martes , 29 octubre 2024
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Comunidad del Búho: un modo de aprender a pensar

En la escuela Alberdi se ejercita el pensamiento filosófico desde las inquietudes de cada estudiante.
Un grupo de docentes y estudiantes de la escuela Alberdi desarrolló una habilidad no muy frecuente en nuestros días: reflexionar sobre lo que les ocurre, preguntarse por lo que hacen y lo que deberían ser, intentando argumentar y esforzándose por respetar la postura del otro. Este ejercicio de la filosofía enriquece a quienes participan y no se desarrolla desde los libros y los autores sino desde las inquietudes de quienes participan de él.

Jóvenes de entre 14 y 18 años y sus docentes de la Escuela Alberdi, integran lo que se llama la Comunidad del Búho, un grupo que comparte el interés por desarrollar el pensamiento filosófico desde la realidad de cada cual y sus más concretos intereses. Con ese título se bautizó el libro que compila unos 30 ensayos en los que los chicos y chicas desarrollan y se cuestionan sobre una diversidad de temas como la relación con la tecnología, las nuevas formas de esclavitud, la discriminación, el suicidio, el neoliberalismo, entre otros tantos.

El volumen en cuestión fue presentado en sociedad en el marco de las Jornadas de Filosofía que tuvieron lugar en la sede de la institución educativa de Oro Verde y que supo reunir a un centenar de estudiantes que además contó con la presencia de la doctora Susana Maidana, principal promotora de las Olimpíadas Nacionales de Filosofía y Horacio Tignanelli, funcionario del Ministerio de Educación de la Nación.

Una primera presentación en estos certámenes nacionales, allá por 2005, con el impulso del profesor de Filosofía, Psicología y Pedagogía, Gustavo Barzola, fue apenas el mojón que dio inicio a una manera de enseñar y aprender esta disciplina. Aquella participación significó la construcción de un espacio de pensamiento, debate, lectura y escritura que se sostuvo en el tiempo, se hizo cada vez más potente y dejó marcas entre los jóvenes.

Desde el primer año venimos trabajando así, fomentando una civilidad en el debatir que tiene que ver con participar, levantar la mano, no desmerecer la opinión del compañero

Según contó Barzola, hay ex alumnos que hoy están culminando la licenciatura en Filosofía que decidieron cursar en la Universidad Nacional del Litoral y otros tantos más con los que siguen en contacto y saben reconocer en eso aprendido con el profesor y el equipo de docentes con el que trabajan interdisciplinariamente, buena parte de lo que son como personas.  

Esos caminos desandados y otros gestos de estos estudiantes de la escuela Alberdi, institución que depende de la Uader, hablan de unas clases diseñadas con entusiasmo, para fomentar el debate y la participación.

Esos 18 años de enseñar bajo el paradigma de las olimpíadas -organizadas por la Universidad Nacional de Tucumán con el apoyo del Ministerio de Educación de la Nación-, desembocaron en la construcción de un libro que reúne una serie de ensayos y diálogos filosóficos que resultaron de los distintos debates en las aulas.

Tales escrituras no podrían ser posibles, reconoce el docente, sin el trabajo previo con películas, letras de canciones, lecturas de autores seleccionados, la generación de preguntas y argumentos.

Las producciones de los estudiantes fueron incluidas en un libro.

Cuestionar.

“En nuestras clases se generan encuentros entre adolescentes que piensan y sienten diferente, entre adultos y jóvenes que parecieran mirarse y reconocerse en su humanidad, se generan diálogos y preguntas que nos movilizan y a la vez, nos conmueven. Hablamos sobre la justicia, el mundo que nos rodea, el vínculo con los abuelos o padres, lo que genera una confianza y un ámbito de circulación de la palabra que es muy fuerte. Y todos los procesos de escritura te comprometen de tal manera que siempre son muy movilizadores porque cada uno escribe sobre lo que lo atraviesa”, explicó Barzola.

Al ser consultado sobre cómo se organizan los encuentros y las consignas que desarrollan para arribar a una producción textual profunda, comentó que “no partimos de los autores o la obra, sino de un problema y una inquietud. Hacemos todo un largo camino y para descubrir qué es una pregunta filosófica, que es aquella que no tiene una repuesta cerrada. Preguntarnos qué es la libertad o por qué amamos, nos desilusionamos y volvemos a amar, son interrogantes que nos incomodan, a la vez nos atraviesan y no pueden tener una respuesta unívoca porque devendría en totalitaria. Por eso, es importante la estructura del diálogo que pusimos en marcha para enseñar estos contenidos”, puntualizó.

Con los años hemos ido aprendiendo que el pensamiento y la escritura no son dos procesos diferentes, sino que se van dando simultáneamente

La iniciativa, que implica sostener lecturas de textos complejos, abrir la mirada hacia textos literarios y animar a la escritura propia, no es una tarea que Barzola haga en soledad sino una que viene emprendiendo junto a su colega de Lengua y Literatura, Gabriela Bulos. Juntos, soñaron primero y luego concretaron la edición del volumen que, de acuerdo a lo que anticiparon, cuenta con el interés del Ministerio de Educación de la Nación que prometió compartirlo en sus portales para que todo el país pueda acceder y leerlo.

Con Bulos idearon una secuencia didáctica a partir de la lectura de La intrusa, un microrrelato de Pedro Orgambide, para pensar la relación entre tecnología, trabajo, y sujetos; descubrir argumentos del protagonista; tomar otras decisiones, o bien, ensayar la escritura de otro texto.

En efecto, en La Comunidad del Búho, publicado por Editorial Autores de Argentina, se leen diálogos y ensayos que entretejen recuerdos, vivencias, opiniones y sentires de los estudiantes, con diversas categorías teóricas de autores como Fernando Savater, Platón, Eduardo Galeano, Jean Paul Sartre, Denise Najmanovich, y Jostein Gaarder, por citar algunos.


Parte de la experiencia consiste en argumentar y respetar la opinión del otro.

Lecturas.

Construir una diversidad de puntos de vista de manera grupal y colectiva, desde la literatura, el diálogo, la observación, el relato, son parte del modo de enseñar la filosofía que adoptaron Bulos y Barzola. Del proceso emerge un texto que “constituye una arista de las experiencias de aprendizaje que se generan en estos espacios donde se ponen en duda certezas, se repiensan prácticas naturalizadas, se expresan sensaciones y sentimientos, y se construyen sentidos”.

“Con los años hemos ido aprendiendo que el pensamiento y la escritura no son dos procesos diferentes, sino que se van dando simultáneamente porque el conocimiento es dialógico, siempre supone el diálogo con un otro, un autor, los padres, el docente, un compañero. Y desde el primer momento empezamos a escribir. Tenemos dinámicas como salir a una plaza y describir lo que observamos y luego encontrar un problema en eso que vemos para tratar de escribir, formular un problema y trabajar las argumentaciones”, detalló Barzola. No obstante, hizo una distinción. “Sí son procesos diferentes el escribir y defender eso que uno escribió, así como la importancia de ser claros en el texto y encontrar las herramientas para superar el enojo y frustración que se da cuando el docente corrige y pide una reescritura. Es un trabajo que demanda tiempo, casi todo un trimestre, junto a la docente de Lengua y Literatura”.

Desprejuiciados

–¿Ya adoptaste esta participación en olimpíadas como tu método de enseñanza de filosofía?

–Sí, más allá de la participación, ya es parte de nuestra didáctica. Generalmente a raíz de un tema candente o incómodo, un emergente en el grupo, se busca un disparador como la escena de una película o una canción, para empezar a debatir. Desde el primer año venimos trabajando así, fomentando una civilidad en el debatir que tiene que ver con participar, levantar la mano, no desmerecer la opinión del compañero. Después con un torbellino de ideas vamos arrimando lecturas. En las jornadas tomamos el mito de Eros de Platón, de modo de polemizar sobre el tema del amor o el tema del género en el amor. Es casi intuitivo, diría, pero te das cuenta cuando un pibe se enganchó en un tema o le resulta ajeno. Entonces, les acercamos lo que plantea o escribió otro autor sobre eso que le genera inquietud. Es como cuando uno hace un fueguito al que le vas arrimando ramitas. Si lo atosigas no arde.

–¿Cómo es trabajar conceptos filosóficos en el primer ciclo de secundaria?

–Formamos grupos de dos personas que dialogan. Esta modalidad que fue adoptada por las Olimpíadas. Somos muy pocos los docentes en el país que trabajamos con personas de 14 o 15 años, por un montón de prejuicios que hay en la formación docente en general. Cuando conectas con sus intereses se observa que cuestionan con naturalidad, preguntan y escriben sin tapujos.

–¿Cuánto incide el marco institucional para enseñar de este modo, inculcando a debatir a los alumnos?

–Siempre hemos tenido libertad de proponer cosas en esta Escuela Alberdi en la que doy clases desde hace 20 años. Siempre hay un equipo docente y directivo detrás que nos habilita. No creo que este tipo de trabajo se pueda hacer en cualquier escuela.

Tengo prácticamente toda mi carrera docente en esta escuela. Es una institución que suele participar de las instancias tales como el Senado Juvenil, la ONU, la Mercoláctea, las ferias de ciencias, todos dispositivos que invitan a poner el cuerpo y eso es muy importante.

Observo que quienes egresan de esta escuela, pueden expresar sus ideas, levantar la mano y decir ´opino esto, por tal y tal razón´.

Por otra parte, esta modalidad de clases demanda mucho tiempo propio, extra aula y también junto a otros profesores. En estos últimos años se han sumado nuevos docentes, lo que nos llena de alegría y nos confirma que el camino que hemos ido construyendo vale la pena ser transitado.

Apropiación.

Los ensayos del libro en el que los autores tienen entre 14 y 18 años, denotan un profundo y variado nivel de lecturas, así como conceptos complejos que han podido procesar, cuestionar, y complementar, apropiándoselos.

“El primero de los textos lo escribió un chico cuando tenía 14 años, hace 10, a partir de la lectura de “Yo, robot”, de Isaac Asimov. Allí se plantea un diálogo entre un humano y un robot.

El texto La razón instrumental, es de 2010. Entonces estábamos estudiando esos temas y nos invitaron a participar de un intercambio con la escuela de agroecología del Mocase, de Santiago del Estero. Viajamos y los alumnos estaban con toda la teoría de la Escuela de Frankfurt, más otros textos y debates en la cabeza y de pronto quedaron impactados con los testimonios de este movimiento y la lucha por la tenencia de la tierra tan en primer plano. De ahí surgieron ensayos que fueron muy pasionales. En todos los casos, lo que se ve es que no fueron experiencias al pasar. Hay chicos que ya egresaron y están haciendo sus vidas en otros lados y se vinieron a las jornadas porque no se las quisieron perder. Es que estos espacios permiten que muchas veces los estudiantes puedan manifestar algo de lo que están atravesando, canalizar esas situaciones complejas por las que están pasando. Y no es poco”, desarrolló Barzola.

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