La estrella que es centro de nuestro sistema planetario se hunde detrás de la línea del horizonte, más allá de las islas y el río. La magia del atardecer permite percibir en ese instante la tierra entera rodar. Mientras un hondo azul comienza a ganar la jornada en una despedida del día, las nubes viajeras se tiñen con los últimos destellos del astro rey. Tras el crepúsculo, el ocaso convoca la luna como presencia protagónica en el comienzo de la noche.