miércoles , 25 diciembre 2024
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Qué hay para ver

Los días a tu vera en los confines. Maneras de querer e historias hay incontables y a veces indecibles, sobre todo en épocas de incertidumbre y peligro en las que decanta lo que importa y los amores se acrisolan. A tres generaciones de distancia -o cercanía- los roles parecen invertirse, pero un amor prevalece

Según el arraigado dicho popular cada familia es un mundo. Tanto la que se elige como la que se aprende, ambas, se construyen a fuerza de curiosos balances entre lo individual (propio o ajeno) y lo comunitario. Las hay como un tejido de complejidades a flor de piel y de las que las llevan invisibilizadas, sin saber hasta dónde. 

En pleno siglo XXI dos personas que se quieren de toda la vida, si bien transitan etapas difíciles de sincronizar, deciden convivir en tiempos de crisis sanitaria y desaforo generalizado en que gran parte del mundo padece, al menos una vez, la angustia o la amenaza de perder a un ser querido sin poder cuidar, acompañar o despedir como anhelara. Durante el tiempo pandémico de SARS-CoV-2 un “bisnieto” en sus treintas y su “bisabuela” en sus noventas replantean con qué se queda el que se queda y con qué se va el que se va, cuando se vaya. El documental 100 días con La Tata revela una relación afectiva, que de entrada puede ser difícil de leer o tal vez despertar varias hipótesis sobre el caso, el tipo de vínculo y las sujeciones. Pero más allá de cualquier conjetura, se trata de dos personas que se quieren, se cuidan y lidian con la preponderancia de sus egos equidistantes, con mayor o menor éxito. Se acompañan e intentan con creatividad no caer en lo que pudiera implicar el fin de sus días para alguno de los dos. 

Historia documentada

La historia comienza en México cuando Miguel (Miguel Ángel Muñoz, actor) recibe un llamado desde España. Su “bisabuela”, la Tata (Luisa Cantero), había sufrido un desmayo. En ese momento, se da cuenta de “lo mayor que ella está” y se propone cuidar de la persona que había velado por él afectuosamente desde pequeño. En su infancia, sus padres lo dejaban al cuidado de La Tata (hermana de su bisabuela) mientras ellos trabajaban y desde entonces, Miguel y Luisa se mantienen cercanos, aunque cada uno en su quehacer. 

Cuando los problemas de salud trastocan lo habitual, esa historia amorosa peligra y Miguel idea un plan con algunas estrategias controvertidas para mantenerla en observación. Pero además de eso, decide armar un cofre de “cosas pendientes”, deseos aún no cumplidos, para saldarlos uno a uno junto a ella: un viaje para conocer los orígenes de La Tata y rodar una película juntos. 

En tanto se estrecha la relación y se cumplen los deseos, el cuerpo nonagenario da avisos de agotamiento y Luisa siente que ya ha cumplido su propósito en la vida. Así se puede ver cómo una mujer de 92 años se presenta para despedirse de su madre en el cementerio de su ciudad natal, pacífica y conmovida por su propia vida, sabiéndose cuidada, querida, valiosa.    

Lejos de lo pensado, sucede un vuelco sin precedentes. Los planes (de todos en el mundo) se interrumpen por la emergencia sanitaria por coronavirus y la película en pleno rodaje se vuelve un diario de confinamiento (por momentos casi escenas de reality show) durante cien días en un piso de 35 m², las 24 horas.  

Las inconsistencias

Si bien quien narra la historia expone todos sus logros y se define como un hiperactivo (actor, cantante, bailarín, deportista, ganador de Masterchef, famoso) y alguno sospechará sobre los objetivos de fondo, la calidez que la relación transmite y la espontaneidad de Luisa se destacan en todo momento: una mujer fuerte en sus posibilidades, abierta a la ayuda y despierta ante la curiosidad y lo novedoso. Muy sociable y de buen ánimo (aunque no todos ni siempre, eso es lo que se ve). Llama la atención la ausencia de información respecto de otros familiares, que podrían compartir los cuidados. Indistintamente de la historia Miguel ve que no puede esperar soluciones para algún día y se dispone, viendo el cómo en el transcurso. Aunque por momentos podrían incorporarse más pensamientos propios de la protagonista, especialmente destaca un punto de quiebre que muestra lo expuesta que se encuentra la persona en su vejez cuando ya su decisión en cuanto a sus pertenencias no se valora o no se cuida, hay un espacio personal que llega a sentirse vulnerado sin necesidad, aunque se disfrace de malentendido. Igualmente resaltable es una viñeta, donde lustrar un mueblecito entre dos se vuelve lucha por superarse y la actividad física y lúdica del día en aislamiento. Se involucran los miedos a la enfermedad intempestiva, los avatares de la decadencia y el cuidado de las vejeces que ya no pueden valerse por sí mismas para todo, el contraste entre el adulto proactivo que también en ese cruce transgeneracional halla sus propias fisuras (descuido personal, desequilibrio emocional – laboral – económico) que saltan ante la sobreexigencia y los dilemas de la dependencia mutua. 

Si se percibiera una lucha del actor por permanecer en escena pública (el título es cien días con la Tata y no a la inversa) también hay que enfatizar su objetivo principal de hacer de su oficio un archivo personal y punto de encuentro con su Tata. A partir de allí ofrece una mirada sobre la vejez en el día a día, desbloquea nuevos desafíos y espacios lúdicos para ensayar su lucidez hasta el punto de volverse La Tata una Instagramer.

El hiperpersonalísimo documental pretende rendir homenaje a esa “bisabuela” (y a todas en su especie) presentando la vejez como un tiempo de otras oportunidades acompañadas y no como una etapa yerma y molesta (aunque sí, en el actual mundo globalizado cueste particularmente). No todas las historias son así, pero invita a pensarlas de manera alternativa, situada y afectuosa. 

FICHA TÉCNICA

Género: Documental 

Director: Miguel Ángel Muñoz

Guión: Jorge Laplace, Miguel Ángel Muñoz

Reparto: Miguel Ángel Muñoz, Luisa Cantero

Estreno: España, 2021

Duración: 82 minutos

Bisabuela de Instagram 

De no tener noción sobre tecnologías Luisa pasó a ejercer de Instagramer. Casi sin darse cuenta Miguel y La Tata empezaron a realizar un streaming diario, que con el tiempo y las intervenciones de los seguidores se hizo llamar CuarenTata. Se extendió por 100 entregas en las que además de charlar con los presentes en línea, famosos, cantantes, deportistas, los protagonistas hacían un minuto de silencio por aquellos que ya no estaban.   

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