Pasado el periodo legal, la situación psicológica cambia es como que la persona tras el divorcio vuelve a sentirse libre, como si empezara a descubrir también, sobre la base de esta estructura social, que son los ritos de pasaje, que de repente puede encontrarse de una manera diferente, percibirse distinto
Este hallazgo tiene que ver con la sensación de personas nuevas, de grupos nuevos, de vivencias nuevas, un encuentro quizás con parte de conductas pérdidas o abandonadas en la vida de pareja. Tanto el hombre como la mujer pueden descubrir, la vida relacionada con el cuerpo, con la alegría de vivir, sentirse sin presiones, estar bien a pesar de haber pasado una etapa muy dolorosa ante la decisión del divorcio.
Podemos hallar a los demás en otra dimensión, conectarnos a los otros sin sentirnos tan discriminados como divorciados, poder aceptarnos primero nosotros, y por ende no juzgar a aquellos que se separan. A veces implicará la libertad de salir con otras parejas, ya nuevas y antiguas, sin sentirse el tercero excluido, el molesto; poder salir con los hijos con otros padres divorciados sin sentirse blanco de todas las miradas.
¿AHORA SOY LIBRE?
Algunas personas, firmados los papeles ante el juez, y finalizado el proceso de divorcio, aparece una sensación muy fuerte de ser libre, una especie de alegría, de euforia, de sentir que, a partir de allí, no hay nada que me ate al otro. Si en su historia se había percibido ligado por un anillo, por el compromiso con una firma, ahora se puede empezar a sentir que existe una entera libertad para poder resolver.
Muchas mujeres, recién en esta poca, o en estos momentos, es cuando se permiten descubrir otras relaciones, salir con amigos o mostrarse un poco más libre en la sociedad, como si sintieran que el ex marido no les puede decir nada o la sociedad, porque los papeles están firmados.
Esta vieja autoexigencia, conectado con el contexto social, tiene relación con la religión, con los hijos, la familia ampliada. Se abre un panorama distinto dentro del psiquismo individual, si yo soy libre, puedo hacer lo que yo quiero, puedo elegir, puedo determinar, puedo salir o puedo entrar en una relación.
¿ES POSIBLE CONFIAR Y ENAMORARSE?
Evidentemente cuando las personas salen de situaciones frustrantes, se apartan de los sentimientos de protección de abandono, de fracaso, se sienten mucho más vulnerables y expuestos.
Como si muchas veces el divorcio los llevara a la vivencia de traición del género humano, son los hijos, la familia, la ex pareja, la vida. Será muy difícil recuperar la confianza, ella es la primera apertura para enamorarse.
Se duda de la capacidad de amor, de la posibilidad también de amarlo a uno. Ya que si alguien convivio, compartió, quizás tuvo hijos, y se fue, se desamoró. Esta separación vivida como fracaso, puede ser muy fuerte como para no comenzar ninguna otra relación, ningún vínculo.
HACIENDO LA PRUEBA
Sabemos que todo proceso de separación implica aceptación de la pérdida, tiempo de llorar lo perdido, de añorar, de hacer el duelo. En la medida en que se logre ir elaborando, aceptando las responsabilidades, nuestra proporcionalidad dentro de esta situación de divorcio, se podrá hacer la prueba, de confiar, salir con alguien, compartir, esperar. Vivenciar que los sentimientos no están muertos, los deseos no están anquilosados, de que es posible vernos y ver a la otra persona, a las otras personas de una manera diferente, es decir, experimentado la afectividad con otro.
Sabemos que en este “hacer la prueba” muchas veces se tienen variadas formas de reaccionar: o se tiran de cabeza sin pensar; o colocan demasiada distancia y el otro sale escapando. Se trata de encontrar una distancia óptima para relacionarnos. Estas pruebas pueden implicar la posibilidad de encuentro sexual, de descubrimiento a la sexualidad con otra persona que no es la pareja, descubrirse siendo mujeres, siendo varón, en otra relación y esto también exige cierta osadía, tener valentía para poder afrontarlo, pero de alguna manera es necesario para nuestro desarrollo personal.
¿REPETICIÓN O CAMBIO?
Muchas veces es como si sintiéramos, como si se hubiera grabado en nosotros la impronta de lo perdido. En esta búsqueda, en este hallazgo, este probar, suele ocurrir a veces que nos encontremos con personas que tienen rasgos fiscos, estilos psicológicos, o modos de comunicación, personalidades muy semejantes a la pareja perdida; aquí decimos que se está produciendo una repetición de la cual a veces no nos damos cuenta, no la percibimos erigiendo casi el mismo modelo de varón, el mismo modelo de mujer que habíamos tenido, y por tanto, estableciendo casi seguro, el mismo tipo de vínculos, el mismo tipo de interacciones que habíamos o que teníamos con la pareja anterior. Es así que esperamos que esta nueva persona cubra o venga a cubrir los espacios que la otra persona dejó y nosotros volvemos a actuar casi de la misma manera, como si no pudiéramos una cualidad distinta, una estructura mayor, de mayor complejidad, que nos permita afrontar el futuro de una manera más adulta, más madura. No todo debe ser de la misma manera, comenzando todo igual que antes, porque sabemos que de esa manera nos fue mal, si no justamente plantearnos este cambio como una manera distinta de ver el mundo y de vivir en pareja.