La participación de religiosos en la gesta independentista, en las acciones bélicas vinculadas a la campaña patriota, y en la arena política, tuvo representantes que se destacaron por su compromiso. El sacerdote José Acevedo fue uno de ellos.
El 12 de septiembre de 1815 el cura José Acevedo dirigió junto al capitán Manuel Miño el ataque que recuperó el pueblo de Candelaria, tomado violentamente el mes anterior por militares paraguayos.
José Leonardo Acevedo fue un fraile franciscano nacido en Villa del Rosario, Córdoba, en el entonces Virreinato del Río de la Plata, el 5 de mayo de 1787. En 1812 fue ordenado sacerdote en la ciudad de Córdoba, iniciándose como cura en Mandisoví, Entre Ríos, donde ejerció hasta 1814. En 1858 fue electo primer obispo de la diócesis del Litoral, con sede en Paraná, pero no pudo asumir porque falleció.
Siendo cura de Mandisoví se vinculó al artiguismo a través del comandante guaraní Domingo Manduré. Luego fue nombrado capellán de las tropas artiguistas de Entre Ríos que estaban al mando de Francisco Ramírez. Posteriormente se relacionó con el jefe artiguista de las Misiones Andrés Guacurarí, conocido como Andresito.
Acevedo fue uno de los religiosos que constituyeron el movimiento artiguista e influyeron decididamente en la orientación del pensamiento emancipador de Artigas y su gente. Vale recordar que el propio Artigas recibió su educación en el colegio del convento San Bernardino de los padres franciscanos de Montevideo. Y aquellos franciscanos maestros de Artigas fueron los grandes ideólogos de la revolución.
Cabe mencionar que con el artiguismo estuvieron comprometidos y participaron curas como Dámaso Larrañaga, José Monterroso, Solano García, Mateo Vidal entre muchos otros. Varios integraron su conocido secretariado, una especie de gabinete de gobierno que lo acompañaba. También Andresito era un guaraní formado por los padres jesuitas de las Misiones.
Adhesión a la revolución
En Purificación, un campamento militar que hacía las veces de capital de la Liga de los Pueblos Libres, Artigas estableció una escuela y requirió para ésta a un religioso cuya doctrina franciscana facilitó la adhesión de su orden a la revolución. La propia denominación de la villa como “Purificación” permite inferir la concepción religiosa, tal vez por inspiración del cura Monterroso. Lo mismo puede decirse de la fundación de Carmelo, también por Artigas en 1816, puesto bajo la advocación de la Virgen del Carmen.
Esto no significa que Artigas propiciara un gobierno teocrático o algo similar. Al contrario, al parecer en los proyectos constitucionales y en la Instrucciones del Año XIII pone énfasis en la libertad religiosa: en el artículo 3º indica que se “Promoverá la libertad civil religiosa en toda su extensión imaginable.”
Pero sí cabe resaltar que el caudillo oriental reconocía a la religión como parte de la cosmovisión, de la cultura, del pueblo americano. Como escribió Diana Bianchi en su trabajo Educación y cobertura escolar en el contexto del pensamiento ilustrado “la preocupación de Artigas por la Iglesia era política, pero de una naturaleza que no difería de la que sustentaron los ilustrados españoles hasta 1808: colaboración con el régimen.” No obstante, dice Tomás Sansón en La religiosidad de Artigas, que “la mentalidad imperante atribuía a la religión una función cohesionadora” y “no escapó a la visión estratégica de Artigas, (pero) no se puede reducir la iniciativa a estos términos porque implica desconocer sus sentimientos profundos.”
Acevedo, “mi compañero”
El cura Acevedo llegó a Misiones y ofició de consejero y secretario de Andresito que lo llamaba “mi compañero”.
“Muchos de los numerosos documentos conocidos de Andresito salieron de su pluma dice Oscar Daniel Cantero -refiere a Fray José Acevedo y los curas revolucionarios-, y su influencia no se limitó sólo a anotar lo que le dictaba el comandante. El franciscano también aportaba importantes elementos y ejercía una marcada influencia: en bandos y proclamas dirigidas a los indígenas abundan las referencias religiosas y los pasajes de las Sagradas Escrituras.”
Agrega Cantero que “los curas gauchos constituyeron una correa de transmisión de las ideas generadas en Europa, adaptadas a las necesidades de sus comunidades, que abrevaban de ellas a través de los sermones de las Misas. Acevedo y muchos otros sacrificados religiosos acompañaron a sus comunidades en los padecimientos de la dura época que les tocó vivir. Los sacerdotes eran vistos como una guía y un ejemplo, y en muchos casos sus decisiones determinaban lo que iba a suceder.”
La batalla de Candelaria
La función de Acevedo distó de limitarse sólo a lo espiritual, ya que también se desempeñó como segundo al mando de las tropas de Andresito. En 1815 el ejército paraguayo tenía ocupadas varias poblaciones de las Misiones. Para recuperarlas, Andresito organizó una expedición que en septiembre arribó al pueblo de San Carlos donde el jefe guaraní cayó enfermo. Acevedo junto al capitán Manuel Miño se hicieron cargo del ejército que contaba con 250 hombres y se dispusieron a recuperar el pueblo de Candelaria ocupado por 300 paraguayos al mando José Isasi.
El 12 de septiembre se desató el enfrentamiento y después de tres horas de fuego tomaron la Candelaria, se apoderaron de dos cañones, 104 fusiles y muchas lanzas. Con posterioridad Andresito recuperó los demás pueblos: Santa Ana, San Ignacio Miní, Loreto y Corpus.
Años después, en 1819, Acevedo fue tomado prisionero por el ejército portugués a orillas del río Uruguay junto con Andresito y conducido a prisión en la fortaleza de Santa Cruz. Amnistiado por su condición de religioso, y en pésimas condiciones de salud, volvió a la Banda Oriental en 1821, el mismo año que Andresito moría en prisión.
Al año siguiente retornó a Entre Ríos y estuvo durante largos años como párroco de Nogoyá. Se involucró en política y cuando Justo José de Urquiza asumió la presidencia de la Confederación, Acevedo fue elegido senador nacional y ocupó la presidencia provisional del Senado entre 1855 y 1856.
En 1858 fue propuesto por Urquiza como obispo de la recientemente creada diócesis del Litoral con asiento Paraná, pero falleció antes de asumir, el 18 de febrero de 1858 a los 73 años de edad.
Para seguir leyendo
– Frega, Ana e Islas, Ariadna (2001). Nuevas miradas sobre el artiguismo (comp.). Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República.
– Más sobre la región en https://historiasdelasolapa.blogspot.com/