Hace 134 años, una noticia causó conmoción: habían asesinado a Ricardo López Jordán, mientras caminaba por Buenos Aires. Fue uno de los dirigentes más caracterizados y discutidos de la historia provincial, asociado a acciones de rebeldía federal contra el poder del Puerto. Con su muerte, se transformó en leyenda “un resabio del pasado heroico y turbulento”
El 22 de junio de 1889, al promediar el día, mientras paseaba por la calle Esmeralda de la Capital Federal, tal vez yendo a visitar a su amigo Dámaso Salvatierra, el caudillo entrerriano Ricardo López Jordán cayó asesinado de un balazo de pistola en la cabeza.
El homicidio sorprendió a propios y ajenos. En su sepelio numerosos oradores hicieron uso de la palabra. El jurista y político Osvaldo Magnasco (1864-1920), comentando el trágico episodio, dijo que él era el “fin, casi literario diríamos, sino fuera insolente, de una existencia que llena toda una época provincial y que representa, en la esfera más amplia de la Nación, algo así como el fin de una tradición y de un sistema fatal, pero inherente siempre a los períodos de formación”.
El asesino resultó ser Aurelio Casas, hijo de un sargento mayor llamado Zenón Casas, que declaró haber procedido en acto de venganza por atribuir a la víctima la responsabilidad personal del degüello de su padre, en el departamento Colón, durante la revolución de 1873, mientras arreaba unas vacas para venderlas en Buenos Aires. Dice el historiador Aníbal S. Vásquez que esta versión de ser exacta no sería lógica, porque pareciera poco probable que “ardiendo Entre Ríos por sus cuatro costados, agitado y convulsionado al punto que la Nación envió tantos soldados como a la guerra del Paraguay, todo un sargento mayor del gobierno, estuviera entregado, ajeno a la hecatombe, a pacíficas transacciones ganaderas.”
La anterior es una interpretación del autor, pero lo cierto es que ni bien López Jordán fue amnistiado por el presidente Juárez Celman (estaba exiliado en Montevideo tras ser condenado por sus levantamientos entre 1870 y 1876) Aurelio Casas solicitó al Juez del Crimen “sin pérdida de tiempo se expidan la órdenes para que el asesino de su padre sea reducido a prisión, a fin de que se juzgue y reciba la pena a que es acreedor por los innumerables crímenes que con lujo de exceso cometió”. Sin dudas un pedido extemporáneo y plagado de improperios. Finalmente dice que no pide “el banquillo para López Jordán. Que viva el miserable asesino y ladrón, pero allá, fuera de las fronteras de mi patria (…)”.
Y agrega: “Reitero mi pedido a V.S. Que expida órdenes para ser reducido a prisión, sin más trámites, el asesino de mi padre, el tres veces rebelde, el degollador Ricardo López Jordán y su digno secuaz, el indio Martín, ejecutor de mi padre (…)”, con lo cual no queda claro a quién acusa del asesinato, si a López Jordán o a Martín.
Como era de presumir el juez no hace lugar al pedido de prisión de un amnistiado por la ley Nº 2.310 promulgada por el presidente de la Nación que anulaba todos los delitos por los cuales fue condenado y declaraba prescriptas las acusaciones de Dolores Costa de Urquiza por el asesinato de su esposo Justo José de Urquiza. Movido por el deseo de venganza Casas terminó pasando a la acción y ejecutando su “sentencia” por mano propia ese 22 de junio con una pistola Lafouchez, de fuego central, de dos cañones y de calibre 12, de la cual salieron los dos tiros.
López Jordán llegó a Paraná a principios de 1889 para entrevistarse con el gobernador Clemente Basavilbaso, y posteriormente a Concepción del Uruguay, requerido por familiares, amigos y correligionarios
Retorno a la querencia
Tras su regreso al país López Jordán se había radicado en Buenos Aires, pero previamente retornó a Entre Ríos para realizar una gira donde recibió el afecto de la población. Llegó a Paraná a principios de 1889 para entrevistarse con el gobernador Clemente Basavilbaso, y posteriormente a Concepción del Uruguay, requerido por familiares, amigos y correligionarios. Viajó en tren el 6 de febrero de 1889 en la línea recientemente inaugurada. Allí fue recibido jubilosamente por una nutrida comitiva, y pronunció el discurso de recepción el Dr. Mariano Martínez, según refiere el periódico Uruguay del 9 de febrero de 1889.
Días después la Comisión Ejecutiva del Club de Recepción entregó al general López Jordán tres medallas, una de oro, otra de plata y la última de cobre, que llevan en el reverso el lema: “Las Señoras de la Concepción del Uruguay y al General Don Ricardo López Jordán” y en el anverso la imagen de su busto y el lema: “Al patriotismo, al hombre humanitario, al valor”. En la nota que acompañaba a las medallas se lee: “Al depositar en manos del Señor General esta expresión de aprecio y de justicia, nos cabe la satisfacción de saludarlo con protestas de nuestra consideración y estima.” Firman la misma Mariano Martínez, M. Álvarez, Félix E. Martínez, Benito Pándelos, Isaías A. Olivera, Juan B. Martín, Juan Rallo, Juan Melian, Juan Lasarte, Teófilo Ungarria, Federico Provenza, Gregorio Barrera Vega, Andrés Masramón e Isaías Olivera.
También interesa conocer los nombres de las señoras que “costearon las medallas” para comprender un poco más del espíritu de una época: Clementina de Canderbert, Rosa C. de López, María de Tahier, María de Chabananau Levri, Cándida N. de Painceryra, Petrona N. de López, Teodora L. de Salvatierra, Dolores C. de Céspedes, Dolores C. de Ruiz Moreno, Petrona P. de Panelo, Carmen P. de Gilbert, Rafaela Calventos, Manuela Calventos, María Calventos, Domitila Calventos, Luisa S. de Casanova, Ana de González, Francisca G. de Doca, Isabel G. de Martínez, Virginia C. de Misson, Alfonsina N. de Calvo, Indalecia C. de Sagastume, Francisca de Echayde, María de Reys, Eustaquia G. de Díaz. La documentación citada se encuentra en el archivo del Museo Histórico Martiniano Leguizamón, de Paraná.
Traslado de los restos de López Jordán
El 21 de junio de 1989 el gobierno de Entre Ríos, en un operativo de reivindicación histórica, dispuso el traslado de los restos López Jordán desde el cementerio de La Recoleta a Paraná, depositados provisoriamente en el panteón de la familia Pérez Colman. También se declaró 1989 como el Año Jordaniano, en recordación del centenario de su asesinato.
El 21 de noviembre de 1994, los restos fueron nuevamente reubicados en un mausoleo erigido en la plaza Enrique Carbó, obra de Néstor Medrano donde se encuentran actualmente. “Durante el acto (…) – describe una crónica periodística – efectivos del Ejército, la Fuerza Aérea, Prefectura naval Argentina, Gendarmería Nacional, Policía Federal y Policía de Entre Ríos depositaron la urna (cubierta con la bandera nacional) con los restos del general Ricardo López Jordán en el interior del monumento especialmente erigido (…)”.
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– Fondo López Jordán disponible en la Biblioteca del Museo Histórico Martiniano Leguizamón, de Paraná.