domingo , 22 diciembre 2024
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Bernatek, un escultor de historias mínimas

Premiado repetida y merecidamente, el escritor Carlos Bernatek es uno de los más brillantes autores argentinos de la actualidad. Su obra es absolutamente imprescindible y se enfoca en reencontrar el sentido humano en los seres comunes y corrientes.

Gustavo Labriola

Especial para EL DIARIO

El escritor Carlos Bernatek tiene una vida itinerante. Nació en Avellaneda en 1955, residió en distintas ciudades del conurbano bonaerense, vivió muchos años en Santa Fe, y desde hace un tiempo, va y viene desde la Ciudad Autónoma a la vecina capital.

Pese a su condición de nómade ilustrado, ubica sus historias en Santa Fe o en pueblos aledaños, reales o imaginados.

Comprometido con la historia y convencido que la cultura se asocia con las costumbres y tradiciones y se valoriza con el respeto a la vivencia y sus expresiones, en su función pública se preocupó por conservar y fortalecer el acervo histórico.  

Dueño de un lenguaje llano, de fácil lectura y decididamente popular, Bernatek es, no obstante, profundo y de una percepción infrecuente de las realidades, virtudes y miserias de los hombres. Admirador del escritor Juan José Saer, en sus historias emerge el interés por contar pequeñas historias de gente común incursa en la vida cotidiana, no sin contemplar situaciones a veces absurdas.

Bernatek se hizo conocido por la novela “Rutas argentinas”, con la cual obtuvo el Premio Alcides Greca de la provincia de Santa Fe. Se exponen allí los sentidos adormecidos de los habitantes en sus burbujas afectivas y sociales. Se percibe un interés en ocuparse de personajes en continuo deambular. Hay un entramado de melancolía y dislates siempre motivado por esa ambiciosa ilusión de una mejoría que nunca llegará.

En realidad, su primera novela publicada fue “La pasión en colores”, con la que fue finalista del prestigioso Premio Planeta, en 1994.

Bernatek en la novela Un lugar inocente, deja al desnudo la dependencia que su generación tiene respecto a la dictadura. En ese libro el protagonista vuelve a la Argentina desde su exilio madrileño para resolver una situación familiar y se reencuentra con los fantasmas que había intentado olvidar en su huida. Con una prosa teñida de dramatismo e intensidad, bordeando lo sombrío, deja la impronta de un comportamiento acorde con las miserias y opciones humanas. Un libro insoslayable.

Bernatek también es autor de Trilogía de Santa Fe, compuesta por La noche litoral, Jardín Primitivo y El hombre de cristal. En estas obras, dialoga con la historia y con sus recuerdos, a partir de una escritura en la que no es necesario que precise la época en que se desenvuelven las tramas porque el lector lo capta con facilidad.

Tras el prisma. Vista en perspectiva, la obra de Bernatek tiene componentes sustantivos: el pasado, la humedad malsana de Santa Fe, el machismo, la marginalidad de los protagonistas, el hilo delgado de la corrupción permanente, la esperanza incipiente de un mañana mejor o más desahogado.

La trilogía es una saga que, entre marginales, gira en derredor de Ovidio Balán, “un gordo forro que se creía que era Gardel, pero tenía una cosa fascinante: pertenecía a esa clase media santafecina e iba al colegio de la aristocracia, el colegio de la Inmaculada. Ahí iba el hijo del comerciante, pero también el hijo del estanciero. Y se daba esa rara convivencia en que un clasemediero se criaba con un oligarca”, según expresa el autor en un reportaje.

“La noche litoral” está escrita con dosis de ironía descarnada, siempre al límite, su protagonista es un ser esperpéntico con un ligero parentesco con el Ignatius J. Reilly de La conjura de los necios, que no tiene límites morales, obsceno, perdedor nato, que construye una ética tal que le hace decir que “el trabajo nunca contribuye a la dignidad del individuo humano, sino a foguear su inmoralidad”.

En Jardín primitivo, hay un homenaje explícito a Saer, dado que Ovidio Balán, es natural de Serodino, el pueblo natal de El limonero real. Allí, Bernatek efectúa una sabia observación respecto al comportamiento de la sociedad, a través de un personaje que define a la clase media como aquella que “puede apropiarse de las frases del aristócrata, porque no le da el cuero para apropiarse de sus bienes”.

En El hombre de cristal, los recuerdos increpan a los personajes por encima de un presente inmisericorde que no les genera perspectivas de mejoría ni expectativas esperanzadoras. Por tal razón, con espíritu de parodia, el pasado es el condicionante, en parte, y en cierta forma el confortable lugar, en que se mantienen.

“Las historias de Bernatek son muy cinematográficas, por las características de los diálogos”.

Estilos. Según la doctora en Letras Soledad Quereilhac, “Bernatek logra el inusitado tono de un sainete punk”. Una peculiaridad de Bernatek es que ha tomado del rock los títulos para sus libros. Así El hombre de cristal, está tomado de la letra de Tanguito “Amor de primavera”, que hizo propia Spinetta a quien ya lo había homenajeado con “Rutas argentinas”. A Jardín primitivo, lo ha tomado de la letra del tema del Indio Solari, que hizo popular Sumo: Mejor no hablar de ciertas cosas.

Bernatek reconoce en Roberto Artl, en particular en El juguete rabioso y El jorobadito alguna cercanía con los marginales de sus historias y en los sainetes de Armando Discépolo, la sincronía entre desencanto y estancamiento melancólico que los caracteriza.

Con El canario, obtuvo el Premio Clarín-Alfaguara de Novela y Bernatek se involucra con las derivaciones de la oscura dictadura argentina. Una novela de tres seres atravesados por el dolor, la delación y la angustia en la sucesión de imágenes que quedaron inmersas en la memoria de ellos, con exilios, reencuentros y reproches. El eje es un autoexiliado que retorna en los ‘80 para encontrar un país y una sociedad vulnerada y desencantada. Se involucra con los primeros años del proceso con su crueldad y dolor.

Las historias de Bernatek son muy cinematográficas, por las características de los diálogos. De hecho, uno de los cuentos fue convertido en obra fílmica, en el mediometraje Pajarito, la lluvia, filmado en Santa Fe y dirigido por Mario Cuello.

Se advierten cepas discepolianas en la escritura de Bernatek.

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