En La pez, Gabriela Larralde propone regresar a comienzos del siglo XVI en una novela en la cual construye una mirada singular sobre un personaje mitológico: la sirena. La historia expresa el encuentro entre distintas culturas y la fascinación que el misterio de lo desconocido ejerce sobre el ser humano. A la vez, brinda un potente alegato sobre el empoderamiento femenino.
CARLOS MARIN
[email protected]
América se presentó ante los ojos del conquistador europeo como un territorio vasto y pleno de maravillas.
La primera etapa reveló a los exploradores que arribaron a comienzos de siglo XVI un mundo fascinante y exótico, pleno de especies animales y vegetales desconocidos, y de territorios deslumbrantes.
Conocer esos nuevos seres y esas vastas extensiones implicó también el desafío de poder nombrarlos, de hallar palabras que dieran cuenta de esas novedades que encendían la fantasía y eran combustible para alimentar la imaginación.
Entre tantas rarezas, las sirenas fueron seres mitológicos que los primeros cronistas señalaron haber visto en ríos y estuarios. Desde la antigüedad estos seres mitad mujer, mitad animal, poblaron relatos y narraciones. Y América no fue la excepción en cuanto a su avistaje.
En La Pez – novela editada recientemente por Empecé- Gabriela Larralde recupera el tema y le otorga un giro novedoso. “Allí están. Era cierto. Parecen indias de pieles marrón rojiza pero tienen rasgos anfibios que las vuelven monstruosas. Llevan escamas en espaldas y brazos. Y acá la mayor extrañeza, piernas esbeltas de mujer bien formadas coronadas en su naciente por un sexo femenino. Sin cola de pez”, describe la autora porteña en su texto.
Escritora de relatos para distintas edades, distinguida por el Fondo Nacional de las Artes, Larralde ubica a orillas del río Paraná a esta criatura -mitad pez, mitad indígena- que es descubierta y capturada por un grupo de navegantes de la corona española en tiempos de la conquista.
El hallazgo llega a oídos de Isabel, heredera al trono de Castilla, que se obsesiona con la criatura y ordena su traslado a Europa.
Estas son las claves con las cuales la escritora propone una narrativa atravesada por la poesía, el discurso científico y el montaje cinematográfico -Larralde es autora de numerosos guiones para series y cine- .
Se trata, señala Gabriela Cabezón Cámara “de una novela fluvial, desaforada”, que concreta “una de las críticas más agudas a la razón occidental”.
En una entrevista con EL DIARIO, la autora brindó claves para comprender esta historia en la que se aborda, desde un enfoque poco transitado, ese encuentro traumático entre culturas -las nativas y la europea- con consecuencias que se arrastran hasta el presente.
EL ORIGEN
El origen de la historia se ubica en el seno de una familia que, reconoce Gabriela Larralde, “se leía mucho”. Y cuenta que fue la poesía “que sobre todo leía mi abuela” aquello que la cautivó primero. “Hay registros de cuando tenía ocho años”, dice la autora nacida en 1985. “Había una consciencia de escritura y de lo autoral desde muy chica. Pero no pensaba, por suerte, que escribir podía ser un modo de vida”, añade.
Fue su abuela quien le contó por primera vez sobre la sirena, a través del relato de Hans Andersen. “En ese relato este ser anfibio se moría y se convertía en espuma de mar. Un tiempo después salió la película de Disney en donde la sirenita hace un cambio y conseguía unas piernas para estar con su amado. Eso a mí me generó una ruptura mental importante. Me acuerdo de haberme enojado con esa situación. Había algo que, desde mi punto de vista no era necesario y es que ella dejaba de ser lo que era. Por supuesto que yo en ese momento no lo entendía como lo puedo entender ahora. Pero me acuerdo que vi la película de Disney y no me había gustado”.
Sus elecciones e intereses la llevaron con los años a escribir ficción, a estudiar Comunicación Social, a hacer periodismo. “La literatura pasaba para mí por el lugar de lo personal, de lo íntimo. No quiero decir un hobby, porque nunca lo sentí así, pero era algo que hacía para mí, donde volcaba cosas que me pasaban. Con lo cual tardé bastante tiempo en tomarme la escritura en serio”.
Pasaron entonces lecturas y un camino recorrido. Un día Gabriela se encontró dibujando enunas acuarelas unas mujeres anfibias. “Con ellas hice una muestra en un Centro Cultural de Buenos Aires y a partir de eso escribí un pequeño texto sobre unos seres que habían encontrado a orillas del Paraná, un poco pensando en cómo sería una sirena de acá”.
Fue allí donde surgió el elemento distintivo. “Estamos acostumbrados a imaginar a las sirenas como blancas, vírgenes, europeizadas, y tienen esta actitud amenazante para los hombres. Y yo empecé a pensar, bueno, ¿cómo sería una sirena marrón con piernas, con textos que pudiera gozar, atacar de otra forma? No con el canto, que es una forma de ataque muy sensual y muy, entre comillas, femenina”. Fue en ese punto donde empezó a crecer la historia.
EL CAMINO
El paso siguiente de un proceso que implicó ocho años -cinco de escritura y tres de investigación-, fue buscar más información. “Conocemos que los exploradores llegaban acá y veían animales que no conocían, plantas inexistentes, formas de corriente de los ríos, aguas que contradecían lo que conocían”. En ese tránsito “muchas de las cosas con las cuales me encontré, expresaban las dificultades que tenían los europeos para poder ponerlas en palabras. Algunos textos de esos viajeros son hasta muy graciosos. Por ejemplo, cuando se dice por ejemplo, en el registro de Cristóbal Colón, que ve tres sirenas que tenían cara de hombre. El Almirante dice que eran muy hermosas, pero marca que tenían cara de hombre. Después hay otros que cuentan que veían a mujeres anfibias, sirenas, le decían, con pechos, que los tienen, pero sin finalidad. En ese sentido hay muchas observaciones que vistas desde hoy son toscas y muy pobres. A partir de todas estas deficiencias que yo encuentro hoy como mujer, y a partir de mi mirada sobre la conquista, es que recreo todo un imaginario de época y a este ser anfibio que yo llamo La Pez”.
PERFILES
-¿De qué modo trabajó en la construcción de los personajes centrales de la novela, como el Almirante, La pez, Isabel -heredera del trono- y un naturalista?
-Durante dos años investigué y leí todo lo que fueron los diarios de los viajeros; las notas; los bestiarios. Todo documento de la época lo investigué y me encontré con esa dificultad que había en describir a las criaturas desconocidas. Describir paisajes, nuestras flora, nuestra fauna. No había palabras para eso, y un asombro total. Y mucho temor también. O sea, que está por un lado este arrebato con lo nativo, o sea, el robo, la matanza, y a la vez mucho miedo, mucha cautela. Pense en esas cuestiones tan contradictorias que generaba América en los europeos para construir al personaje principal, ese ser anfibio que fascina pero a la vez causa temor.
-La novela permite pensar también en la construcción de lo femenino
-Si. Creo que tiene relación con pensar cómo una idea de lo femenino en Europa también encontraba sus límites. Y los deberes férreos que se encomendaban a las mujeres. En este caso, el personaje de Isabel era descendiente de los Reyes Católicos, pero no es quien termina siendo reina, ya que la que ocupa ese lugar es su hermana Juana, conocida luego de la muerte de su esposo Felipe como `la loca´. En esa época a las mujeres no se les permitía estudiar. De manera que muchas de las que querían hacerlo tomaban la decisión de hacerse monjas. En esta novela Isabel quiere estar en un convento, ser monja, y no se lo permiten. Ella tiene mucha avidez por saber del mundo nuevo. Y de alguna manera enterarse de la existencia de ese ser femenino y anfibio la cautiva primero y la obsesiona después. Me pareció interesante emponderar no sólo a La pez, sino también a esta otra mujer. Con sus distancias y con lo que ella deseaba. Hay que tomar en cuenta que el hecho de que Isabel no pueda generar descendencia la pone en un lugar muy incómodo para ese momento, porque como heredera del trono, su deber en la vida es generar esa descendencia.
-Se explora en ese punto la reconfiguración de lo femenino a partir de cuestionar roles y mandatos ancestrales.
-Sí. Y también lo que intenté mantener no es una femineidad controlada; sino que lo que esta feminidad puede ser o planea realizar no se deja atrapar. Diría que desde lo no controlable, de aquello que no permite que la hagan cautiva: La pez nunca es La pescada. Aún amarrada en un barco, llevada a Europa, maltratada, lacerada, nunca es la pescada. Siempre intenta escapar. E Isabel siempre intenta que pueda lograrlo. Creo que la potencia es esa: la que no permite la dominación, que por más que la sirena esté confinada, hay una resistencia imposible de aplacar. Y en este sentido pienso ahora que no es que el feminismo quien viene como movimiento a acabar con todos los privilegios o con todos los sometimientos, sino que es un movimiento que como muchos otros ha ganado ciertos derechos. Derechos que luego hay que sostener resistiendo, como lo hacemos en distintas áreas.
OTRAS VOCES, OTROS RUMBOS
-Una de las voces centrales en la narración es la del Almirante ¿Cuanto le costó ponerse en la piel de ese personaje?
-No me resultó complicado. Al contrario, lo disfruté un montón, porque para mí fue una buena manera de correrme de cierto lugar de narración como víctima. Cuando más me acercaba a la voz del Almirante Osorio, a tratar de entenderlo, con sus complejidades, más interesante me parecía. Lo que sí me costó fue permanecer mucho tiempo cerca de esa voz. Fue un período intenso, porque la voz del Almirante llegó en los últimos meses de trabajo de la novela. Y hubo un momento en el cual necesité irme de su barco porque era realmente convivir mí día a día con mucha violencia; no solo del Almirante, sino de todo lo que sucede en esta primera parte de la novela sobre esa nave que cruza el océano. Me violentaba pensar que al escribir estaba yendo a meterme en una nave donde estaban maltratando a La pez, que era mi protagonista. Eso se me hizo pesado en un momento. Y al entregar la novela sentí un alivio muy grande porque fue ahí cuando me di cuenta que para mí había sido un peso muy grande encarnar la voz del Almirante.
En ese sentido, di muchas vueltas a las voces narrativas. En un momento la novela fluía en tercera persona. Pero cuando apareció la voz del Almirante, apareció una voz en primera persona, tan cerca de los acontecimientos, que ya no pude irme a una tercera. No pude alejarme de esa voz. Sentía como que había una frialdad que se introducía en el texto al empezar con una primera persona, y luego escuchar a una tercera persona. Es como que te sientan al lado del protagonista y después te quieren poner en el tercer piso a mirar. Había algo en ese mecanismo del cual ya no podía escapar. Probé distintas alternativas y la única que me funcionó, terminó siendo la voz de Isabel. Así opté por dar al relato la forma de un diario, porque en esa forma hay dos cosas: por un lado se expresan y comparten inquietudes; por otro lado hay una conciencia de que ese texto es escrito para ser leído por otro.
En ese sentido, me gustaría que La pez sea leída en Latinoamérica; que viaje por el continente.
“Imaginamos las sirenas blancas, vírgenes, europeizadas. Yo empecé a pensar ¿cómo sería una sirena marrón, propia de este continente?”, expresó la escritora a EL DIARIO
Portada de la novela que tiene como personaje principal un ser anfibio que fascina pero a la vez causa temor a los europeos.
Esbozo biográfico
Gabriela Larralde nació en Buenos Aires en 1985. Es escritora, investigadora y docente universitaria. Publicó los libros de poesía Las cosas que pasaron (2013), Lo que el agua promete (2017) y La trama materna (2020); los libros para las infancias Bestiario secreto de niñas malas (2018, Planeta Junior), Mi mamá es un pañuelo (2020), La vida ahora (Planeta, 2020) y Pandilla (2023), y los ensayos Diversidad y género en la escuela (Paidós,
2018, 2019, 2021 y 2022) y Los mundos posibles (2014). Como guionista, coescribió la película Elena sabe, la serie Monzón y el dibujo animado Petit, entre otros trabajos. Organiza, desde hace diez años, el ciclo de poesía Rumiar Buenos Aires. En 2022, el manuscrito de la presente novela recibió el Premio Estímulo a la Escritura Todos los tiempos el tiempo, otorgado por Fundación Proa, Fundación Bunge y Born y el diario La Nación.