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Las quintas de los alrededores

La zona de quintas que rodeaba la ciudad vieja hoy está urbanizada e integrada a la ciudad.

Los alrededores de Paraná configuraron durante los siglos XIX y XX un cinturón verde y productivo que abasteció la ciudad con la producción de quintas y chacras. El testimonio de dos observadores -en 1861 y en la primera mitad del siglo XX- da cuenta de la realidad en esas zonas en aquellos años y permite apreciar la modificación de perfil urbano desde entonces.

Uno de los viajeros que visitó Paraná en la segunda mitad del siglo XIX, Thomas Joseph Hutchinson, se admiraba al observar los alrededores de la ciudad. Este médico británico dejó testimonio de su paso en 1861. Manifestaba que en “pocos minutos bastan para encontrarse uno en pleno campo, respirando el aire puro de la pampa. La gente parece muy tranquila y pacífica y pueden verse quintas, distantes unas de otras, muy pintorescas, con sus ombúes y flores de ceibo, éstas últimas lucientes y arracimadas”. A ello agregaba que “en los aledaños de la ciudad formado por chacras y quintas existen mil cuadras cuadradas de cultivo entre trigo, maíz, alfalfa, papas, batatas, zapallos, melones y sandías. También, 200 cepas de pie de parra con las que se fabrica riquísimo vino …, y numerosos árboles frutales”.

La consolidación de ese cinturón productivo en torno a Paraná se potenció con la promulgación, en 1872 por parte del gobierno de la provincia, de la Ley sobre ejidos, de desarrollo de las poblaciones y destino de las tierras. En la norma se disponía una superficie destinada exclusivamente a la expansión de la población y la agricultura. Eran cuatro leguas cuadradas quedando excluido de ellas el pastoreo de haciendas. También se establecía que las áreas de los ejidos quedarían divididas en tres secciones: la primera, de media legua de frente por media de fondo, destinada a solares para el desarrollo de las poblaciones; la segunda, ubicada alrededor de la primera, con una legua cuadrada de extensión, dividida en suertes de quintas de dos cuadras de frente por dos de fondo cada una, y la tercera, la formaría el resto de la superficie del ejido, dividido en suertes de chacras de 16 cuadras cuadradas.

El gobierno nombró a principios de 1876, al Agr. Florencio Basaldúa, para que practicase la mensura, el deslinde y amojonamiento e inclusive también la subdivisión de la zona de la ciudad, quintas y chacras, bajo las instrucciones del Departamento Topográfico. Sin embargo, las mediciones de Basaldúa fueron observadas por la curia, designándose al Agrimensor Vidaechea para repetirlas. Se inició a poco de andar una política municipal para colonizar terrenos fiscales, impulsándose el poblamiento de la zona de quintas con familias inmigrantes.

Mercados y quintas

Más próximo en el tiempo, el testimonio de Zaida Margarita Padró de Avero, relata persistencias y cambios en el espacio resultante de ese proceso histórico de construcción de la ciudad y acerca los nombres de protagonistas reales. En cierto sentido permite leer la urbe de ayer y sus alrededores, en la Paraná de hoy.

Entre otros puntos, recuerda “la antigua feria al aire libre, con puestos precarios, más tarde convertida en el Mercadito Sur, en la esquina de Villaguay y Soler, hoy Presidente Perón, la popular feria de calles Nogoyá y Salta, desde hace pocos años con edificio y puestos bajo techo, fueron las tradicionales ferias donde se aprovechaba la compra de provistas para toda la semana; también para saborear los fritos con almíbar de azúcar negra y los exquisitos churros al aire libre”. Agrega que “al oeste del Ferrocarril Urquiza, abandonada hace varios años, hoy demolida, también funcionó en una época otra feria pequeña, instalada en el ángulo sobre avenida Ejército (Monte Caseros al final); el Mercado Central La Paz, funcionando desde el año  de su inauguración  1922, en la manzana de las calles Bavio, Pellegrini, Venezuela y Chile, y el viejo Mercado Norte, hoy moderno eslabón de una importante cadena de supermercados”. Esos espacios “eran metas donde los quinteros llegaban de madrugada con sus carros cargados de verduras, frutas y flores frescas, provenientes de los alrededores de la ciudad, hasta que en la década del 30 le llegó al turno al Mercado de Abasto, a la sanción instalado en el viejo boulevard Adolfo Alsina (hoy Avda, Francisco Ramírez), nuevo local de la terminal de ómnibus.”

En su testimonio, Zaida Padró recuerda que las quintas situadas en los alrededores de la ciudad, eran “por lo general cultivadas por familias enteras, normalmente numerosas, y contaban con el refuerzo de la peonada”. Los grupos que las habitaban “eran casi en su totalidad descendientes de italianos, que tenían en su sangre de viejos inmigrantes, la tradición del labriego, transmitidas de padres a hijos y nietos, ese rudo oficio de doblar el lomo sobre la tierra generosa, regando el surco con el sudor de su frente”.

La mayoría estaban radicados en la zona genéricamente conocida como “Quintas al sur, por encontrarse ocupando un enorme abanico en esa zona de la ciudad, pero podemos hacer una diferenciación más localizada, por ejemplo, el Paracao, vocablo que significa montes de loros, abarcando desde Avda. de las Américas, Báez, Lebensohn, etc.”

“En este sector – prosigue – podemos recordar numerosísimas y tradicionales familias quinteras como Noaco, Pausich, Alberto, Grippo, Bonamico, Sostercich, Livoni, Garbeza, Todono, Chiappino, Fusari, Vicentín, Shunz, Berzano, Dolce, Olivo, Righelatto, Elía, Luque, Balear, etc. o los hemanos César y José Grecca, que tenían sus quintas contiguas. Todos contaban con sus respectivos carros, el medio de transporte más común de la época, para el traslado final de sus productos a destino.  Algunos realizaban sus ventas al por menor con recorridos diarios a domicilio”.

Variada producción

En su evocación, Zaida Padró resalta que en las quintas y chacras “nunca faltaba el gallinero con gallinas, guineas, patos y pavos; el chiquero con sus chanchos para la faena anual de chorizos, morcillas, tocinos, salames, queso de chancho, etc. ni tampoco  las vacas, que ordenaban diariamente cuando también era costumbre tomarse  un buen tazón de leche tibia y espumante al `pie de la vaca´, o un fortificante café con leche sin bautizar, acompañado de una grosera como apetitosa tajada de pan casero, una verdadera delicia!…”

En su recorrida, añade: “Corriéndonos hacia el Este de la ciudad nos encontramos en zona de Corrales, Villa Uranga y Base Aérea, allí, otras tantas familias laboriosas tenían afincadas sus quintas. Caballo, Wagner, Hermosid, Chiapino, Fálico, entre otros, este último supo tener su quinta en Avda. Zanni, en la cual en los fondos tenía un gran tajamar, quizá de los socavones de tierra que los antiguos ladrilleros habían dejado…Con la apertura de calles y posteriores loteos, se levantaron barrios densamente poblados, progresistas y con comercios de todos los ramos.”

Los recuerdos alcanzan también al Brete, “en la zona noreste de la ciudad, conocida como la lomada, (donde) predominaban los agricultores como Luis y Lino Londero, y los tambos; pero existieron familias quinteras como los Zamero, dedicados específicamente a la cosecha de ajos… , o don Laureano Salellas que al margen de su actividad específica, la curtiembre, dedicaba largas jornadas al cultivo del tomate en el predio actual del Túnel Subfluvial…Mientras en la zona de Paracao, las familias Bergomás y Devincenti, entre otras se dedicaban  a la cosecha del repollo en gran escala…”.

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