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Así como se vive, se maneja

En la calle se advierten situaciones curiosas, no contempladas en los manuales. FOTO: Gustavo Cabral.

La influencia del factor humano sigue siendo decisiva a la hora de evaluar las estadísticas sobre los incidentes viales, muchos de ellos con consecuencias mortales o secuelas que se cargan de por vida. Lo que ocurre en la vía pública es un reflejo, en algún sentido, de cómo se tramitan las diferencias.

Redacción EL DIARIO

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Todos los días las noticias reflejan incidentes viales de distinto calibre que se producen dentro de las ciudades o en las rutas. Los informes destacan en general una serie de factores que confluyen: imprudencia, violación de una o más normas de tránsito, o un mal cálculo. Todas estas son expresiones que aluden indirectamente a un problema de tipo cultural en el que confluyen la falta de conciencia de la capacidad de producir daño; una urgencia desmedida por llegar a tiempo y una curiosa convicción de que el tráfico debe asociarse para que uno alcance el objetivo deseado. En el fondo, el problema es de asumir los costos de la convivencia. Hay una guerra no declarada entre automovilistas particulares y de alquiler, colectiveros, motociclistas, camioneros, ciclistas y peatones. Todos tienen un reproche que hacer a los demás y en la vía pública encuentran el escenario para dar rienda suelta a una bronca que acaso provenga de otras situaciones.

A más de un lector de EL DIARIO le debe haber llamado la atención la cantidad de incidentes viales que se vienen informando en el último tiempo.

Según el informe del Observatorio de Seguridad Vial, dependiente del Ministerio de Gobierno y Justicia de Entre Ríos, en los primeros 6 meses de 2023 se registraron 89 muertes en siniestros viales ocurridos en la provincia. Los números reflejan un aumento si se lo compara con lo ocurrido en 2022. Allí también se detalla que sólo en el mes de julio se contabilizaron 15 fallecimientos y que en la primera semana de agosto hubo al menos dos víctimas fatales.

El informe revela también que el 79% de las víctimas mortales son hombres, el 21% mujeres y que la mayoría de ellos tienen entre 35 y 44 años.

A su vez, el relevamiento aporta una discriminación por localidad, que es la siguiente. Paraná (13), La Paz (13), Federación (11), Concordia (11), Colón (8), Gualeguay (6), Concepción del Uruguay (5), Gualeguaychú (4), Victoria (4), Gualeguaychú (4), Villaguay (3), Nogoyá (3), Rosario del Tala (2), Islas (2), Diamante (2), y San Salvador (1), Federal (1).

A las rutas.

El problema no es estrictamente local. Una situación similar se advierte en el resto del país. En 2022, la consultora internacional Zutobi elaboró un ranking mundial basándose en datos publicados por The Global Economy sobre el estado de las rutas alrededor del planeta. Se consideraron factores como el porcentaje de rutas en condiciones “aceptables”, las tasas de accidentes fatales en autopistas, el promedio de distancia diaria recorrida por habitante y la evolución de inversiones en infraestructura en los últimos cinco años. Es claro que hay un déficit en las condiciones de seguridad que ofrecen rutas, autovías y autopistas, pero también que es fuerte la incidencia del llamado factor humano.

Según datos de la Dirección de Estadística Vial del Ministerio de Transporte de 2023, el año pasado murieron en accidentes de tránsito 3.828 personas (10,5 víctimas diarias en promedio) en 3.415 siniestros viales (9,4 por día).

Esta sería la segunda cifra más baja de la última década, apenas por detrás de las correspondientes a 2020, año en que comenzó la pandemia de coronavirus y se vio marcadamente disminuido el tránsito automotor en todo el país. Más de la mitad de estos corresponden a accidentes en rutas (29% en rutas nacionales y 21% en rutas provinciales), mientras que apenas el 20% de los siniestros se dio en calles urbanas.

Estrés en el tránsito.

Hay otro dato clave. La agresividad en las calles es moneda corriente entre quienes se mueven en ellas, ya sea como peatones o como conductores. Pero en los últimos tiempos se percibe un incremento de la violencia en las calles y rutas.

Los noticieros han dado cuenta de incidentes de este tipo. En el Gran Buenos Aires, una conductora chocó a un auto en un cruce de calles; su conductor se bajó con un hacha y comenzó a golpear el vidrio del lado de la conductora. Segunda postal. En la Ciudad de Buenos Aires, un motociclista insultó a una mujer que le reprochó estar obstruyendo la vereda con su moto. La mujer lo empujó indignada y él la levantó en el aire y la estrelló con fuerza contra el piso.

Resulta evidente que estas reacciones violentas no tienen proporción alguna con los hechos que le dieron lugar. No hay un solo motivo que permita entenderlas. Los estados personales alterados pueden tener orígenes psicológicos, físicos y sociales complejos. Pero que esa violencia se manifieste en la calle tiene en parte explicación en el acto de conducir un vehículo.

Conducir es una acción compleja que nos involucra psicológica y físicamente y nos obliga a convivir con los demás en el espacio compartido de la vía pública. Esta situación puede resultar limitante y estresante, hasta el punto de desencadenar, en algunas personas, conductas hostiles y agresivas en calles y rutas.

“El principal problema en las rutas es el exceso de velocidad, a lo que se suma el consumo de alcohol y la falta de controles”.

En detalle.

Una encuesta realizada por Luchemos por la Vida, reveló que un 9% de conductores varones se había trenzado al menos una vez en una lucha corporal por una disputa de tránsito.

Investigadores del comportamiento en el tránsito han detectado hasta 15 factores de estrés en la conducción. Los más frecuentes:

* La inmovilidad física, que favorece la acumulación de la tensión al volante, más aún cuando la circulación no es fluida o el tránsito está muy cargado.

* Los límites del flujo de tránsito, ya que los vehículos deben moverse en interdependencia los unos con los otros. En las congestiones de tránsito, el no poder avanzar como se desea, puede generar ansiedad y hasta enojo en el conductor y el deseo de escapar de estos límites, lo que a menudo deriva en maniobras riesgosas o agresivas, que se descargan sobre los demás y que irrita a los otros conductores.

* Las normas limitantes: los límites de velocidad o las restricciones de circulación o estacionamiento en ciertas zonas, necesarias para la seguridad vial, molestan a muchos conductores que piensan que no se justifican y tienden a incumplirlas y transgredirlas.

* El sentimiento de territorialidad y posesión: los conductores consideran el espacio de su auto como su territorio. Así, un roce o una aproximación peligrosa puede ser vivido como un ataque o provocación capaz de desencadenar situaciones de violencia entre los usuarios de la vía pública.

* La dispersión de la atención o atención dividida por la realización de varias tareas a la vez como conducir y hablar, mensajear por celular, o comer, incrementa la tensión del conductor.

* La negación de los errores. Manejar resulta un compilado de conductas automatizadas por años, por lo que muchas acciones están fuera de la conciencia de las personas. Y, por ende, de la autocrítica. En los incidentes de tránsito hay una tendencia frecuente a atribuir la culpa más a los otros que a uno mismo y a sentir que las quejas de los demás no se justifican. Entonces, el perjudicado, puede indignarse y desear castigar y tomar represalias, sumando tensión y agresividad a la situación.

Al salir a la calle es importante buscar la forma de convivir de la manera más armónica. FOTO: Melina Londero.

Qué se puede hacer.

El abordaje de los problemas de agresividad y violencia en el tránsito es complejo y multidisciplinario, pero posible. Algunas acciones imprescindibles:

* Mejorar la infraestructura vial, para una circulación fluida y segura de vehículos y personas con la menor conflictividad posible.

* Reducir las velocidades máximas en zonas densamente pobladas que permitan fluidez de circulación con especial cuidado a los más vulnerables en el tránsito.

* Dar vigencia plena a las normas de tránsito, difundidas y aplicadas con controles eficaces y sanciones severas a los transgresores.

* Educar para una movilidad segura desde la niñez y a todos los conductores de vehículos con conciencia de la interdependencia en el sistema del tránsito y el valor de las normas para una mejor convivencia en el espacio compartido de la vía pública

* Educar a los conductores en las habilidades para detectar, en ellos mismos, las señales de estrés, y poder juzgar “empáticamente” las situaciones problemáticas con los demás para resolverlas con autocontrol y cooperación.

Mejorar la convivencia en el tránsito beneficia a la salud, al bienestar de todos y a la seguridad vial.

Razones

Para el capacitador de Luchemos por la Vida, Alberto Gasparini, el principal problema en las rutas es el exceso de velocidad, a lo que se suma el consumo de alcohol y la falta de controles. “Hay muchas rutas de doble mano, con siete metros de ancho, que tienen 50, 60 años de antigüedad. Por ahí circulan camiones y, a cierta velocidad, el acoplado se anda zarandeando, casi se rozan entre los que vienen de un lado y del otro. Y están separados sólo por una pintura”, explicó.

Según la Dirección de Estadística Vial, más de la mitad de los siniestros viales fatales se dan por colisión entre vehículos. La causa más habitual la representan los sobrepasos indebidos. La combinación entre un importante tráfico de camiones, rutas de un carril por mano, exceso de velocidad y, en ocasiones, consumo de alcohol y, en menor medida, cansancio y uso del celular, deriva en que las estadísticas de accidentes no disminuyan notablemente. Imprudencia al volante y falta de inversiones se conjugan.

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