sábado , 23 noviembre 2024
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Anverso y reverso de la literatura en Jorge Consiglio

“Siempre ví en la literatura una pasión que me tomó por completo”, admitió el escritor. Foto: Gentileza Victoria Egurza.

Autor de bajo perfil, pero con una trayectoria reconocida con premios en el país y el extranjero, Jorge Consiglio se reconoce ante todo como lector voraz. Trabajó como visitador médico, fue docente, escribió artículos y actualmente vive de lo que más le atrae: escribir. Autor de novelas, cuentos y poeta, confirma una certeza conocida: “No creo que haya un escritor que al mismo tiempo no sea sobre todo un gran lector”.

Carlos Marin

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EL DIARIO

Jorge Consiglio habla con pasión de lo que, dice, es parte constitutiva de su vida: la literatura. En la infancia descubrió -a instancias de su padre- la lectura y supo casi de inmediato que marcaría su destino. Desde aquel momento, a comienzos de los 70 hasta la actualidad ha recorrido el trayecto que le permitió vivir de lo que le gusta: escribir. Es autor de novelas, cuentos y poeta reconocido en el país y el extranjero.

Durante años la escritura fue una actividad casi oculta, mientras trabajaba como visitador médico para sostener a su familia. Hoy es autor a tiempo completo y dicta talleres donde lo convoquen. Así fue que llegó a Paraná para compartir en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER una serie de dos encuentros organizados por SIDECREER, con el apoyo de ENERSA, el gobierno de Entre Ríos y la FCEDU. El primero fue Indicio de lo otro. Leer para escribir, que se llevó adelante en mayo. El segundo fue Modos de ir, con el propósito de reflexionar sobre la funcionalidad y la aplicación pertinente de las herramientas de la narración a través de la lectura atenta de textos; a la vez estimular la mirada crítica y el intercambio de lecturas e ideas para que el encuentro sea una puesta en acto de la literatura como experiencia y celebración.

En ocasión de su llegada a Paraná, Consiglio fue entrevistado por EL DIARIO. “Siempre vi en la literatura una pasión que fue tomándome por completo”, confió.

LA ENTRADA. Siempre hay un comienzo. Esos primeros contactos con la literatura, que marcan una impronta. “Empecé como todos, como lector”, aceptó. Y agregó: “No creo que haya un escritor que a la vez no sea un gran lector”. En su caso fue con libros que le acercaba su papá, que “era un lector muy perspicaz”. “En casa no había una biblioteca grande, así que comencé a construirla con lo que él me iba trayendo. Recuerdo la colección Iridium, de Editorial Kapelusz. Leía con una voracidad absoluta”.

Esa fue una de las puntas que le abrió el universo de la lectura. Otra surgió mientras estudiaba en el colegio secundario. Tenía un preceptor que estudiaba Letras y que luego pasó a Filosofía. “Todavía lo veo cada tanto. Él estaba apasionado por los escritores rusos del siglo XIX”. Para Consiglio, fue otro pilar “fundamental”.

“Por él, que era poeta, me enteré que existía la carrera de Letras. Entonces me decidí a escribir también mis primeros versos”, contó.

En tercer lugar como vía de acceso al universo de la escritura, Consiglio cita las revistas alternativas, el universo de publicaciones subte, que había por entonces en Buenos Aires, a mitad de los ´70, y tenía relación con el universo del rock. Podía conseguirlas en algunos kioscos y trataban temáticas novedosas por entonces, como ecología. “Ahí leí por primera vez un relato de H. P. Lovecraft”, recordó.

El escritor deslizó que en ese entonces “esas lecturas tenían que ver con la resistencia. Vivía la literatura como una cultura absolutamente alternativa. Habitaba un contexto que me daba un panorama en blanco y negro, que era el mundo de la dictadura. En ese mundo de inventario, se me abrió cierta posibilidad de otro insólito, en color, que fue la alternativa a través de la literatura”.

“Esos son mis inicios. Y ya no pude dejar más todo esto”, porque, asevera, “cuando decido involucrarme con alguna línea de trabajo, si me apasiona lo sigo a fondo”.

PASIÓN, RIESGOS Y CLANDESTINIDAD. “Dedicarte a la literatura, y al arte en general, implica que uno tome decisiones muy fuertes que tienen relación con muchas renuncias”, señaló Consiglio. Esta posición del lector y del autor, “de estar en esta actividad que nos impulsa a la soledad, hace que uno renuncie a muchas cosas”. Y aclaró: “Hay algo monacal en comprometerse a escribir; es una actividad que exige mucho y de ese modo uno empieza a `cancelar´ cosas, como lo social”.

En un momento de su vida, añadió, “decidí tomar esas renuncias, hacerme cargo, y empezar a vivir exclusivamente de la literatura. En mi caso fue una decisión tardía”.

Para llegar a ese momento bisagra, Consiglio vivió un proceso en el cual “la literatura creció dentro de mí y se confirmó paulatinamente a través de todas las publicaciones y premios que pude conquistar. Hasta que en un momento decidí quedarme exclusivamente con la lectura y la escritura”.

Fue cuando cumplió 50 años, en 2012, cuando “largué todo el trabajo formal por completo. Hoy tengo 63 años y vivo de dar talleres; que son espacios más de lectura que de escritura”.

Al rastrear el fundamento de esa decisión de fondo, el escritor asumió: “Siempre vi en la literatura una pasión. Pero no se me ofrecía como posibilidad concreta de supervivencia. De a poco fui tomando pequeñas elecciones en mi vida. Trabajé como visitador médico, lo cual me posibilitó tener un excelente salario para lo que era mi vida. Fue para mí un laburo perfecto. Eso me permitió estudiar la carrera de Letras”.

A la vez mantuvo la escritura como una cuestión “casi clandestina”. “A los 25 años comencé a escribir narrativa. Vivía en un mundo que era esquizofrénico. Por un lado, una realidad absolutamente transaccional, la de mi trabajo. Por otro, en esa época me refugiaba mucho en los bares, donde leía y escribía muchísimo. Eso me permitía defenderme de una faceta -la laboral- que consideraba enemiga de la otra, la que realmente quería. Fue en esa etapa que comencé a ganar pequeños premios que me permitieron publicar en editoriales importantes como Edhasa, o Norma, que me tomaban los textos”.

Ser publicado implicó que su trabajo comenzó a cobrar visibilidad, “que lo que uno puede escribir era valorado”. Una cosa llevó a otra y “fue consolidando mi imagen de autor frente a mis propios ojos”.

“Y un día, cuando mis hijas ya habían crecido, no aguanté más el trabajo con los laboratorios, que consideraba un absurdo puro y duro. Hablé con mi familia y lo dejé para arriesgarme por eso que tanto tiempo había anhelado: tener las mañanas libres para poder escribir”.

CIRCUITOS Y LÍMITES. -Para el autor de provincia que quiere ser visible más allá de la comarca, ¿es inevitable el paso por Buenos Aires?

-Hay una tensión en ésto. Pienso que la visibilización absoluta sigue estando en Buenos Aires. Te doy dos ejemplos de gente joven, talentosa, que se destaca y que es de Entre Ríos: Selva Almada y Ricardo Romero. Ambos están radicados y trabajan en CABA. También, entre tantos, el caso del chaqueño Mariano Quirós. Entiendo que permanecer en las provincias te permite mantener la independencia. Pero te pone un techo en cuanto a visibilidad. Es lamentable, pero pasa que la centralidad de la dinámica editorial sigue estando en Buenos Aires. En algún momento se logró cierta instancia de visibilización mayor en las provincias. Se me ocurren nombres como Héctor Tizón, que siguió viviendo en Jujuy. O en Andrés Rivera, que se fue a vivir a Córdoba. O en dos autores nacidos en Entre Ríos: uno es Diego Angelino, que vive en la Patagonia; y Orlando Van Bredam, que vive en Formosa. Son autores tremendos. Pero eso se ha diluído.

Lo que me parece es que hay algo del campo intelectual, un factor de legitimación, que tiene sede en Buenos Aires y no se encuentra en otra parte del país que hace que esta ciudad continúe irradiando legitimidad.

Por suerte para nosotros, los que trabajamos a tiempo completo en esto, los caminos de la literatura son muy caprichosos y escapan a las formalidades y convenciones de lo establecido.






“Dedicarte a la literatura, y al arte en general, implica que uno tome decisiones muy fuertes que tienen relación con muchas renuncias”, señaló Consiglio.

Talleres

-¿Con qué perspectiva lleva adelante los talleres que brinda?

-Desde mi punto de vista, los talleres de escritura tienen más relación con aprender a leer que a escribir. A potenciar las habilidades lectoras para que los participantes puedan devenir un lector con pericias suficientes de modo de poder abordar la escritura.

Las voces de los maestros

-En lo literario ¿cuáles han sido maestros, pensando en referentes?

-En la aventura de la lectura, uno de ellos, extraordinario, es Ricardo Piglia. He leído sus textos apasionadamente. Tanto en ensayo como en ficción. Tuve la posibilidad de conocerlo y compartir mesas de café con él. Y otro autor que me abrió una perspectiva totalmente innovadora, es Horacio González, que fue un lector extraordinario, infinito. Él me abrió los ojos a nuevos modos de leer, de pensar, de reflexionar. Otro escritor extraordinario de mesas de bar, que me marcó, es Juan Carlos Martini, que lamentablemente está bastante invisibilizado en la actualidad.

-¿Qué autores han capturado su interés recientemente?

– En buena parte soy un lector anárquico. En un viaje al sur del país, descubrí hace poco tiempo a Diego Angelino, que me parece un autor extraordinario. También estoy leyendo a Ernestina Perrens, una autora que publicó una novela, Tacurú, que me ha fascinado. Y voy saltando entre diferentes cosas. Estoy releyendo Masa y Poder, de Elías Canetti, y a la poeta polaca Wislawa Szymborska.

Proyectos

¿Qué proyectos tiene en marcha?

-Desde hace más de un año escribo una novela que me resulta trabajosa. Trato de relatar una historia vinculada a la aristocracia argentina, con la alienación y la locura que la caracterizan. Pensando en un barrio porteño, el intento es narrar Recoleta. Veremos en qué queda finalmente. A la vez trabajo con el dibujante Iñaki Echeverría, en un texto que combina ilustraciones con textos, sobre el asesinato de Ramón Falcón y el anarquismo.

Esbozo biográfico

Jorge Consiglio nació en 1962 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Se licenció en Letras en la Universidad de Buenos Aires, y desempeñó allí la docencia en la cátedra de Semiología. Luego, trabajó como visitador médico varios años hasta que lo abandonó para dedicarse exclusivamente a la literatura.

Es autor de las novelas El Bien (2003); Gramática de la sombra (2007); Pequeñas intenciones (2011); Hospital Posadas (2015); Tres monedas (2018); y Sodio (2021).

Ha publicado tres libros de cuentos: Marrakech (1998); El otro lado (2009) y Villa del Parque (2016).

En Poesía es autor de Indicio de lo otro (1986); Las frutas y los días (1992); La velocidad de la tierra (2004); Intemperie (2006) y Plaza Sinclair (2018).

Obtuvo el Premio Opera Prima Nuevos Narradores (España), por “El bien” (2003); Tercer Premio Municipal de Novela (Argentina), por “Gramática de la sombra” (2007); Segundo Premio Municipal de Cuento, por el libro “El otro lado” (2009); II Premio Nacional de Literatura en la categoría “Novela”, por “Pequeñas intenciones” (2011) y el Primer Premio Municipal de Novela, por “Pequeñas intenciones” (2011).

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