Entre las mujeres que le dieron brillo a la militancia teatral se destaca la figura de Isidora Aguirre. La dramaturga visibilizó las penurias que atravesaron los desheredados en Chile, al llenar de un realismo descarnado los escenarios a lo largo y lo ancho del país trasandino.
Angelina Uzín Olleros
Especial para EL DIARIO
De sobrenombre “Nené”, Isidora Aguirre (1919- 2011) pertenece al conjunto de escritoras que decidieron tomar partido por “los sin parte en el reparto”, como diría el filósofo Jacques Rancière (Francia, 1940). Sus personajes habitaban lugares periféricos, ignorados. Fue una escritora que se dedicó a generar una nueva forma de construcción para pensar la educación, el arte y la creación literaria en Chile.
Podemos afirmar que el teatro de Aguirre es una clara forma de militancia que apuesta por el diálogo democrático y la inclusión de sujetos olvidados por la historia.
Nació en Santiago de Chile. Hija del ingeniero Fernando Aguirre Errázuriz y la pintora María Tupper Huneeus, cursó las carreras de Trabajo Social y de Literatura, a lo que le agregó una sólida formación musical, ballet moderno y dibujo.
Luego se radicó en París, donde trabajó como ilustradora y profundizó sus estudios de teatro y cine.
En 1952 regresó a Chile. Conoció al destacado actor y director de teatro, Hugo Miller, y así, se dedicó de lleno a la dramaturgia.
Su obra más conocida es La pérgola de las flores. En cuanto a su estilo, Aguirre toma distancia del teatro épico y busca efectos de identificación emotiva del espectador con los personajes. Es desde el año 1958 que decide tomar partido por una nueva clase de espectadores que pertenecían a la clase media: se dedicó a retratar la miseria y la marginalidad en Chile.
La investigadora Alicia del Campo en el libro Teatralidades de la memoria, realiza un repaso temático de sus obras. “Aguirre ha sentado su mirada en los múltiples espacios y sujetos que la configuran: los habitantes de la población marginal en Población esperanza (1959); el basural que habitan los recolectores de basura en Los papeleros (1963); los campesinos de Ranquil que recuerdan a sus familiares caídos en la masacre de 1938 en Los que van quedando en el camino (1969); la plaza de Yumbel, en que familiares y actores rescatan la memoria de 19 campesinos asesinados por el régimen de Pinochet en 1973, en el Retablo de Yumbel (1986); hasta el profundo abandono y desconcierto sufrido por los mineros de Lota, con el cierre de minas de carbón realizado en 1997 en ¡Subiendo… Último hombre! (2005).”
La influencia del poeta y dramaturgo Bertolt Brecht (1898-1956) se hizo sentir en todo el recorrido creativo de Aguirre. Ella realizaba observaciones en territorio en una bella conjunción de arte y búsqueda documental. Le interesaba retratar a través de sus personajes la realidad de su país. Para escribir Los papeleros pasó más de un mes recorriendo basurales de la periferia de la ciudad de Santiago. De esa manera pudo ver de primera mano cómo vivían y cuáles eran sus problemáticas cotidianas.
La miseria, la explotación y la desigualdad eran los ejes de sus escritos. A Población esperanza la escribió de la misma manera.
Los de abajo.
La investigadora Pía Gutiérrez Díaz hizo un análisis de la obra Los que van quedando en el camino. “Gracias a algunos elementos del teatro brechtiano, se construye la pieza que muestra diferentes episodios de la organización campesina, la represión que ejerce la policía al seguir las órdenes que se dan desde Santiago y el desenlace de la desolación de quienes sobreviven al desamparo y en el olvido. Todo parece cobrar sentido en 1969 cuando los campesinos vuelven a la calle, en Santiago, la capital desde donde antes se les condenó. Este texto dramático será representado, al menos de forma profesional, sólo una vez más en Antofagasta por un nuevo elenco en el año 1973. El Golpe Militar de ese año frena el montaje, así como la actividad de la mayor parte de la escena nacional. La obra cae al olvido y poco a poco deja de circular su texto y se condena al silencio que intentaba romper su escritura.”
“A Isidora Aguirre se la recuerda como una adelantada a su época, que hizo visible las injusticas sociales, y reivindicó la lucha de las mujeres campesinas”.
Aguirre creó el Teatro Experimental Aficionado en los inicios de los años setenta. Buscaba acercar las artes escénicas a los sectores populares y marginados, utilizando diferentes estrategias en las que en vez de representar las obras, su propuesta contemplaba la realización de talleres gratuitos de actuación y de escritura para la comunidad. Estos grupos de aficionados que se fueron organizando por quienes montaban sus propias creaciones, estaban en una tarea de “autogestión artística”.
Aguirre fue también una importante patrocinadora de la formación de varias generaciones de grupos teatrales. Se desempeñó como profesora y fue impulsora del desarrollo de la actividad teatral en varias provincias chilenas.
En primera persona.
En el texto de Isidora Aguirre, Mi experiencia con el teatro regional, sostiene que “debo decir que este permanente contacto con el teatro de regiones, me permite asegurar que hay, más que interés, verdadero entusiasmo por recibir a los grupos de teatro de la capital en giras y a los autores de las obras que montan ellos, pero más que nada, emociona la forma en que nos reciben y cómo manifiestan su agradecimiento cada vez que acudimos desde la capital a dar clases en talleres, gracias a las invitaciones de entidades culturales de Santiago y provincia.”
El legado de Aguirre está conformado por más de treinta obras estrenadas, junto a otras que permanecen inéditas.
Isadora falleció cuando tenía 91 años. La recuerdan como una adelantada a su época, que hizo visible las injusticas sociales, y reivindicó la lucha de las mujeres campesinas, del pueblo mapuche, y de las y los obreros de su pueblo.
Ella vive a través de su obra y de cada puesta en escena, venciendo al olvido colectivo al que están condenados estos sectores sufrientes de la sociedad chilena.
Con luz propia
La idea de “Las otras en nosotros” es poner la lupa en biografías de mujeres que en otro tiempo y en otro lugar acompañaron a personajes célebres de la historia: fueron hijas, hermanas, esposas, amantes, maestras, que brillaron con luz propia, pero quedaron recordadas en un segundo plano y hasta fueron olvidadas por las crónicas de época o tímidamente mencionadas.
La mayoría de los casos guarda relación con esta circunstancia, la de pertenecer a un círculo de ámbitos como los de la ciencia, la política, el arte, y las organizaciones sociales. Sin embargo, también haremos referencia a mujeres que, por su carácter temerario, sus aventuras fuera de lugar o su intrepidez quedaron fijadas en un imaginario popular que alimentó esos mitos con anécdotas y relatos que otorgaron rasgos ficcionales a sus personalidades o actuaciones.