El psiquiatra Robert Butler acuñó el término de edadismo para referirse al proceso de discriminación sistemática por motivos de edad, pero en nuestra región el médico Leopoldo Salvarezza propone el concepto de “viejismo”.
Todos estamos envejeciendo desde que nacemos. Esta, debería ser una de las premisas fundamentales para sensibilizarnos con la etapa de las vejeces. Hablar de vejeces en plural, es asumirnos singulares y diversos en nuestros procesos, si ninguno de nosotros vive de la misma manera, ¿Cuál es la ecuación que nos indica que todos vamos a llegar de la misma manera a la etapa de la vejez?
Nuestro envejecer irá siendo determinado, no solo por cuestiones intrínsecas, sino también por condiciones externas que irán influyendo en el transcurso de nuestra vida, como, por ejemplo, el lugar donde nacemos, el acceso a la salud y a la educación que tengamos, el entramado social en el que nuestras identidades vayan habitando diferentes roles, nuestra percepción de género, el contexto político y económico, pero a pesar de la heterogeneidad, hay un punto en el que las vejeces se pueden ver igualadas, en el edadismo.
¿Por qué estamos escuchamos tan seguido este concepto? Si bien el concepto data de varios años atrás, desde la década del ’70, cuando el gerontólogo Robert Butler, lo utilizó para definir a la discriminación por cuestiones de edad, actualmente refiere a una problemática mundial, comprendida entre los tres tipos de discriminación más frecuentes, junto con el sexismo y el racismo.
En los escenarios demográficos actuales, la esperanza de vida aumenta. Ante esto, el desafío que urge es erradicar las desventajas que se atribuyen por cuestiones de edad, derribar los mitos y prejuicios que rondan sobre la vejez, y garantizar la accesibilidad a los derechos de este colectivo.
El estudio sobre el concepto de edadismo ha sido introducido en nuestro país por el psicoanalista y geriatra Leopoldo Salvarezza, quien refiere al neologismo viejismo como equivalente al término “ageism” creado por Butler. Dice Salvarezza: son “el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a los viejos simplemente en función de su edad”.
En nuestros pensamientos, sentimientos y conductas respecto a las vejeces, es que el edadismo, irá tomando forma. Por ejemplo, en los comentarios que solemos realizar si alguien cumple años: “estás re bien, no parecés la edad que cumpliste” a modo de halago, o “está destrozada, parece más grande de lo que es” como una critica negativa que decimos en secreto suponiendo que afectará a la persona en cuestión. Al imaginar el bienestar con lo que presuponemos es “no tener marcas visibles del tiempo” (como canas o arrugas) no solo estamos dando una connotación negativa al proceso de envejecer, sino que, además, estamos estereotipando el proceso, sin tener en cuenta la heterogeneidad de este.
Las creencias que naturalizamos se van acentuando con el tiempo y van determinándonos estas categorizaciones en las que se supone tenemos que ir “encajando”. En una sociedad en la que prevalece la idea de que solo las juventudes son productivas, útiles, capaces, y lindas, las vejeces que no se visten con tonos otoñales parecieran ser ridículas, como si fueran niños (otro gran prejuicio), las que se besan en la boca parecieran ser obscenas, las que desean ejercer su derecho de autonomía, dignidad y buen trato pareciera que estorbaran, y así, como si “la etapa” de la vejez fuera un capitulo a parte en la vida de una persona, sin tener en cuenta que es un ser con historia y subjetividad.
¿Pero es una arruga o una cana lo que molesta y hay que disimular?, ¿o la representación que tenemos sobre ellas? Las marcas, que traducen en nuestros cuerpos el devenir de la vida, no encajan en los estándares de belleza hegemónica que aún perpetúan, sobre todo en las mujeres.
En la cultura occidental, podemos afirmar que la representación de una persona mayor no será la misma que en la cultura oriental, de este lado del continente, “los viejos” así mencionados popularmente, llegan a ser sinónimos de pasividad, enfermedad, incapacidad, dependencia, asexualidad, inactividad, descarte, y todo lo que tenga que ver con un objeto de asistencia, en vez de con un “sujeto de derecho”.
Culturalmente, los mitos y prejuicios que rondan acerca de la vejez suelen ser condicionamientos del viejismo. Si decimos a modo de chiste “ya estoy vieja, no camino ni hasta la esquina” seguramente interpretaremos que: “la vejez es pasiva e incapaz de hacer actividad física”, mismo si nos comenta que se siente atraído sexualmente por alguien, enseguida podemos relacionarlo con “un viejo verde”
¿QUÉ SUCEDE CON LOS VARONES ENVEJECIENTES?. Si bien sabemos que las mujeres ya están condicionadas por el solo hecho de ser mujeres, a sufrir doble discriminación, debemos saber que los hombres también son víctimas de actitudes edadistas. Esto, se refleja, por ejemplo, en el ámbito laboral, tanto se trate del jubileo o de la búsqueda de inserción en un empleo. Algunos hombres, experimentan la sensación de ir “perdiendo” la masculinidad que habitaron durante etapas más jóvenes, asociadas a la capacidad de protección, de fortaleza, autonomía, al desapego emocional, a la competitividad y a lugares de poder (sexuales, físicos, económicos).
El declive físico, los enfrenta ante una vulnerabilidad que les resulta contradictoria con la vigorosidad y fortaleza que formaban parte de su identidad. Asumir fragilidad y hasta muchas veces asistencia, resulta insoportable para algunas masculinidades envejecientes.
El edadismo, nos enfrenta a nuestra propia vejez, ¿Nos imaginamos transitando vejeces limitadas de deseos, deshumanizadas de derechos, vulneradas y sin dignidad? Nuestra vejez, irá a tener como escenario nuestras propias conductas, nuestros propios viejismos, como dijo Salvarezza:”Todos los prejuiciosos llegarán a ser victimas de sus propios prejuicios”.
Renata Cheminet (*) TELAM
(*) Técnica superior en psicología social, especializada en Gerontología.