En una época en la que sobreabundan los estímulos, es todo un desafío encontrar la manera de amplificar los mensajes en busca de públicos. Pasa en la música, en el teatro y en la edición de libros. En entrevistas con EL DIARIO, entrerrianos que participaron del MICA repasaron cómo actualizar los legados culturales para que dialoguen con el presente
Durante cuatro jornadas, el Mercado de Industrias Culturales Argentinas transformó al Centro Cultural Kirchner en un hormiguero laborioso, en el que talentosos y emprendedores ofrecían sus producciones, mientras eran parte de una fabulosa instancia de aprendizaje. Entre tantos, hubo tres entrerrianos: Juan Manuel Bilat un acordeonista de 37 años, vecino de Colonia Avellaneda, inquieto por abrirle otros horizontes a la música del litoral; Luciano Percara, dramaturgo, actor y director, interesado en dotar de movimiento al teatro; y Nicolás Darchez, oriundo de Gualeguaychú, creador del sello editorial independiente Oyé Ndén. Con ellos, conversó EL DIARIO, en un alto de la nutrida agenda.
Esa mezcla entre el pasado y el presente representa un cofre de oro con nuevas inquietudes y un largo camino por recorrer
Bilat hace 20 años que se dedica a la música de manera profesional. Fue líder de la banda Alma de Montiel. Residir en Río de Janeiro le planteó el desafío de ser fiel a tradiciones amadas y a la búsqueda de formas de innovación expresiva.
Aprovechó la convocatoria del programa Impulsar del Mercado de Industrias Culturales Argentinas para llevar adelante este tour. Se trata de un incentivo productivo del Ministerio de Cultura de la Nación para la circulación y comercialización de bienes y servicios de las industrias culturales de nuestro país. Oportunamente, Bilat presentó el esquema de su espectáculo y fue seleccionado. Así pudo montar gran parte de la estructura de sus shows.
-¿A qué viniste a este lugar?
–Lo más importante aquí es tejer relaciones. Mi interés personal es posicionar la música de Entre Ríos, expresando con convicción que estamos presentes y que hacemos chamamé y tratar de llegar de nuevo a los escenarios grandes fuera del Litoral. Cada vez que suceden eventos de la cultura de la Nación trato de participar. Esta es la segunda vez que asisto al MICA. Las rondas de negocios son clave porque te permiten contactarte directamente con los diferentes gestores y productores y mostrar tu trabajo. Pero también le saco el jugo a los showcases y las charlas con especialistas de los sectores Música y Folklore.
–¿Cómo nace tu interés por la música?
–Lo mamé de chico. Siento que es la conjunción de un montón de cosas que han sucedido en mi vida; entre ellas, una familia de músicos. Siempre hubo sobremesas largas en las que se tocaba instrumentos y se cantaba. Mi abuelo paterno, Emilio, era músico; el materno, Julio, era acordeonista y mi tío, Checo, era un guitarrero de bares. A mis diez años recorrí todos los bares de la provincia con ellos. A la vuelta me tocaba manejar el auto –cuenta Bilat anecdóticamente entre risas. Estoy muy feliz de poder hacer música de esas experiencias, con otra cabeza y con la misma entrerrianidad. Es mi tradición.
Por supuesto, mis abuelos ya no están. Las cosas cambian, evolucionamos y así debe hacerlo nuestra música. Esa mezcla entre el pasado y el presente representa un cofre de oro con nuevas inquietudes y un largo camino por recorrer.
-¿De qué manera adecuas esa identidad musical al presente?
–Haciendo cambios en la estética. Sé que mucha gente piensa que el chamamé es una música antigua o de antes. Con mi grupo nos enfocamos en demostrar que no es así. Somos todos jóvenes entrerrianos apasionados por el género, pero entendemos que no es lo mismo el sonido de hoy que en los ‘80. Segundo, no estamos subidos al escenario con el típico traje de gaucho. Yo no soy gaucho, toco música de mi tierra.
–¿Esa adaptación se ve reflejada en el público que convocan?
–A las redes sociales nos llegan permanentemente mensajes de aliento de jóvenes de entre 15 y 40 años. Solemos armar una bailanta chamamecera para que los gurises se vean emparentados con nosotros. Es una forma súper tradicional y a la vez diferente de ver el chamamé. Con la adición de recursos audiovisuales, intentamos que vuelvan a considerar la música del litoral.
Con el acordeón encontré una forma de expresar lo que me pasa. Cuando subo a un escenario, lo dejo todo. La música nos lleva a otra dimensión. Me permite sentirme pleno y eso también se transmite.
Teatro de inmersión
En el amplio ámbito del arte teatral, existen puestas en escena que desdibujan la linealidad del público estático frente al escenario.
Experimentos de este estilo suceden en la ciudad de Chajarí. Dramaturgo, actor, director y docente de teatro, Luciano Percara, es el creador de Pase sin golpear, una historia en la que el espectador se zambulle.
En diálogo con EL DIARIO, comentó que egresó de la ArtHaus de Berlín; y que es socio fundador y tesorero de La Cultural Cooperativa de Artistas de Chajarí, experiencia en la que convergen artistas de distintas disciplinas que promueven una agenda diaria de actividades culturales.
Pase sin golpear pertenece a un estilo de teatro denominado site specific. Refiere a un trabajo artístico especialmente diseñado para una locación en particular, cuya característica es la existencia de una interrelación singular con el espacio. “También es llamado teatro de recorrido”, dijo Percara, al añadir que “es una alternativa al teatro tradicional, que en esencia implica ser interpelado y cuestionado por el movimiento”.
Ante una consulta, señaló que “nos incorporamos de una manera multisensorial al espacio; para eso, nos enfocamos en investigar a través del cuerpo y la improvisación las formas de darle vida a las historias, las personas y los objetos que habitan esa otra dimensión”.
-¿Por qué participaste del MICA?
-Vine al MICA con la obra Pase sin golpear, para ver la posibilidad de adaptarla y hacerla en otros sitios, modificando la trama, los personajes y el vestuario. Espacios como estos son fundamentales para poder generar intercambios entre agentes teatrales. Si bien no te dan una confirmación de compra, se tejen lazos enriquecedores, se conocen proyectos y se buscan los puntos en común. Federalizar es importante en un país tan grande y el MICA es una linda instancia para eso.
-¿De qué se trata tu propuesta?
-Pase sin golpear es un proyecto iniciado en la pandemia de Covid. Se trata de intervenir espacios no teatrales, cuyas historias se desprenden con la llegada de la audiencia. La primera experiencia fue en una casa antigua estilo colonial en la que generamos una dramaturgia de un futuro distópico. Cinco personajes estaban encerrados en la vivienda y el público participaba como invasor hasta su inevitable expulsión. La segunda fue Hotel del Sol. un hospedaje vaciado por la pandemia en el que el público era huésped y recorría las instalaciones guiado por la narrativa de la obra. La audiencia interviene activamente haciendo todo lo posible para revertir que la profecía del parador se cumpla y el edificio se derrumbe.
-¿Cuánto duran las experiencias?
–Es complejo de definir porque las obras comienzan antes de empezar como tal. Dentro de las locaciones se está entre una hora a hora y media. Sin embargo, las atmósferas se crean con antelación. En la edición uno, se los convocaba por WhatsApp a un sitio cercano a la casa y dos personajes los escoltaban al espacio escénico. En la edición dos, se les enviaba su reserva ficcional de hotel y, al finalizar, un video que relataba qué pasaba después. Sin siquiera posibilidad de aplaudir, se sostiene la convención teatral hasta el final.
-¿Cuál es la respuesta de los espectadores?
-Es maravilloso porque asisten sin saber muy bien qué hacer. Salen fascinados. El público se compenetra tanto con las obras que se produce una comunidad alrededor del proyecto.
Atesorar voces
Nicolás Darchez es oriundo de Gualeguaychú. Profesor de Letras por la Universidad de Buenos Aires, creó su sello editorial independiente Oyé Ndén en abril de 2022. “Vi el documental Lantéc Chaná en el que recuperan la historia de Blas Jaime, en teoría, el último hablante chaná. La aparición de una persona que se presenta diciendo que “mi madre fue la última Oyé Ndén, la última guarda memoria”, fue el disparador del nombre que le da vida a su editorial.
–Has iniciado hace poco con el oficio de editor y fundador de un sello, ¿cómo llevás esta experiencia?
–Muy bien. Entiendo que el editor tiene que asumirse como un lector profesional y responsable sobre las obras. Nuestro trabajo es orientar de la mejor manera al escritor. Ahora, editar libros no es ni debe ser simplemente imprimir libros.
-¿Cómo está compuesto tu catálogo?
–Lo voy construyendo de a poco. La poeta Dora Hoffman es la principal inspiradora. Ella empezó a tener cierta repercusión en la década del ‘70 y falleció a sus 49 años. Familiares publicaron su obra. Se armó el mito de la gran poeta entrerriana pero nadie la había leído. Quería darle otro cauce.
Mi catálogo es ecléctico pero lleno de cosas que, para mí como lector, merecen ser leídas. Me interesa particularmente recuperar voces en su mayoría entrerrianas. Ya sea autores que ya no están físicamente o que no encuentran el nicho desde donde hablar. Algunas de las obras con las que cuento son El Boliche de Impini de Jorge Impini, la historia de un clásico almacén de ramos generales de la región de Talitas en Gualeguay; Crónicas periodísticas de María Esther de Miguel; y el ensayo Un corso a contramano de Cecilia Chesini Remic, quien fuera la primera directora del Carnaval de Gualeguaychú en 2015 y que en su publicación cuenta cómo las mujeres siempre han mantenido a la comparsa y cómo los procesos sociales han ocultado sus labores. Ahor saldrá Tuky Carboni con su novela El tan deseado rostro, que fue merecedora del Premio Fray Mocho. Actualmente estoy trabajando con un autor no entrerriano que es docente de letras quichuista y tradujo una novela. En otras editoriales le han planteado que eso no vende. Con él apuesto a la bibliodiversidad.
-¿Con qué complejidades te encontrás al interior del mercado editorial argentino?
-Mi editorial es chica y nueva. Corrijo y maqueto yo, pero cuento con diseñadores e ilustradores amigos que me facilitan las cosas. El problema principal de las editoriales pequeñas es que estamos atadas al precio del papel y el papel al precio dólar. La otra pata débil es la distribución. En ese caso, vamos librería por librería generando relaciones comerciales directas.
-¿Cómo aprovechás el Mercado de Industrias Culturales Argentinas?
-La plataforma virtual del MICA es una gran promotora de la cultura pero no está explotada como el evento anual. Le falta movilidad y siento que le falta incentivo.
La verdad es un lujo que me hayan invitado. Me gustaría que esto que se hace presencial se le busque la vuelta para que se hagan eventos virtuales con mayor regularidad.
Por otro lado, fue mi primera experiencia en rondas de negocios. Estoy aprendiendo. Cuando te sentás frente a alguien, tenés que pensar qué decirle que te representa. Eso es estimulante.