La mirada sobre la niñez suele pintarse con matices de inocencia, cierta fragilidad y espontaneidad creativa. El largometraje de ficción Los inocentes la alberga pero más se asienta en lo oscuro, propiamente humano y el equilibrio que lo social puede traccionar en la búsqueda de autosuperación.
Victoria Elizalde
En su idioma original la producción se denomina De uskyldige por lo cual la localización latinoamericana tituló Los inocentes o Juegos inocentes. La película de la semana se erige en el límite y permanece en la mira entre la recomendación y la advertencia. Si bien cuenta historias de habilidades sobrenaturales no es una historia de superhéroes. Lo que aterra es la base real de lo fantástico.
Eventos e infortunios
Ida (Rakel Lenora Flottum) tiene 9 años y acaba de mudarse junto a su familia a un complejo de departamentos frente a una plaza, en los suburbios de Oslo. Transcurren las vacaciones pero, al contrario de muchas otras familias del barrio, su padre debe seguir trabajando durante el verano. Anna (Alva Brynsmo Ramstad), su hermana mayor, que convive con un autismo marcado, pasa los días en el parque y las inmediaciones boscosas aparentemente bajo el cuidado de ella. Ambas se llevan un par de años de diferencia pero la mayor tiene severas dificultades para relacionarse y comunicar sus estados y emociones. Ida piensa que a Anna jamás le pasa nada y que no siente nada.
En los paseos de reconocimiento, mientras su madre (Ellen Dorrit Petersen) desarma la mudanza, las hermanas deambulan por la plaza donde hay otros niños. Ida conoce a Ben (San Ashraf) y, entre juegos y risas, ambos descubren que él tiene una habilidad fuera de lo normal. Por su parte, Anna conoce a Aisha (Mina Yasmin Bremseth Asheim) con quien parece conectar emocionalmente y entenderse sin hablar. Minuto a minuto estos chicos van desplegando habilidades “paranormales” a raíz del contacto entre pares por lo cual conocen y desafían paulatinamente al mundo en su dimensión física, pero sobre todo en su dimensión social. Algunas nuevas habilidades se vuelcan a un ejercicio de poder, cuyas derivaciones e impacto ellos no llegan a dimensionar en el afán por probarse y desafiar los límites. Cada uno de ellos vive su infancia en contextos que denotan distintos tipos de negligencia familiar, que los signan y favorecen el afirmarse por empatía o su opuesto, determinando rumbos antagónicos y alianzas en tensión hasta las peores consecuencias.
El modo de envolver
Eskil Vogt (cineasta que se destaca en géneros de suspenso/terror/gore) coguiona y dirige este drama terrorífico, cargado de lo que se conoce como terror psicológico, sin estridencias, acontecido mayormente a luz de día, con un tono sigiloso y doméstico. Sin estampidas abruptas ni parsimonia sostiene un ritmo justo para mantener expectativa sin quemar momentos. Pone un fuerte empeño en la composición fotográfica y en la conformación de ambientes intrigantes, rústicos, sin clichés. Acentúa los silencios propios del bosque, de la plaza del pueblo en vacaciones, las casas donde cada uno está en la suya hasta que una situación puntual les interpela.
Se vale también de sutilezas en la posición de cámara, plantando como al descuido algunos planos de horizonte dudoso, o ya bien “de cabeza”, sembrando una sensación de vértigo in crescendo, de estabilidad vacilante y climas donde todo puede pasar.
Las actuaciones de los protagonistas son un gratificante (y consternador) hallazgo favoreciendo que el espectador pueda sumergirse y emerger de las contrariedades de un niño, descubriendo el mundo y sus propios límites, preguntándose al mismo tiempo cómo es que lo que debiera evocar inocencia e instinto de protección provoca, por el contrario (o al mismo tiempo), sensaciones aberrantes. Y en todo caso ¿qué sería la inocencia?
Ética de la previa
Los inocentes no es una película de terror sustentada en efectos, sangre (aunque un poco tiene) ni monstruos espeluznantes. El terror que suscita Vogt no versa sobre lo fantástico e imposible sino sobre lo terrible, salvaje y primigenio de lo humano, aquello que se constituye en lo indecible. Con esto, buena parte ya se hizo para evitar sorpresas perturbadoras pero cabe aclarar que, superando el tinte siniestro de una escena desorbitante muy densa de asimilar entre los minutos 23 y 25 (paralizante, tal vez innecesaria en esos términos pero comprensiblemente gráfica en su función), lo demás decanta y cabe entre los cánones de lo tramitable con una intención reflexiva. No es recomendable para espectadores altamente impresionables. Más que miedo da escozor.
En sentido opuesto, el director pondera la relación de hermanas en contexto yermo. Partiendo de la incomprensión inicial, maravilla la frescura y el delicado descubrimiento fraterno que encarnan las protagonistas femeninas cuando se disponen a mirar de manera más abierta a la otra y a valerse de la colaboración entre sí para entenderse y compartir.
No obstante, Vogt otorga un tono muy enfático al acecho constante de lo perturbador latente. No es que lo sugiriera pero se puede interpretar a nivel macro a estos personajes como una encarnación de ciertos rumbos de la ciencia y de la curiosidad humana con desenlaces que en la historia han hecho (y siguen haciendo) llagas en la humanidad. Más en lo íntimo, promete inquietar ante la potencia subjetiva para herir, subsanar, crear o en un segundo volverse aberrante dejando al descubierto delgados límites y el asidero social como urgencia de contención.
FICHA TÉCNICA
Los Inocentes
Género: Terror, Drama, Suspenso
Dirección: Eskil Vogt
Año: 2021
País: Noruega
Duración: 113
Plataforma: Prime TV, Apple TV, Mubi
Clasificación: + 18 (violencia explícita)
