La longeva vida que le tocó en suerte a Greta Garbo acompañó las transformaciones en el mundo del cine, del que fue uno de sus íconos, en el sentido de que se transformó en una referencia ineludible. Su grandeza fue tanta, que sobrevivió con éxito la transición hacia lo sonoro. Enigmática, se retiró de los sets de filmación a los 36 años y fue un fantasma más de los que recorren las calles de Nueva York.
Greta Garbo fue un ícono fugaz del cine. La mujer más bella de las películas mudas. De hecho, para el escritor Roland Barthes, Garbo poseía “un arquetipo del rostro humano”. Tuvo como partenaire a los galanes más reconocidos de su tiempo. Se retiró definitiva e irremediablemente del cine, cuando recién había cumplido 36 años y se encontraba en la cúspide de su carrera. Su vida transcurrió recluida en un piso en el edificio Campanile, cerca del Central Park, con vista al río en Nueva York, y rodeada de cuadros de Renoir, Kandinsky y Picasso. A partir de ese momento, se convirtió en un gran misterio que ella se encargó de magnificar.
Greta Lovisa Gustafsson nació en Södermalm, un barrio muy humilde de Estocolmo, el 18 de septiembre de 1905. En ese entonces, ese distrito albergaba a familias de trabajadores, muchos de ellos inmigrantes del campo a la ciudad, como los padres de Greta.
Greta Garbo fue la expresión del misterio de una mujer diosa para las grandes multitudes
Greta sentía fascinación por el teatro; estudió, becada, en la Real Academia Dramática de Estocolmo; fue modelo publicitaria de un catálogo de sombreros femeninos y maniquí en una propaganda de almacenes suecos. A los 19 años protagonizó La saga de Gösta Berling, basada en una novela de la ganadora del premio Nobel de Literatura, Selma Lagerlof, y dirigida por quién sería su alma mater, Mauritz Stiller quien hizo cambiar el apellido por el de Garbo, dado que “es mucho más corto, sonoro y fácil de recordar”. Se comenta que, en la búsqueda de un apellido apropiado, Stiller había intentado desde el nombre del rey húngaro Gabor hasta el vocablo español “garbo”.
Con el impulso de esa película tanto el director como Greta, accedieron a Hollywood en 1926. En el término de quince años, protagonizó 26 películas hasta que, en 1941, se retiró del cine.
Ya en Estados Unidos, en el cine mudo, interpretó Entre naranjos (1926), basada en un libro del español Vicente Blasco Ibañez; El demonio y la carne (1926) de Clarence Brown, más que sugerente título y película con la cual inicia un ciclo con John Gilbert, un galán de la época, que fue también su amante.
Greta Garbo, una figura del cine que no obstante odiaba la fama.
A propósito, John Gilbert fue la inspiración para el personaje principal de El artista (2011), película francesa que recrea esa época y que tuvo una gran repercusión en su momento, dirigida por Michel Hazanavicius.
Greta Garbo también interpretó Love (1927), basado en Anna Karenina; Orquídeas salvajes (1929) y El beso (1929) dirigida por Jacques Feyder, que fue su última película muda.
Con Anna Christie (1930) comienza la labor de Greta Garbo en el cine sonoro. Se promocionaba a la película más que con el título, con la expresión “Garbo habla”, y quedó como una señal imperecedera de la importancia de la actriz y la conmoción que provocaba su incursión en la nueva etapa del cine.
A partir de ese hito, y bajo la dirección de importantes directores, Garbo desarrolló una labor destacada en la primera etapa del cine sonoro.
Un puente
Garbo actuó en Mata Hari (1931) sobre la famosa bailarina y cortesana holandesa que durante la Primera Guerra Mundial ofició de espía en favor de Alemania, valiéndose de sus dotes para la danza, su belleza y su seducción.
Grand hotel (1932), dirigida por Edmund Goulding fue uno de sus grandes éxitos; La reina Cristina de Suecia (1933), con la dirección de Rubén Mamoulian, sobre la reina que, en el siglo XVII, abdicó y se convirtió al catolicismo.
Esas dos películas la consolidaron como la estrella de Hollywood más exitosa, “la mejor máquina de hacer dinero jamás puesta en pantalla”. Las cuantiosas recaudaciones también le permitieron ser la actriz mejor paga de la época.
Protagonizó luego El velo pintado (1934), filme basado en una obra de W. Somerset Maugham. Esta historia tuvo una versión en 2006, dirigida por John Curran, con las actuaciones de Edward Norton y Naomí Watts.
En una sucesión de retratos de mujeres de fuerte carácter e importancia central, Garbo interpretó a Margarita Gautier en Camille (1936), con la dirección de George Cukor; y a María Walewska (1937), la aristócrata polaca, amante de Napoleón.
El notable director de comedias, Ernest Lubitsch la convocó para protagonizar Ninotchka (1939), con un guion que, entre otros, firmaba quien sería luego también un gran director de comedias, Billy Wilder.
En la que fuera su última incursión en el cine, La mujer de dos caras (1941) con Melvyn Douglas y la dirección, nuevamente de George Cukor.
Si bien fue nominada 4 veces al Premio Óscar en los años de la plena actividad, Garbo solo obtuvo un Óscar honorario en la edición del año 1955 que, no obstante, manteniendo su ostracismo, no pasó a retirar, ni siquiera optó por enviar un mensaje telefónico para la transmisión televisiva.
Desafiante, intensa, moderna, informal, elegante, dueña de una belleza andrógina, Greta Garbo, no dejó de cosechar elogios. El notable crítico de cine español Román Gubern, supo dicho que “sus besos son los más sensuales de la historia del cine”. Por su parte, Federico Fellini afirmó que “era la creadora de una religión llamada cine”. Lo cierto es que Garbo supo mantener incólume la fortuna artística que obtuvo, en buena medida por su tacañería con que era ampliamente conocida entre sus allegados.
Una historia propia
Garbo nunca dejó de fumar ni de beber alcohol (el whisky Cutty Sark era su preferido). Explícitamente bisexual (aunque siempre en privado); abiertamente femenina y decidida, tal como la Reina Cristina que interpretó. Se dice que mantuvo amoríos tanto con John Gilbert, como con Mercedes de Acosta (una poeta a la que se la considera como su gran amor,) Marlene Dietrich y Claudette Colbert; e incluso se menciona a Katherine Hepburn como uno de esos amoríos.
Por otra parte, se ha vinculado socialmente con magnates y miembros de la alta sociedad como Aristóteles Onassis y el barón de Rothschild, sin perder su acercamiento a ideas liberales, en el sentido de la política norteamericana, de forma tal que apoyaba a los candidatos demócratas.
En sus últimos años, hasta su muerte el 15 de abril de 1990, y revalorizada luego por su posición feminista, Greta Garbo ocupó el lugar de mito. Ha sido en opinión de Manuel Villegas López, uno de los críticos más certeros del siglo XX, “la expresión del (…) misterio de una mujer diosa para las grandes multitudes”, y es justo rescatarla por el sentido estético, cultural, humano y social que su figura y su persona ha tenido desde su irrupción en el mundo del cine.
Greta Garbo, una figura del cine que no obstante odiaba la fama.
“Greta Garbo fue la expresión del misterio de una mujer diosa para las grandes multitudes”