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El método Bielsa, cordura enajenante para el fútbol

Bielsa, el cuerdo al que el circo hace lucir como loco.
Nacido en Rosario el 21 de julio de 1955, Marcelo Bielsa es un entrenador de fútbol que deja huella. Los valores que transmite trascienden las fronteras del deporte y llaman la atención sobre los acuerdos infames que sostienen la cultura hegemónica

De repente, un video de youtube se hace viral. Las redes sociales explotan, los noticieros de todo el mundo hablan de lo mismo.

Es abril de 2019, el escenario es el fútbol inglés. Se enfrentan Aston Villa y Leeds United, en un partido de la segunda división. Un jugador del Aston Villa yace en la mitad de la cancha, parece lesionado. El Leeds tiene la pelota. Los jugadores del Aston Villa, compañeros del que está tirado en el césped, reclaman al rival que la tire afuera para que lo atiendan. Fuera de la nobleza y aprovechando la situación, los jugadores del Leeds llega al gol. No hay festejo, la bronca estalla. Entonces, en medio del caos, ocurre el milagro. El entrenador del equipo que acaba de hacerse con la ventaja ordena a los suyos la inacción, les ordena no moverse. Les exige que se dejen empatar. El Aston Villa saca del medio, y avanza ante los jugadores de Leeds que parecen congelados en la imagen. Llegan al gol. Ni el público ni los jugadores del equipo que llegó al empate salen del asombro, no está seguros de que lo que acaba de ocurrir fuera real. No suelen verse este tipo de situaciones en los campos de juego que se erigen sobre el vasto territorio del mundo entero.

En general, el ecosistema futbolero está preparado para convivir en la tormenta de la polémica. Jugadores, entrenadores, incluso dirigentes ensayan discursos para plantear polémicas o para gambetearlas. El sistema ha adoctrinado a los jugadores para sacrificar el honor del deporte en pos de conseguir una ventaja, sin sentir remordimiento por ello. Al debatirse entre la perversidad y la inocencia, los jugadores -en general- elijen la perversidad. Lo hacen casi como una estrategia de selección natural.

Como su rol es producir éxito, y su producción se juzga y valora en los resultados, los medios dejan de importar. Todo vale. Sin embargo, en el camino yacen los cadáveres: el honor, la lealtad, la justicia. Por eso, porque el espíritu deportivo del fútbol ha sido sacrificado en nombre del mercado y de los resultados, lo que debería ser común termina siendo extraordinario. Sucede con Bielsa lo que postulara José Ingenieros (1877-1925) en su concepto de hombre alienado, en el ensayo titulado El hombre mediocre: la mediocridad aliena lo extraordinario, al justo. Lo exhibe como un agente extraño, y la masa reafirma su sometimiento a la industria cada vez que le llaman loco al justo.

Las evaluaciones no deben hacerse en función de lo que se obtiene, sino de lo que se merece

El cuerdo Bielsa

Así, de hecho, le dicen al entrenador que exigió a su equipo poner la otra mejilla: Loco. Aquella no era la primera vez que el entrenador argentino Marcelo Bielsa hiciera trascender un mensaje de inconformidad respecto de la manera en que se juega el fútbol, incluso ya lo había llevado a la práctica en ese mismo equipo. Ocurrió cuando, a un mes de haber llegado al club, ordenó a sus jugadores recolectar residuos para que entendieran el esfuerzo económico que implicaba para los fanáticos del club poder adquirir una entrada para un partido.

También es verdad que su llegada a dirigir a Inglaterra no había sido la mejor. Bielsa había tenido un episodio infeliz, cuando el equipo de Derby County lo acusó de haber enviado a alguien a espiar el entrenamiento. Habrá sido aquella una experiencia de la que el entrenador argentino tomó nota: aunque una cultura normalice ciertas costumbres, no implica que eso sea correcto ni aceptado de igual manera en todas partes. Quizás, esta experiencia determinara en algún sentido el paso del entrenador argentino por Inglaterra.

Pero Marcelo Bielsa ya había dirigido en diferentes países y convivido en diferentes culturas, y en todas sus experiencias se destacó por un discurso cargado de contenido (muchas veces crítico) en sus conferencias de prensa. Sin vueltas, Bielsa siempre defendió la valoración del procedimiento por sobre el resultado.

“Las evaluaciones no deben hacerse en función de lo que se obtiene, sino de lo que se merece. Cuando se hace la evaluación exclusivamente en función de lo que se obtiene, y lo que se obtiene no es merecido, se corre un grave riesgo de interpretar lo que se está evaluando. Premiemos lo que se obtiene merecidamente y con recursos lícitos”, había dicho en alguna de aquellas oportunidades.

Juego justo

En esa misma línea, Bielsa se ha definido como un entrenador que, en la mayoría de los casos, no ha tenido éxito. Advierte el propio entrenador argentino que no se trata de una expresión de falsa modestia, sino de una calificación objetiva. Refiere también que la mayoría de sus experiencias eligió entrenar a equipos que no fueran de élite, lo que le significó un desafío para intervenir en el crecimiento del equipo y de los jugadores. Ya que entendía que, en el caso de los jugadores de élite, la intervención del entrenador es menor. Sin embargo, citó el caso de su experiencia como entrenador de la selección argentina de fútbol. Se trata del único caso donde le tocó dirigir un plantel de élite. Bielsa tuvo allí su más estrepitoso fracaso, cuando Argentina quedó eliminada en primera ronda del mundial de Corea-Japón 2002. Sin embargo, no hay un jugador de los que pasaron por aquel ciclo del seleccionado argentino que no lo haya llenado de elogios.

El gesto de Bielsa, de exigirles a sus jugadores que renunciaran a la ventaja que habían obtenido fuera de la nobleza del juego, pareció increíble. Tanto, que tomó repercusión a nivel mundial (siendo que hablamos de un partido de la segunda división del fútbol inglés). Está bien, lo extraordinario es noticia. Sin embargo, aunque la exposición a gran escala puede servir como enseñanza, también puede pensarse que atenta contra los valores que Bielsa intentó defender allí.

El mundo del fútbol se ha acostumbrado a asistir partido tras partido a la normalización de las injusticias: un penal que no fue, una expulsión inmerecida, equipos chicos perjudicados ante los poderosos, etc. Pareciera entonces que vivimos regidos por una cordura inversa, donde lo increíble es lo que debería ser (pero rara vez sucede). Al reaccionar con sorpresa ante el gesto de justicia, al seguir llamándole loco al que levanta el estandarte de lo que debería ser en lugar lo que suele ser, estamos renunciando la oportunidad de empezar a normalizar lo justo.

En su poema titulado Los justos, Jorge Luis Borges (1899-1986) enumera diferentes casos de personas que hacen lo que hacen porque lo consideran correcto. Para concluir el poema, Borges pronuncia una sentencia en el último verso. Dice que esas personas son las que están salvando el mundo. Así, no resulta exagerado afirmar que entrenadores y entrenadoras como Bielsa, muchas o pocas, las que están salvando el espíritu deportivo de agoniza en la mercantilización del fútbol.

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