Es un material flexible, maleable, impermeable, elástico y de alta duración. Está mucho más presente en nuestras vidas de lo que solemos percibir. La frazada, nuestra ropa, los envases de alimentos, el celular, la puerta de la heladera, el cepillo de dientes y hasta nuestro auto, son de plástico.
Maite Durietz (Télam) *
La aparición del plástico nos permitió de alguna forma dejar de depender de los límites que nos imponían otros recursos naturales en un contexto de crecimiento poblacional y de desarrollo industrial exponenciales. El uso de materiales como el marfil para generar productos de uso cotidiano, acotaba el alcance de varios sectores de la población a los mismos por su escasez y elevado costo económico, y con ello disminuyó su calidad de vida. Además, la utilización desmedida de este tipo de recursos puso en riesgo a varias especies. Cuando el plástico apareció nos liberó de todo eso, o por lo menos eso creíamos.
Hoy, nuestra mirada cambió rotundamente y vemos al plástico como un enemigo. Pero el problema no radica en el material en sí, sino en la forma en que lo usamos. Nuestro ritmo de consumo de un material que, en definitiva, no desaparece, está poniendo el peligro a los ecosistemas y hasta a nuestra salud.
Solamente el 9% del plástico se recicla a nivel global. Por lo que la velocidad con la que lo producimos, consumimos y desechamos, hace que el reciclaje nos quede chico. El 50% de los plásticos que usamos son desechables, en su mayoría con funciones de menos de 5, dando como resultado una cantidad de residuos plásticos inmanejable. Cabe destacar que el plástico no desaparece, sino que se acumula en los distintos ecosistemas, océanos, bosques, humedales, montañas y hasta en nuestros alimentos, en forma de microplásticos.
Por otro lado, hay que considerar que genera impactos negativos durante todo su ciclo de vida. En su fabricación generando gases de efecto invernadero (GEI), durante el uso desprendiendo microplásticos y una vez convertido en basura causando estragos en los ecosistemas y la vida en la Tierra.
Es indiscutible que tenemos que incorporar nuevos hábitos y estrategias para cambiar la relación que hemos construido con el plástico. Pero hay tantas alternativas en el mercado a las que llamamos “sustentables”, que muchas veces no terminamos de entender cuál de ellas es la mejor.
La primera y la más poderosa de las estrategias que podemos implementar, es reducir el consumo. Incorporar un enfoque consciente al comprar y consumir productos que minimicen la cantidad de plástico utilizado en su fabricación y empaque. Podemos comprar productos a granel para evitar los envases innecesarios, por ejemplo, o elegir alternativas con envoltorios biodegradables.
Otra manera de reducir es acudiendo a los productos reutilizables. Botellas, bolsas, contenedores de plástico, cubiertos y otros elementos que usamos de manera cotidiana y que podemos elegir en un formato que nos permita reutilizar, en lugar de usar y tirar. Optar por productos que se puedan recargar, también es una buena forma de reducir y reutilizar.
El reciclaje también hace su aporte, y es una alternativa que mira hacia atrás y hacia adelante. Podemos elegir productos elaborados con plásticos reciclados, de organizaciones que lograron utilizar un residuo como recurso para fabricar algo nuevo con un agregado de valor. Y también podemos elegir plásticos y asegurarnos de que sean recuperables, en los casos en los que no contemos con otras alternativas más sustentables.
Los productos biodegradables se presentan como una alternativa prometedora para reducir la acumulación de residuos plásticos a largo plazo. Casi que nos hemos enamorado de este tipo de productos y, usualmente, si los vemos en las góndolas los elegimos por sobre los plásticos tradicionales sin pensarlo demasiado.
Pero cada una de estas alternativas tiene sus ventajas y desventajas. Cuando hablamos de reciclaje, es importante entender que para que algo se recicle efectivamente tiene que estar bien clasificado y debemos asegurarnos de que llegue a un destino adecuado. Además, materiales como el papel, el cartón y los distintos tipo de plástico, tienen un límite de reciclabilidad y es necesario usar materia prima virgen en el proceso de reciclado.
Para los biodegradables, tenemos que tener en cuenta que sigue tratándose de productos descartables, en su mayoría, que continúan con la lógica de usar y tirar. Esa tendencia cultural es la que nos trajo a donde estamos hoy parados, por lo que habría que repensar qué tan acertada es esta solución. Su proceso de fabricación requiere de materia prima, agua, y tiene un costo energético determinado y generan un residuo que el ambiente tiene que poder absorber. Es decir, no son libres de impacto.
Tendríamos que empezar a pensar en nuestras elecciones desde otra perspectiva, sin encasillar a un solo material o una sola técnica como la gran solución a todos nuestros problemas. Abordar el problema del plástico requiere un enfoque integral y diverso que combine la reducción, la reutilización, el reciclaje y nuevas tecnologías que hagan crecer estas alternativas en calidad y en cantidad.
No existe una única respuesta a la contaminación plástica, tomar decisiones de producción y consumo de manera más consciente, basándonos en la utilidad que se le va a dar a ese material o producto y optimizando el diseño para generar el menor impacto socio ambiental posible, es el gran camino hacia la sustentabilidad.
(*) Decana de la Facultad de Ciencias Agrarias-UNCUYO y Ms. Sc Silvina Greco, profesora de Ecología y Agroecología, Facultad de Ciencias Agrarias-Universidad Nacional de Cuyo.