Para el politólogo Miguel Trotta asegurar la integración de la mayor cantidad de voces -sobre todo las silenciadas- y procurar desde allí una redistribución de los ingresos son dos de los mayores desafíos de la democracia, a 40 años de su recuperación.
Cristal Bella
La presencia en Paraná del licenciado en Ciencia Política, Miguel Trotta, fue ocasión propicia para que EL DIARIO lo entreviste. El especialista visitó la capital provincial el pasado jueves, para participar como expositor de la primera experiencia del Ciclo de Charlas Activas: Herramientas facilitadoras para el estudio de la Historia. Se trató de una actividad libre y gratuita organizada en conjunto por el Museo Provincial Hogar Escuela Eva Perón, el Museo Histórico Provincial Martiniano Leguizamón y el Archivo General de Entre Ríos.
Trotta además es docente universitario e investigador, abogado, magíster y doctor en Servicio Social y Políticas Públicas.
Su participación en el ciclo se tituló Cuarenta años de Democracia en Argentina, tema que previamente motivó una serie de inquietudes periodísticas cuyas respuestas se comparten en la entrevista que sigue.
–¿En qué aspectos se ha fortalecido el régimen democrático en estas últimas cuatro décadas?
–La contestación podría esbozarse si se atendiera a lo que hemos estado debatiendo desde el 10 de diciembre de 1983. En el primer tiempo, la discusión que teníamos los militantes y académicos era la transición democrática. La salida de la dictadura militar implicó un escenario de inestabilidad política y de contenido ideológico. La preocupación inicial fue cómo esas prácticas devenían en procesos consolidados fácticamente. Hasta el ‘85 convivieron en tensión permanente la cultura verticalista autoritaria del gobierno de facto y los intentos de democratización de la participación política en todas las esferas de la vida cotidiana.
Luego, durante la década del ‘90, con las ideas del republicanismo, los principios liberales y la nueva estructuración del poder mundial con una fuerte presencia de organismos bilaterales, se impuso un juego político asimétrico con poco margen para políticas autónomas.
Luego de lo ocurrido en 2001, se generó un polo de resistencia que produjo una fractura latente entre un proyecto nacional y popular y uno neoconservador.
Desde hace un tiempo, asume un papel relevante el ámbito local, donde se realizan todas las necesidades sociales. De manera que quien procure una solución a las problemáticas sociales, debe atender a lo que ocurre en el ámbito local: allí confluyen todas las políticas públicas (nacionales, provinciales y municipales) desplegadas para enfrentar esas condiciones deficitarias de vida que pueden ser mejoradas.
Es importante pensar las políticas públicas en toda su complejidad: cómo se originan y cómo se implementan, en vistas a una interacción real con los distintos actores políticos.
Estos aspectos son clave para que la democracia no sea una abstracción o se la asuma como un asunto que involucra a otros, sino una forma de relación en la que la sociedad en su conjunto va planteando sus inquietudes y determina estrategias adecuadas para alcanzar esas metas.
-¿Qué derechos fundamentales hemos podido consolidar efectivamente?
–Caminamos hacia una democracia más reivindicativa, participativa y garante de derechos sociales, civiles y políticos. Del 2003 en adelante, se fortaleció la libertad de expresión y la participación política. En ese sentido, reconstruimos un sistema de partidos y divisamos la emergencia de nuevos movimientos colectivos.
Tengamos en cuenta que la dictadura militar borró todo indicio de colectividad. Sin embargo, en las últimas décadas se reconstituyó un carácter que nos distingue de la cultura política europea: la capacidad de la comunidad organizada que pregonó el peronismo. De hecho, hoy se pueden visibilizar prácticas de producción colectiva a simple vista.
–Por otro lado, se han fortalecido los discursos de odio, la represión policial, la violencia política…
–Sí, claro. No son procesos aleatorios. Son propios de un sistema en el que se disputa el control del capital, en el marco de la mayor concentración económica en la historia. Esos discursos y prácticas vinculados a la ultraderecha intentan hacer retroceder los avances paulatinos y provisorios que hemos alcanzado.
Esencias
–¿Es función de la democracia generar consensos?
–Hay que considerar que se trata de una revolución en lo cotidiano. No es una tarea de la democracia en un sentido institucional. La responsabilidad de hacer uso del proceso democrático para generar las condiciones para el debate y resolución de las diferencias es de todos.
–¿Cuáles son las cuentas pendientes de la democracia?
–Satisfacer las necesidades integrales de la población. A la par de extremar la participación decisoria de las cuestiones públicas, hay que repensar el principio de democracia material económica que es la distribución del ingreso.
No puede ser que haya un 30% de niños en estado de malnutrición en un país con capacidad de abastecimiento superior. Garantizar la universalidad de esa cobertura es esencial.
“Memoria, identidad y democracia se vuelven conceptos relacionales, en tanto son los tipos de vínculos entre ciudadanos los que terminan dándole sentido”.
–¿Cuál es la función del ejercicio de la memoria?
–La memoria histórica está implícita en lo cotidiano. Si bien la cultura se modifica con el devenir histórico, permanecen algunos supuestos básicos que nos constituyen, como la pluralidad de voces. Apelar a la memoria es tarea de la sociedad toda, fundamentalmente de quienes dirigen las políticas públicas. Más que un deber ser, la historia es un instrumento que nos debe impulsar hacia el futuro.
Es valioso considerar a la cultura como producto de actores que confieren sentido al mundo material, desde la propia concepción del espacio-tiempo donde la producción de procesos de entendimiento y sentir colectivo constituyen prácticas sociales.
Pienso en prácticas situadas que definen al mismo tiempo identidades como construcciones colectivas desde y sobre la propia realidad vivenciada. La cultura se produce y subyace en estos procesos.
Concomitantemente, las identidades se constituyen en interacción con los contextos de producción de sentido y de prácticas materiales del desarrollo existencial de las personas.
En nuestro caso, una de las distinciones de estos procesos radica en advertir a la cultura como fuente de una amalgama de identidades que se conforma a partir de componentes culturales subyacentes históricos, pero en los que estos necesariamente interactúan con la dinámica objetiva de los procesos del presente.
Así, memoria, identidad y democracia se vuelven conceptos relacionales, en tanto son los tipos de vínculos entre ciudadanos los que terminan dándole sentido. Mientras esa argamasa se constituye y se transforma, es necesario preguntarse por las políticas públicas y las demandas sociales; es decir, por las formas que asume la distribución del ingreso.
Melina Londero
Para Miguel Trotta, la democracia es un proceso en permanente transformación.