domingo , 22 diciembre 2024
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El edulcorante, más malo de lo que se cree

Nuestra cultura ha incorporado a la alimentación niveles de azúcar que nos resultan perjudiciales. Foto: Juliana Faggi.
La sospecha se confirmó: la supuesta capacidad del edulcorante de reemplazar el azúcar de manera saludable no es tal. Artificial al gusto, estos productos sintéticos generan un daño apreciable en la salud de las personas. 

Los memoriosos recordarán que el edulcorante apareció en el mercado como una especie de mal menor, sustituto del azúcar cuyo consumo produce un sinnúmero de desequilibrios en el organismo. 

En efecto, está comprobado que el consumo sostenido de azúcar no solo puede producir diabetes, sino que también puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas, elevar la presión arterial, inducir cuadros de inflamación, y provocar afecciones hepáticas. 

Cada argentino consume en promedio cuatro veces más de azúcar de la recomendada por la Organización Mundial de la Salud

La propaganda ha hecho que la cultura incorpore la idea de que el edulcorante es parte de una estrategia para bajar de peso. Más allá de que con ese único recurso tampoco se obtendrá el resultado esperado, corresponde señalar que el daño que producen estos líquidos sintéticos puede afectar el organismo de manera integral. De ahí que una propuesta saludable consista en abandonar progresivamente el azúcar para disfrutar mejor del sabor de los alimentos que, vale apuntar, ya tienen su dulzor; y no sustituirla por un producto como el edulcorante que provoca tanto daño en los distintos sistemas constitutivos del organismo. 

De hecho, si bien el cáncer es una enfermedad multicausal, se sabe que los tumores se alimentan de la glucosa, que es en lo que se transforma la azúcar que se ingiere y muchos de los carbohidratos.

Por estas razones, la Organización Mundial de la Salud emitió un comunicado. Allí se señala que el consumo de los edulcorantes no aporta ningún beneficio en la reducción de grasa corporal. Además, su uso a largo plazo podría generar efectos indeseables como un mayor riesgo de adquirir diabetes, enfermedades cardiovasculares, aumentando la mortalidad en adultos.

La charla con otros nos puede ayudar a entender que podemos reducir los niveles de azúcar. Foto: Juliana Faggi.

Malas decisiones

El aumento en la ingesta de los endulzantes, derivó en una mayor preocupación de parte de los expertos. Si bien es cierto que el uso de estas sustancias está debidamente regulado, el acostumbramiento deriva en que los consumidores sobrepasen la ingesta diaria recomendada.

Los especialistas sugieren reducir los dulces desde edades tempranas para gozar de una mejor salud. Así, reemplazar por edulcorantes los azúcares refinados y los naturales presentes en las frutas o la miel, no ayuda a reducir grasa en el cuerpo de adultos y niños. 

Por contrario imperio, es necesario contemplar otras maneras de reducir el consumo de azúcares libres, al ingerir alimentos que naturalmente contienen azúcares, como las frutas o alimentos y bebidas que no sean dulces. Esta recomendación se aplica al común de las personas, excepto a aquellas con diabetes preexistente.

Este conjunto de recomendaciones está basado en las conclusiones de la revisión de evidencia científica y forma parte de los esfuerzos de la OMS para que los países adopten políticas que favorezcan hábitos de alimentación saludables y dietas de calidad, lo que reduce el riesgo de sufrir enfermedades crónicas.

Vale la pena agregar que cada argentino consume en promedio cuatro veces más de azúcar de la recomendada por la Organización Mundial de la Salud. Lo hace a través de productos alimenticios como gaseosas, golosinas e infusiones. 

Según un trabajo publicado por investigadores de cuatro instituciones, entre ellas el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica, de Francia, y la Universidad Sorbonne de Paris Nord, las personas que más edulcorantes consumen, especialmente aspartamo y acesulfamo K, tienen un mayor riesgo de padecer algún tipo de cáncer.

Ante este panorama, emerge con claridad la influencia que ha tenido la publicidad en nuestras formas de entender la alimentación. Y, en el mismo sentido, la necesidad de generar un proceso de reeducación que se base en un mayor conocimiento de los ingredientes alimenticios y de lo que necesitamos para llevar una vida saludable. 

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