginas aparecen los recuerdos, en primera persona, de Laura Badano, Jorge Campos, Carlos Garay, y Mimí Santángelo, entre otros. Y de un referente y memorioso de la historia del barrio, Adolfo Argentino Golz, ya fallecido.
A la vez el libro deja líneas de análisis futuros. “No pretende cerrar la historia”, señala el autor. Y agrega “ojalá a partir de la difusión del tema aparezca alguna foto del cine o de alguna función, que pueda existir en alguna colección familiar. Sería muy bueno porque permitiría agregar piezas a la historia”.