martes , 29 octubre 2024
Home Colaboradores Un faro educativo para el país
ColaboradoresDestacado

Un faro educativo para el país

La imponente estructura edilicia de la escuela invita a quienes pasan por sus aulas a elevarse, cada vez más alto, mediante el estudio que prestigia y alienta.

Ante un nuevo aniversario del inicio de actividades de la Escuela Normal, que se celebrará el próximo miércoles 16 de agosto, un somero recorrido por su historia permite recordar motivos por los cuales ocupa un lugar referencial en el panorama educativo del país.

Teresa Vírgala de Arijón | Especial para EL DIARIO

Los almanaques y las agendas señalan fechas que son insoslayables y que son un motivo para el recuerdo venturoso para el festejo. O, por el contrario, para dejar a un lado aquello que se desea olvidar.

Entre tantas efemérides, en este mes de agosto hay una jornada clave, una recordación insoslayable: se trata del día 16 de agosto, que señala el aniversario de la inauguración de la Escuela Normal del Paraná.

Con una tarea constante en beneficio de la entidad, la Asociación de Ex alumnos de la Escuela Normal se ocupa de mantener vigente la historia de la institución y ubicarla en el contexto del devenir de la historia de la Patria.

Fue en 1869 cuando el Congreso Nacional autoriza mediante Ley, los gastos para la creación de dos Escuela Normales: una en Paraná y otra en Tucumán. En 1870, el Ministro Avellaneda decide la instalación de la Escuela en la ciudad de Paraná y en agosto de 1871, comienza a funcionar. En aquel momento fundacional, había un sistema de becas entre el alumnado. Además, mediante el reglamento del Ministerio, los estudiantes recibían todo tipo de material de estudio tales como libros y elementos escolares.

Pero ¿por qué una escuela Normal? Ello nace de la necesidad de formar maestros para la enseñanza común. El Profesor estadounidense Jorge A. Stearns, ejerció la dirección en el período de apertura. También estadounidenses fueron las primeras docentes que tuvo la Escuela.

A 150 años de aquel momento cabe preguntarse: ¿Existe en el presente una exacta dimensión de la labor, del esfuerzo, de la creatividad y la innovación que significó y significa la irrupción de la Escuela Normal en la sociedad?

Agreguemos a lo anterior otra fecha para el recuerdo y el agradecimiento: la creación en agosto 1884 del Primer Jardín de Infantes del País.  Al momento de su fundación concurrían 35 niños cuyas edades oscilaban entre los tres y cinco años.
Pocos años después de esta creación y de manera auspiciosa, se dio inicio a la carrera de Nivel Inicial.

La Escuela Normal sirvió de norma y modelo para todas las escuelas del País. En ella se percibe la visión amplia y visionaria de Domingo Faustino Sarmiento. Como el Zonda de su San Juan natal, Sarmiento intentó disipar las nubes de la ignorancia entendiendo el rol indispensable e inexcusable de la Educación.

Entre otros aspectos elogiables del cuyano, puede señalarse además la gran utopía que movía sus acciones y prueba de ello es el lugar primerísimo que dio a la mujer para la enorme tarea.

¿Por qué su nombre?

Pero ¿Por qué se impuso el nombre a la escuela? Se lo hizo así en recuerdo del pedagogo José María Torres que fue su segundo director.

Quienes recorrieron y recorren el interior del edificio escolar, sea como alumnos o como visitantes, no pueden dejar de lado el asombro por la magnífica estructura edilicia.

Por ambas entradas el visitante es recibido por las escaleras que parecen invitar generosamente a “subir, a escalar”, a elevarse cada vez más arriba mediante el estudio que prestigia y alienta.

Los magníficos vitrales de la escuela juegan con las luces o con las sombras hipnotizando las miradas. Allí están también las galerías llenas de huellas, los patios generosos en sus espacios, los bustos de agradecimiento a personas destacadas, la magnolia que aún añosa continúa regalando su inconfundible fragancia. Y luego está el patio… El gran patio amplio y contenedor con su mástil airoso que retiene entre sus pliegues a Aurora y canta también al unísono cada mañana en el inicio de la jornada “Alta en el cielo…”.

El edificio de la escuela fue declarado Monumento Histórico Nacional en 2009. Además, en su frente puede verse un Emblema Azul distintivo otorgado a la Escuela en 2015 por la UNESCO para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado. Se trata de un escudo que identifica los sitios culturales protegidos por la Convención de La Haya, tal lo establecido por la Res. 754 /2015, del Ministerio de Defensa de la Nación.

En esa línea de reconocimientos, por Ordenanza 9332 del 11 de noviembre de 2015, se ratificó por parte de la ciudad de Paraná la distinción para la Escuela Normal José María Torres.

Por otro lado, mediante un proyecto presentado por la exalumna, Senadora Stella Olalla de Moreyra, con la solicitud y adhesión de actores institucionales, se ha solicitado al Senado de la Nación que declare a la Escuela Normal del Paraná -que actualmente es parte de la Uader, como Cuna del Magisterio Argentino.

La figura del sembrador representa la misión de la escuela y de quienes se forman en ella: distribuir las semillas del conocimiento.

Misión y legado

Al llegar a este punto, la memoria se alborota y quiere participar, contar, recordar. En la mirada desde una perspectiva puesta hacia el futuro surge entonces con claridad aquel párrafo del libro de Job: “Sabrás que tu descendencia es numerosa, / tus vástagos como la hierba de la tierra, / llegarás a la tumba vigoroso / como se hacinan las gavillas a su tiempo”.

Aparece entonces, para aglutinar a quienes han egresado de las aulas de la Escuela, la figura del Sembrador, marcando la consigna de una misión: Sempert et ubique. Allí están esas tres palabras inscriptas en el distintivo de la Asociación, señalando la esperanza de la semilla y la cosecha prometida. Allí está y estará por siempre de manera que sea posible recoger  el más sabroso de los frutos para una sociedad: la educación.

Con esa perspectiva, uno de los espacios institucionales que brindan la posibilidad de participar a quienes deseen hacerlo -como exalumnos- es el de la Asociación de Ex alumnos de la Escuela Normal de Paraná. Creada en 2005 por un muy entusiasta grupo de egresadas, la Asociación tiene como principal objetivo “promover la unión de sus exalumnos fomentando entre ellos vínculos solidarios dirigidos a revitalizar los principios y valores éticos que hicieron del normalismo el soporte fundacional de la educación argentina”.

La entidad lleva a cabo actividades culturales, encuentros recreativos, presentaciones de libros, muestras y, una vez al año organiza su ya tradicional y esperado Encuentro de sembradores.

En este punto bien cabe preguntarse: ¿Para qué sirve una Asociación de Exalumnos? La Profesora Norma Fernández Doux de Demarchi brinda una respuesta: “Para conservar y legar, para educar y valorar, para enriquecer la memoria y la historia de nuestra Escuela que dejó una marca indeleble en la vida de los que se formaron en ella”.

Hay mucha mies esparcida en este mundo actual tan incoherente, tan deshumanizado en el cual se lucha y se sueña y en el que muchos como tú tratan de lograr en las aulas lo siempre eterno: el amor.

María Beatriz Arnau.
 Promoción 1944 – Escuela Normal de Paraná

Related Articles

El gobierno reglamentó la reforma laboral

Apunta a promover el incremento del empleo registrado Un blanqueo de impuestos...

Se viene una nueva despedida para el Gurí 

El Gurí Martínez disputará nuevamente una carrera sobre el Ford Mustang de...

Blanqueo de Capitales: se prorroga hasta el 31/10

El Gobierno prorroga hasta el 31 de octubre la fecha límite para...

Invertirán $1.900 millones para sanear el arroyo Las Viejas

“Saneado el arroyo, podremos usar la playa del Thompson con mucha más...