domingo , 22 diciembre 2024
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Política

Entrevista a Monseñor Jorge Lugones

“Tenemos que tener memoria de cómo surge la democracia en Argentina”, dijo monseñor Jorge Lugones, titular de la Comisión Episcopal de la Pastoral Social.
El titular de la Comisión de la Episcopal de la Pastoral Social reflexionó sobre las transformaciones que impuso Francisco en sus diez años de papado y el rol de los jóvenes al cumplirse 40 años de la democracia. Los debates que se plantearán durante la Semana Social

“Nos proponemos despertar y fortalecer el diálogo de la dirigencia argentina en su totalidad: la política, la sindical, la empresarial y la de los movimientos sociales”, señaló el monseñor Jorge Lugones, titular de la Comisión Episcopal de la Pastoral Social, en diálogo con la presidenta de Télam, Bernarda Llorente, sobre los debates que planteará la Iglesia Católica durante la Semana Social 2023, que realiza de modo anual la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

Lugones reflexionó sobre las transformaciones que impulsó Francisco en sus 10 años de papado y el rol de los jóvenes de cara a una renovación de la dirigencia, al cumplirse 40 años de una democracia que -dijo- debe ser “más participativa y no sólo representativa”.

–Estamos en un momento de Argentina y el mundo de grandes cambios. ¿Hay lugar para el diálogo? ¿Cómo se lo inicia? ¿Por dónde empezar? ¿Cómo se juntan voluntades?

–El diálogo es fruto de la escucha. Si no hay escucha, es muy difícil que haya diálogo. Una cosa es emitir opiniones, estar con otro frente a frente pero no evaluar ni valorar lo que ese otro piensa, vive, siente, sino solo las propias convicciones o las de mi sector. Y creemos que el diálogo pasa por el encuentro y la escucha atenta, la cual conlleva escuchar al que disiente conmigo, pero puede contribuir a algo más o mejor. En el caso de la democracia, hacia una más participativa y no solo representativa. El papa Francisco nos dice que en el diálogo es importante empezar por las coincidencias y no por las disidencias, porque si no nunca nos ponemos de acuerdo. 

–¿Cuáles serían para usted los temas que deberíamos consensuar los argentinos y argentinas? ¿Qué nos une hoy tras 40 años de democracia?

–Yo creo que lo que nos une es que somos un pueblo, esto es muy importante, con una pertenencia, con una historia, con una vivencia, con una creencia. Estaba en (la ciudad de) Montevideo una vez con (José “Pepe”) Mujica y me decía “Vea, amigo, a nosotros en Latinoamérica nos unen dos cosas: el idioma y la religión”. Seguimos hablando y le digo: “Pero necesitamos unirnos también a la Patria Grande, a Latinoamérica”. También nos falta federalismo, saber que todo no se cocina en Buenos Aires. Tenemos un país inmenso, extenso, con una regionalidad tan variada y rica. Yo que he andado bastante por el interior, por el NEA, por el NOA, he visto que las expresiones de fe, las expresiones populares de religiosidad popular, tan fuertes ellas, nos unen mucho y eso le da pertenencia a un pueblo. También este ideal de que ser argentino supone sentirse hermano, como dice el Martín Fierro, que seamos unidos, pero no siempre nos pasa.

Los jóvenes y la política

–¿Hay participación de los jóvenes? ¿Hoy se mantienen las motivaciones para participar en grupos de reflexión política?

–Sí, son importantes los encuentros que desde la Comisión (Episcopal) de Pastoral Social hacemos con líderes con inquietudes políticas y sociales tratando de ver cómo acercamos posiciones, cómo nos podemos escuchar, cómo se puede también cogobernar. El próximo Gobierno tendrá que encontrar pautas de gobernabilidad entre las distintas oposiciones. Creo que es un tema que hay que tocar. 

–¿Esos nuevos liderazgos plantean una forma distinta de construir la política, la sociedad, tomando en cuenta las limitaciones de determinada manera de hacer y entender la política?

–Sí, hay diversidad. La pregunta es picante, diría un compañero mío, pero yo creo que también hay una voluntad política. Y esto es importante. Que aquel que hace política debe tener fundamentalmente como objetivo el bien común y no salirse de allí porque esa tiene que ser la meta. Es uno de los principios de la doctrina social de la Iglesia, además de la dignidad de la persona humana, la solidaridad, la subsidiariedad, el bien común es lo que nos rige, lo que nos marca el rumbo. Es como la brújula, desde este respeto que se necesita, desde este cuidado hacia la discrepancia, podríamos decir. Porque hoy vemos que la competencia es tan fuerte que se trata de anular al otro. O de buscar los medios para que el otro quede sepultado por activo o por pasivo, porque le saque esto o le saque lo otro, porque le presentó un carpetazo, porque también está el tema de la Justicia en Argentina. Este es un tema muy serio, por eso creemos que la justicia no debería estar tan pegada a la política. Tendría que ser un poder independiente, al cual realmente los magistrados puedan llegar por la idoneidad y la honestidad de vida que tengan. Lamentablemente, no vemos esto siempre en la Argentina, y hemos visto cosas muy amargas y las seguimos viendo. Esto también es una deuda que tenemos. Dentro de la deuda social, esta es una deuda de los argentinos, una justicia demasiado largamente esperada, como hemos dicho los obispos.

Los 10 años de Papado

–El papa Francisco no solo es el líder religioso de la Iglesia, sino también un gran líder social y político en términos planetarios. En estos 10 años de Papado ha mostrado un pensamiento de transformación hacia adentro y hacia fuera. ¿Cómo los evaluaría teniendo en cuenta, además, una relación tan cercana entre ustedes?

–Lo que siempre tuvo Bergoglio es la capacidad de conducción. Podría ser cuestionable en alguna cosa, en algún método, pero siempre tuvo esa capacidad y esa claridad de conducción. Y eso es muy importante para el que gobierna. Creo que el paso como Arzobispo de Buenos Aires le dio esa visión, porque si uno lee los mensajes del 2010 de la Semana Social de Bergoglio uno dice “¡Esto es para hoy! ¡Esto me lo copio!” Es una persona visionaria, estaba viendo lo que pasaba en la Argentina hace más de 10 años. Y esto que él pergeñaba en nuestro país, de la sociedad, de la política y de la economía y de lo que pasaba en Argentina, bueno, tenemos la dicha de que lo pudo hacer a un nivel global en la Iglesia. Y creo que esto es un aire fresco que tenemos en la Iglesia. Como suelo decir, uno puede discrepar o no con Francisco, pero uno tiene que reconocer que lo que dice lo hace. Es consecuente. Esto es coherencia. Y, dentro de esa coherencia, sí privilegia y habla de los pobres o los refugiados, su primer viaje fue a Lampedusa.

Francisco no es un detallista, pero está en el detalle. El detalle es cuando uno puede mirar con esa doble mirada para profundizar la realidad del otro. También lo hace mirando a Asia, que no es católica. O mirando hacia dentro, porque sabemos cuál era la estructura del Vaticano hace 12 años y cuál es ahora. Y cuáles son los cambios que se han hecho, no solo a nivel curial. Hablando con él, ya siendo Papa, me decía “yo disfruto cuando voy los miércoles, cuando puedo estar con la gente”.

Él tiene alma de pastor, quiere estar con la gente. El vibra estando cerca de su pueblo, de la gente. Y en esa capacidad no solo intelectual también de gobierno, destaco su capacidad de discernimiento. Creo que Bergoglio tiene esta gracia de Dios. Se le plantea una cosa y claramente va a la médula, no dice ni más ni menos. Así que creo que estamos en buenas manos, ojalá lo tengamos por mucho tiempo. Porque estos pasos que está dando la Iglesia, de una Iglesia participativa, una Iglesia que sale, que es misión, que no teme salir a las periferias, una Iglesia que es comunión entre distintos, por supuesto, pero que intenta ser comunión. Son pasos muy fuertes. Una Asamblea Eclesial en Latinoamérica. Realmente, en donde hay una participación de la mujer muy fuerte, donde ha dado espacios y muestras claras Francisco de lo que él llama el “genio femenino”. A nosotros nos parecen que son aperturas que tal vez habrían tardado mucho más para que se dieran, si no hubiera sido que el espíritu Santo lo puso ahí a Francisco.


Lugones reflexionó sobre las transformaciones que impulsó Francisco y el rol de los jóvenes de cara a una renovación de la dirigencia, al cumplirse 40 años de democracia.

40 AÑOS DE DEMOCRACIA

“Necesitamos resolver la deuda social”

“Tenemos mucha gente no solo angustiada, sino también… No quiero usar la palabra ‘descreída’, sino perpleja ante las situaciones que vivimos”, definió monseñor Jorge Lugones al referirse a las deudas que persisten camino a cumplirse, en diciembre próximo, 40 años de democracia en Argentina.

–¿Cómo analiza este período, con todo lo que implicó para el pueblo argentino recuperarla y las expectativas que hubo acerca de la democracia que, algunas se cumplieron y otras aparecen como déficit o deudas?

–Por eso, nosotros en la Semana Social vamos a retomar como primer punto la memoria. Tenemos que tenerla en cuanto a cómo surge la democracia en Argentina, de dónde viene y de los horrores que vivimos como pueblo. Y desde aquí, desde la memoria, también recordar la precariedad con que se fue dando la democracia, pero que fue capaz de consolidarse en el tiempo con mucho esfuerzo para que este sistema que es la democracia participativa permanezca. Es desde esa memoria, cómo nosotros hoy nos planteamos ante tantas dificultades que vemos, incluso en la política. Fíjese que Francisco nos habla de la política, en Laudato Sí dice que la política no puede ser sometida a la economía. En Fratelli Tutti en el capítulo quinto nos habla de la mejor política y que la política es una alta expresión de la caridad. Entonces, a veces, en este tiempo de democracia la política se ha depreciado, necesitaríamos también volver a valorar la política. Desde nuestra visión pastoral nos planteamos cómo acompañamos, cómo escuchamos, cómo sentar a quienes son opuestos o piensan distinto, cómo podemos acercar posiciones. Esta es nuestra tarea pastoral, de cercanía, ni siquiera para convencer a nadie que crea en Dios, sino en lo que está haciendo, cómo lo puede hacer mejor y con otros. Este es el espacio que brindamos en la iglesia, siempre también en la pastoral social, y gracias a Dios nos ha dado un buen resultado

–Hay una deuda por supuesto económica, hay una en cuanto al bienestar de los argentinos y argentinas. La democracia por sí sola no garantiza que con ella se coma, se eduque, se cure. ¿Cuáles fueron los déficits y las políticas fallidas en parte de estos 40 años?

–Yo creo que lo primero es, en nuestra dirigencia, la honestidad y la credibilidad, porque el tema es que tenemos mucha gente no solo angustiada sino también…no quiero usar la palabra “descreída”, sino perpleja ante las situaciones que vivimos. Y lo que quiere también es una salida, pero que sea una salida con justicia, no una salida ni violenta ni dictatorial. Una salida con trabajo digno, como propone Francisco. Una salida donde este deseo de la “projimidad”, como suele decir Francisco, esté presente, porque sabemos que tenemos una franja de hermanos y hermanas en Argentina que está en un nivel no de pobreza sino de miseria. También es deuda social. Pero también está, dentro de la deuda social, el reconocernos entre nosotros, incluso entre los líderes, del respeto, de respetar una trayectoria. Siempre, o la mayoría de las veces, uno está escuchando los ataques, continuos ataques. Y uno dice, bueno, pero ¿se puede conciliar? ¿Se puede llegar a algún consenso? Si hay voluntad siempre se puede. Siempre. Mentira que hay opositores, enemigos de toda la vida. No. Además, sabemos que, en política, todo se puede acompañar y resolver. Así que yo creo que tenemos una deuda grande, no solo la deuda externa, sino que es una deuda grande en el tema que propone Francisco en la última Encíclica que es la amistad social. Creo que tenemos que recobrar el respeto por el otro. 

–¿Es posible una democracia más participativa, una democracia con el oído en el pueblo como usted propone? ¿Es posible con semejante concentración de la riqueza? ¿Es posible una sociedad más equitativa, más justa?

–Francisco ya lo ha denunciado reiteradamente. Las cosas más importantes que necesitamos resolver de la deuda social son justamente la pobreza y la igualdad. Creo que debemos trabajarlo mucho y tomar conciencia. También quienes tienen mucho y siguen acumulando riqueza. Uno ve que hay cierta forma de mirarse a uno mismo, de tener por tener más, de la opulencia, del dominio, porque eso da poder. Y como decía alguien cuando le preguntaron ¿Y el poder qué es? “El poder es impunidad”, dijo uno. Sí, es cierto. Ante esto, es muy difícil. Francisco tiene una frase que es “la globalización de la solidaridad”. Yo creo que esto es importante y que además de la inclusión, necesitamos la integración. No solo inclusión, sino integración, que creo que es un pasito más, además de la inclusión.

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