Detrás de la comodidad de recibir un pedido en casa se esconde un oficio que se ha multiplicado pese a las condiciones de precarización que deben afrontar sus trabajadores. Una investigación de la UNER se enfocó en los cadetes que prestan servicio a través de plataformas digitales en la ciudad de Paraná. Las conclusiones preliminares dejan al descubierto el lado B de una actividad que se volvió cotidiana.
Mónica Borgogno
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Un proyecto de investigación que llevan adelante desde la Facultad de Trabajo Social de la UNER, pone el foco en los trabajadores de reparto de Paraná, que prestan servicio a través de plataformas digitales. Como se sabe, esta modalidad laboral se desarrolló notablemente durante la pandemia por Covid 19.
La investigación se denomina “Trabajadores de reparto desde plataformas digitales en la ciudad de Paraná. Trabajo devenido esencial con la pandemia”. A cargo del magister en Metodología de la Investigación, César Sione, el equipo está integrado por Graciela Mingo, Manuel Cavia, Elisa Sarrot, Valeria Rodrigo, Fabiola Bogado Ibarra, Esteban Cuatrín y Laura Bevilacqua.
El impacto de los cambios tecnológicos en la vida cotidiana, la flexibilización laboral que provoca, y la regulación de estos nuevos modos del trabajar, son algunas de las nociones desarrolladas por Sione en diálogo con EL DIARIO.
“Comenzamos en 2023; partimos de datos recolectados en una encuesta a deliverys de plataformas en Paraná realizada por estudiantes de las facultades de Trabajo Social y Ciencias Económicas de la UNER, en septiembre de 2022; a esta base la complementamos con entrevistas a los propios trabajadores y trabajadoras”, prologó.
–¿Qué inquietudes motorizan la investigación?
-–Trabajamos diferentes ejes temáticos: el perfil socio-económico, los niveles educativos, los ingresos monetarios, las trayectorias laborales previas, la experiencia actual, y las expectativas trabajando en el reparto.
Las motos y bicicletas de los repartidores de plataforma (en la jerga autodenominados “riders”) transitando las calles de Paraná, hace ya tiempo que forman parte del paisaje urbano. Esta nueva modalidad -devenida del avance tecnológico que desembarcó en tiempos de pandemia por COVID-19- fue un salvavidas para muchos comercios durante el aislamiento obligatorio en 2020. Como vemos, llegó para quedarse.
No caben dudas de que esta actividad es útil y que muchos consumidores la prefieren. En tanto empleo, toma trascendencia en el mercado paranaense como alternativa para que principalmente los jóvenes accedan a un trabajo remunerado, a costa de renunciar a algunos derechos laborales.
Sobrecalificados.
–¿Cuáles fueron los datos salientes con los que se toparon?
–Hay varios interesantes. Uno de ellos es que la mayoría de quienes trabajan desde plataformas en la capital provincial no superan los 24 o 25 años. Además, predominan los varones, con poca participación de mujeres.
Otro aspecto detectado es que hay sobrecalificación para la tarea, es decir que hay jóvenes con formación universitaria o terciaria que exceden las aptitudes necesarias para una actividad operativa de baja complejidad como el delivery. Respecto a los ingresos económicos sondeamos que en promedio un rider ganaba una suma de dinero mensual en paridad con el valor que calcula el INDEC para no ser pobre individualmente. Pero no se contempla si ese trabajador o trabajadora es sostén de un hogar (un 36,8% contestó serlo en la encuesta), lo que implicaría un monto insuficiente si conformara una familia tipo. Más allá de eso, una quinta parte duplica el ingreso y otra quinta parte lo triplica, autoexplotándose.
–¿Cómo es eso?
–Este grupo extiende la jornada laboral de conexión para estar mejor posicionados en el ranking que determina el algoritmo de la aplicación con la que trabaja.
Según testimonios de riders recogidos en Plaza 1º de Mayo, suelen recaudar entre 80.000 y 110.000 pesos por mes, a valores de mayo del corriente año. Esas entrevistas nos permitieron conocer que los que trabajan en bicicletas hacen viajes más cortos y su pago es menor. Así, el medio de transporte resulta clave porque el algoritmo relaciona los kilómetros recorridos con la fórmula de pago.
–¿Qué expectativas manifestaron los entrevistados?
–De la encuesta se desprende que para que el ingreso “rinda” se trabaja en promedio 8 horas por día, durante 6 días a la semana. La mitad de los riders contestó que, si consiguiera “algo mejor”, con más beneficios, dejaría este trabajo. Para muchos de ellos, éste no es el primer empleo que han tenido: vienen de empleos informales en distintas ramas, como atención al público en comercios, albañilería y oficios afines, taxistas y remiseros, entre otros.
El de los riders es un trabajo con altísima rotación: más de la mitad no supera los 6 meses de permanencia. En un primer momento se ven atraídos por los escasos requisitos para ingresar, la aparente autonomía e independencia que van a tener para desempeñarse y por el hecho de que comienzan a cobrar apenas crean la cuenta en la aplicación. Pero más temprano que tarde sobreviene el desencanto cuando se enfrentan a la realidad: el caótico tránsito paranaense, las adversidades del clima, la aplicación de multas, los hechos de inseguridad, el maltrato por parte de los clientes, y los controles y penalizaciones del algoritmo, empujan a que rápidamente comprendan que la primera impresión no era cierta.
Lo que notamos durante el relevamiento es que los trabajadores en general se adaptan a las condiciones que impone la plataforma. No obstante, la critican, y por eso proponen una ley regulatoria que especifique sus derechos y mejore las condiciones laborales.
“En mayo, un rider podía recaudar entre 80.000 y 110.000 pesos por mes”.
Soluciones.
–¿Qué aspectos debería contemplar la regulación de estas formas de empleo?
–En la encuesta se indagó en los aspectos que los trabajadores manifestaron que deben regularse. De esos testimonios surgió un listado que incluye que las plataformas entreguen herramientas tales como celular, cargador, y crédito; que se hagan cargo del mantenimiento de los vehículos (bicicletas y motos); que dispongan de lugares en el casco céntrico para estacionar y no ser multados. Además, que provean de áreas para descansar e higienizarse; y también que las aplicaciones cuenten con una sede en la ciudad para hacer los reclamos.
Otro asunto planteado es que debe transparentarse tanto el mecanismo de rankeo del algoritmo como los subsidios o bonificaciones de elementos de trabajo, como la mochila térmica y la indumentaria.
Algunos de estos reclamos se exteriorizaron en un par de marchas en Paraná. El 48,7% de los encuestados manifestó haber participado de esas protestas.
Como es una investigación reciente, los avances alcanzados sólo se han difundido en algunos eventos académicos y portales de la UNER. Una vez que contemos con más información, es nuestra intención compartirla con instituciones del mundo laboral, como sindicatos, o a personas interesadas en el tema, como juristas o funcionarios.
Distinciones necesarias.
–De la noción de flexibilidad laboral a la de independencia laboral hay un trecho, ¿qué percibieron al respecto?
–Sí, la distancia es enorme. La supuesta autonomía e independencia laboral que prometen las plataformas -y que les resulta tan atractiva a los jóvenes que ingresan a ellas- enmascaran, desde nuestra óptica, las viejas trampas de la flexibilización laboral.
Por eso, interrogamos sobre los alcances de la relación laboral con cada plataforma, para poder hacer un registro de los derechos vulnerados y, por ende, preguntarnos cómo se encuadraría este tipo de tarea en el derecho laboral.
El supuesto que ponemos en consideración desde nuestro proyecto es que en la práctica esta actividad que visibiliza a los trabajadores como “independientes y autónomos” no es tan así, y que existen elementos jurídicos para dejar entrever una relación de dependencia encubierta.
Por eso los trabajadores suelen verse privados de la posibilidad de fijar el precio de su trabajo. A la vez les son impuestas sendas condiciones laborales en términos de los procedimientos a seguir para realizar la tarea y los tiempos que debe insumir para cumplir eficientemente con el reparto. A estas responsabilidades las asume el trabajador en representación de la marca de la plataforma, tal como indican sus mochilas y atuendos.
–No son empleados tradicionales, pero tampoco cuentapropistas.
–Claro, al ser monotributistas, los trabajadores pueden pensar que gozan de independencia laboral. Pero, como dijimos, el control algorítmico de los tiempos y del rendimiento que ejercen las plataformas sobre el trabajador sugieren la conveniencia de pensar en un marco normativo que resguarde los derechos laborales para esta actividad singular.
No debemos minimizar el impacto de los algoritmos, que efectivamente ordenan de manera invisible la actividad. De hecho, asignan trabajos, controlan, disciplinan, estiman remuneraciones, y toman decisiones en forma unilateral ante conflictos, con escaso o nulo conocimiento del involucrado y sin que este pueda ejercer derecho a réplica. Tampoco hay una figura humana tangible que pudiera ser un jefe o encargado, a quien dirigirse ante una situación puntual. Tal es así que los reclamos e inquietudes se tramitan a través de la misma plataforma.
“El medio de transporte resulta clave porque el algoritmo relaciona los kilómetros recorridos con la fórmula de pago”.
Informales e invisibles.
–De modo que la plataforma es también un sistema de sanción.
–Los riders dan cuenta en primera persona de algunas de esas situaciones de desprotección: 6 de cada 10 han sido sancionados en distintos momentos, siendo “bloqueados o pausados” por la aplicación; al 66% lo penalizaron y perdió los puntos del ranking de eficiencia, con lo que no pudieron acceder a más repartos para aumentar sus ingresos u obtener mejores turnos para organizar sus vidas.
Como vemos, este management algorítmico moderno establece nuevas condiciones de trabajo. Y, por eso mismo, interpela las bases jurídicas existentes que, a su vez, deberán ser compatibles con los nuevos principios de realidad, tratando de proteger al eslabón más débil de la cadena antes que las ganancias empresariales del neocapitalismo.
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