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Elisa Brown, la novia del Plata

La historia de la corta vida de Elisa Brown se transformó en un mito.

Hija mayor de Guillermo, el gran marino, Elisa Brown tuvo una breve existencia. La muerte en combate de su prometido, convirtió su desdicha en un mito, a través de cuentos, poesías y canciones. Vivió inmiscuida y pendiente de la actividad de su padre, pues Elisa era su asistente personal. Cuenta su familia que era experta en plantas y flores y ella misma se ocupaba del jardín de la casa, como del manejo de los papeles de guerra de su padre.

Angelina Uzín Olleros

Especial para EL DIARIO

Su nombre iba a ser Elizabeth, pero fue bautizada Elisa. Su breve existencia dejó huella en las crónicas de la Buenos Aires en tiempos de independencia, como ocurre con todas las historias de amor sin un final feliz. Los relatos de época hablan de su historia de amor: la muerte de ella y su amado inspiraron un mito. Sus padres le dedicaron esta leyenda en su lápida: “Consagrada a la memoria de la señorita Elisa Brown. Nació el 31 de octubre de 1810. Murió el 27 de diciembre de 1827, víctima de la onda traidora. Tus padres doloridos, admiradores de tus virtudes y que lloran tu desgraciado destino, inclinándose ante los mandatos de Dios, levantan este mármol sobre la tierra que cubre tus despojos”. El diario British Packet escribió sobre la muerte de Elisa: “Dios quiera que puedan crecer las violetas en su tumba”. Hija del almirante Guillermo Brown, su familia fue parte de aquellas gestas por liberar nuestro país.

En Argentina no había una flota naviera. Después de 1810 comenzaron a construir una escuadra para poder resistir ante el avance de los barcos realistas: había que defenderse de un posible ataque o bombardeo a la ciudad.

Para fabricar los primeros bergantines, el salteño Francisco de Gurruchaga puso su capital para crear astilleros y enseñar los secretos de la navegación. En 1814 cuando él viaja con Manuel Belgrano hacia el norte, la misión de construir una escuadra recayó en Juan Larrea.

Brown estaba instalado en Buenos Aires con su esposa y dos hijos. Él había nacido en Foxford, Irlanda. Su mujer era hija de marinos como él, Elizabeth Chitty. Los padres de Elisa se casaron en julio de 1809, ese año embarcaron para el Río de la Plata.

La historiadora Lucía Gálvez comenta en su libro Historias de amor de la historia argentina: “El matrimonio se instaló en Montevideo y, en abril del año 10, vísperas de la revolución, Brown cruzó el ancho río y conoció Buenos Aires. Enseguida se sintió atrapado por el clima libertario que bullía en la ciudad virreinal. Hasta los negros y mestizos que pregonaban sus mercancías en la Recova de la Plaza de la Victoria tenían algo que decir sobre la invasión napoleónica a España, la todopoderosa metrópoli. Se respiraba la tensión entre conservadores y americanistas. Jóvenes abogados, curas y militares discutían proyectos y medidas por tomar. Grupos de bellas mujeres de tipo criollo comentaban las noticias en las tiendas o en los atrios de las iglesias.”

Al agua

Cuando los portugueses confiscaron la nave con la que hacían comercio de cabotaje con Brasil, los Brown tuvieron que regresar a Inglaterra, por eso fue que Elisa nació en Londres. El nuevo barco llevaría su nombre “La Elisa” en el que Guillermo regresaría. No obstante, en la localidad de Barragán naufragó, y él logró rescatar la mercancía y venderla en Chile. Ahí encontró a su socio, el norteamericano Guillermo White, con quien compraron la fragata “Industria” que serviría para hacer comercio con la ciudad de Colonia.

Marcos Aguinis en El combate perpetuo, dice que Guillermo Brown había sido injustamente tratado por los realistas que le confiscaron su mercancía y lo obligaron a empedrar las calles de Montevideo junto a su tripulación. Esto lo acercó definitivamente a la causa patriota y comenzó a transportar víveres y armas para los criollos sitiadores. “Sin habérselo propuesto claramente, se convierte en el brazo armado de los patriotas sobre el Atlántico Sur. Gana celebridad entre la gente del río y entre las autoridades, asombradas por la agilidad de maniobra y su rápido y minucioso conocimiento del lugar.” Esto motivó a Gervasio Posadas, Director Supremo, a nombrarlo Jefe de la Escuadra patriota. La flota estaba compuesta por dos goletas, tres bergantines y una sumaca.

Brown abrazó con pasión la causa; su mujer mientras tanto cuidaba y criaba a cuatro hijos.

“¿Qué es la Patria para que tantas atrocidades se cometan en su nombre?, pensaba Elisa Brown”.

Los sucesos que acontecieron los años siguientes estuvieron marcados por varios combates y enfrentamientos. El más memorable fue el denominado Combate de los Pozos. Durante ese tiempo de formación de la flota, muchos marinos iban a consultar a Guillermo Brown, entre ellos Francisco Drummond, un joven escocés del condado de Forfar. Atraído por las gestas heroicas de este continente, se incorporó a la escuadra de Lord Cochrane en 1822 para luchar por la independencia de Brasil, solicitando la baja para incorporarse a la flota de Brown a la que se sumó como Capitán.

El romance entre Elisa y Francisco surgió con el compromiso y la promesa de casamiento. Jóvenes y enamorados, se despidieron cuando él se fue a luchar en la batalla de Juncal a bordo de la goleta Maldonado.

El pueblo de Buenos Aires los recibió como héroes, con fogatas y antorchas. A Francisco Drummond lo ascendieron a Sargento Mayor. Juncal no fue su última batalla, murió herido en una arteria, en una de las naves elegidas por Brown para continuar en la guerra con Brasil. Antes de morir le entregó un anillo para Elisa Brown a su amigo Juan Coe. El 8 de abril de 1827 su padre le anunció la triste noticia a Elisa, ella se encerró en su dolor diciendo que nada tenía sentido “¿Qué es la Patria para que tantas atrocidades se cometan en su nombre?”

En el libro Guillermo Brown. Biografía de un almirante, de Felipe Bosch, podemos leer que ella el 27 de diciembre se puso un vestido blanco. Hay quienes afirmaban que era el de novia. Al llegar a la altura del canal de las Balizas se dejó llevar por el río, su cabellera de oro rojizo y su vaporoso vestido la sostuvieron con flores entre sus manos. Los diarios de aquel momento decían que era la Ofelia del Plata.

León Benarós escribió un poema dedicado a ella:

“Elisa Brown: pocos meses

Sobreviviste a tu pena.

Ya se enluta con rebozo

El oro de tu melena.

Entre azucenas y adelfas, un sauce te da su sombra.

Amor y dolor confiesa

La lápida que te nombra.”

Con luz propia

La idea de “Las otras en nosotros” es poner la lupa en biografías de mujeres que en otro tiempo y en otro lugar acompañaron a personajes célebres de la historia: fueron hijas, hermanas, esposas, amantes, maestras, que brillaron con luz propia, pero quedaron recordadas en un segundo plano y hasta fueron olvidadas por las crónicas de época o tímidamente mencionadas.

La mayoría de los casos guarda relación con esta circunstancia, la de pertenecer a un círculo de ámbitos como los de la ciencia, la política, el arte, y las organizaciones sociales. Sin embargo, también haremos referencia a mujeres que, por su carácter temerario, sus aventuras fuera de lugar o su intrepidez quedaron fijadas en un imaginario popular que alimentó esos mitos con anécdotas y relatos que otorgaron rasgos ficcionales a sus personalidades o actuaciones.

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