lunes , 30 diciembre 2024
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Fotografiar, un viejo oficio que se reinventa

Nuevos desafíos de la sociedad digital
La práctica fotográfica es algo más que gobernar los dispositivos técnicos de una cámara. La convicción surge clara de las expresiones de Juan Alfieri, fotógrafo oficial durante los debates presidenciales y paranaense por adopción. La inversión adecuada del tiempo para lograr una toma y la cantidad de trabajo anidado en la emergencia del azar, fueron algunas de las nociones recuperadas durante el diálogo.

Curioso y dedicado, laborioso, Juan Martín Alfieri Porqueres es un ciudadano ambulante al que sólo lo afincan los proyectos cautivantes. En ese desafío parece entretenerse: escudriñar en los dispositivos organizadores de la experiencia, explorar en la relación de las poleas que mueven la imaginación y las emociones, zambullirse en las esencias que transforman lo ordinario en inolvidable. Es un singular buscador de tesoros, que nació en Córdoba, se crió, practicó deportes y se formó en instituciones públicas de Paraná, se especializó en Barcelona y actualmente trabaja en Santa Fe.

En la fotografía la teoría es importante, pero hay algo en el quehacer cotidiano, en el oficio, que no se supera con lo meramente técnico

El hecho de haber sido el fotógrafo oficial de los debates presidenciales que tuvieron lugar en el Centro de Convenciones Provincial Forum, en la ciudad de Santiago del Estero, y en la Universidad de Buenos Aires, en CABA, sirvió de excusa para que EL DIARIO conversara con él sobre un oficio que aparece jaqueado por una combinación de factores, entre los que se encuentra el predominio de contenidos elementales, la primarización de la reflexión, la preeminencia de la técnica sobre el factor humano, el vaciamiento de la idea de goce estético y la hegemonía del primer impacto sobre todo atisbo poético.

Alfieri (de frente) junto a Diego Junovich, uno de los responsables de la producción televisiva de los debates. Foto: Gentileza José David.

Defensor del trabajo en equipo, Alfieri Porqueres sostiene que hoy día la “complementariedad de los saberes” es clave. “No hay manera de encarar un proyecto si no es combinando miradas que pueden provenir de diferentes áreas disciplinares”, postula, al agregar que “la dinámica grupal, si es respetuosa y participativa, tiene la capacidad incluso de despertar intereses que parecían dormidos”.

Si bien en su papel de Director de Comunicación Institucional de la UNL está al frente de una estructura, como fotógrafo oficial de los debates presidenciales fue un integrante más, un engranaje dentro de un equipo múltiple. Ese ida y vuelta puede que haya enriquecido sus puntos de vista: de ahí la solicitud de la entrevista, cuya síntesis ahora se comparte.

Igual que quien pule la escritura para una nota, el tiempo que se dedica a conseguir capturar un momento no es un gasto sino una inversión

–¿Cómo se abrió la posibilidad de trabajar como fotógrafo oficial en los debates presidenciales?

–El Debate Presidencial por Ley se desarrolló por primera vez en 2019, en el Paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral. Por el rol que desempeño en UNL desde 2018, en la Dirección de Comunicación, fui parte del equipo de trabajo, liderado por la Cámara Nacional Electoral para organizar este acontecimiento histórico y vital para la construcción democrática argentina.

El vínculo profesional y humano que construimos en aquel contexto propició que, en julio de este año, me propusieran desde la CNE sumarme nuevamente al equipo de Comunicación para desempeñar este rol tanto en Santiago del Estero como en Buenos Aires. El profesionalismo y don de gente del equipo me dieron mucha seguridad para aceptar este desafío.

–¿Qué diferencia establecés entre ser un reportero gráfico común y corriente y un fotógrafo oficial?

–Esencialmente, la imparcialidad. Si bien podemos poner en juego la subjetividad para captar momentos sensibles de un acontecimiento como el Debate Presidencial, la premisa es crear fotografías que respeten, sean justas y pongan en la misma línea a cada candidata y candidato.

Los debates presidenciales tuvieron a Alfjeri como fotógrafo ofjcial.

Caminos

–¿Cómo te iniciaste en la fotografía? ¿Reconocés la huella de maestros o guías?

–Paraná es tierra de grandes fotógrafos y fotógrafas. Actualmente, admiro el trabajo de referentes como Jano Colcerniani, Mauricio Garín, Mateo Oviedo, Juliana Faggi o Diego Páramo. Sin embargo, crecí en los pasillos de El Diario viendo laburar al Flaco Larrea (Augusto) y a Julio Blanco. En esos tiempos, el proceso de la toma, el cuarto carmín de revelado y la entrega de la fotografía en papel era una alquimia fascinante e indescifrable para mí. Eso hizo que siempre tenga alguna cámara a mano, generalmente más para lo social, y derivó en que mucho más acá en el tiempo me interese por explorar más seriamente este campo expresivo a principios de la década pasada.

Me sumé a talleres con José David y David Pagura en Santa Fe donde la teoría era la excusa para hacer, para compartir, para que el ojo y las manos se ejerciten y funcionen en caliente.

En simultáneo, tuve la fortuna que, con mucha generosidad, grupos y artistas de Santa Fe y Paraná comenzaron a darme oportunidades de registrar sus propuestas escénicas y eso terminó signando el breve camino recorrido hasta el momento ya que, primordialmente, trabajo registrando teatro, danza y música.

–Gozás de un amplio reconocimiento como fotógrafo de eventos teatrales y musicales, donde captar un instante expresivo puede ser decisivo, ¿hay algún tipo de conexión con el trabajo realizado en Santiago del Estero y CABA?

–Absolutamente, porque el Debate Presidencial está pensado como un acontecimiento televisivo y, por tanto, escénico ya que el objetivo es democratizar su contenido a través de las pantallas para que todas las personas que lo deseen puedan conocer las propuestas y las posturas de quienes se candidatean a la presidencia de la Nación.

Las pocas personas que están en el recinto tienen la oportunidad de ver detalles de color que la televisación no puede tomar, sí. Sin embargo, la potencia del reglamento que determina el Debate en sí se expresa en plenitud a través de la transmisión.

Eso impone la necesidad de pensar el acontecimiento como una producción televisiva y, por tanto, genera que la escenografía, la iluminación, el sonido, el maquillaje y, por qué no, el vestuario, se asemejen a lo que sucede en un teatro con la puesta en escena de una obra. 

Túneles

–¿Qué del oficio de fotógrafo sentís que ha enriquecido tu trabajo como Director de Comunicación Institucional de la UNL y/o viceversa?

–Todos los roles que hacen a la comunicación están en constante diálogo. Los acontecimientos deben pensarse de manera integral y complementaria. La fotografía impone la necesidad de capturar momentos, de dar sentido a un instante específico y eso posibilita pensar los abordajes teniendo en cuenta qué imágenes tenemos que generar para contar cabalmente el acontecimiento.

También es importante pensar qué precisan fotógrafos y realizadores audiovisuales para poder trabajar de la manera más cómoda posible.

En el otro sentido, el trabajo en materia de comunicación institucional combinado con mucho de lo aprendido en la carrera de Comunicación Social en FCEdu-UNER, permiten pensar a la fotografía como parte de un entramado y como un trabajo que demanda producción, que es parte de un proceso que para llegar a buen puerto requiere conocer de qué se trata lo que vamos a hacer, conocer quiénes son los actores, saber de los objetivos, de los tiempos.

Legados

–¿Te gusta buscar una identidad propia en la textura y los enfoques o te interesa captar el momento tal como se dio?

–Lo más importante es respetar el acontecimiento, no ponerse por delante de lo que sucede y entender que la clave está en que la foto debe ofrecer una mirada sobre lo que está siendo registrado tal como se concreta. Registrar una obra de danza-teatro, un partido fútbol o un acto protocolar no es lo mismo, sus naturalezas son distintas y, por tanto, a priori el registro también debe serlo, por lo menos desde mi óptica.

Los retoques digitales que personalmente realizo son básicos de balances, ajustes y encuadres. No intervengo la imagen para modificarla en cuanto a lo que efectivamente fue registrado haciendo, por ejemplo, aparecer o desaparecer un elemento o una persona porque desbalancea la composición.

La edición respetuosa del hecho registrado nos permite ser más precisos en lo que queremos contar con la imagen, aprovechando al mismo tiempo la potencialidad tecnológica de las cámaras.

–¿Qué herencias familiares sentís que se ponen en juego cuando te dedicás a la comunicación?

–La respuesta es un nombre propio: Guillermo Alberto Alfieri. La humildad, el compromiso y la honestidad intelectual con la que desempeñó su oficio de periodista y su rol como profesor de Redacción en la carrera de Comunicación Social son el horizonte lejano al que muchos aspiramos, cuanto menos, a dirigir nuestros pasos.

En momentos sensibles de la tarea cotidiana, en el ámbito que sea, pienso en qué haría él en esa situación, cómo buscaría resolverla o bien cuál podría ser su consejo para después tratar de hacer lo mejor posible, de la manera más empática, humana y profesional.

Su legado se agiganta y eterniza con el registro de sus textos, las entrevistas que le hicieron y los acontecimientos en los que participó. También en cada una de las personas que lo seguimos nombrando y que aspiramos a tener una conducta que vaya en línea con lo que él hizo y enseñó.

Sin embargo, su mirada se extraña, se necesita, nos hace falta todos los días para poder tratar de entender por qué pasa lo que pasa.

Modelar la mirada

–¿Cuánto le dedicás a la educación del ojo?

–El ojo se educa trabajando, haciendo, probando, errando y volviendo a probar. También siguiendo el trabajo de fotógrafas y fotógrafos, hagan o no lo que uno está pretendiendo hacer, porque esa diversidad es parte de la riqueza de la formación.

La teoría es importante, pero hay algo en el quehacer cotidiano, en el oficio, que no se supera con el dominio de lo meramente técnico. Quienes captan esos momentos que tanto nos emocionan, que nos movilizan, que nos atrapan magnéticamente, han logrado desarrollar una sensibilidad propia de quien está atento a lo que sucede a su alrededor, se compromete desde lo humano, respeta el acontecimiento y, a partir de ahí, pone en juego su subjetividad.

Los recursos teóricos y técnicos son parte, sí, pero en un nivel más profundo, casi automático. En este sentido, la fotografía no es distinta al periodismo. Nos demanda ese compromiso con la realidad, la que sea que estemos registrando, para que la pieza final genere algo similar al efecto que el autor está buscando.

–¿Qué hace que una foto conmueva, se distinga, en una cultura en la que la imagen lo inunda todo?

–La puesta en juego de la subjetividad de quien la hace, cuánto está dispuesto a arriesgar. Lo técnico viene atrás de la emoción que guarda una fotografía. Ahora bien, la espontaneidad de la foto no suele ser una casualidad. En general se pierde de vista el tiempo que puede demandar conseguir la toma que estamos buscando hacer. Hay veces que se puede pensar en una imagen que nunca llega, por el motivo que sea. Igual que quien escribe y borra una nota hasta que le sale lo que busca, el tiempo que se dedica a conseguir capturar un momento no es un gasto sino una inversión.

Esto, lógicamente, no es producto de la casualidad. Además de lo que un fotógrafo sabe desde lo técnico, hay un valor insoslayable en toda la experiencia desarrollada, en el conocimiento que se tiene sobre lo que se va a registrar, en el estar atentos a lo que está sucediendo para buscar estar en el lugar apropiado, en la entrega sensible y en el compromiso con el acontecimiento en sí.

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