Una muestra que integra saberes académicos y expresiones artística, permite sacar a la geografía del lugar común para zambullirla en otras dimensiones, enriqueciéndola. Además, la exposición constituye un interesante ejercicio de construcción de la memoria, a 40 de la recuperación democrática.
Marina Sepúlveda | [email protected]
Existe una aparente distancia entre el saber académico desarrollado en las universidades públicas y el arte. Pero si ese conocimiento sobre territorios y geografías e historias se articula con la práctica artística, en tanto diálogo y cruce, se obtiene una avasallante perspectiva que permea todas las miradas.
Un ejemplo de ello es la recién inaugurada muestra Geografías en 40 años de democracia, en el Centro Cultural Paco Urondo, de Buenos Aires.
Con sus 27 metros de largo separados en tres secciones, divididas por paneles, y un espacio de proyección de cortinado negro, la gran sala de exposiciones enmarca esta muestra que se instala como la primera concebida en tanto articulación entre academia y arte.
El objetivo de la muestra es acercar las investigaciones al gran público, y mostrar sobre qué trabajan los geógrafos e investigadores
Se trata de una propuesta impulsada desde el Instituto de Geografía Romualdo Ardissone, por Salamanca Villamizar y Perla Zusman: un trabajo conjunto del Centro Cultural Paco Urondo, que depende de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en el marco de la conmemoración por los 40 años de democracia.
Configurada con fotos, instalaciones, dibujos, videos y gráficos, la muestra expone proyectos colaborativos sobre Campo de Mayo de la mano de tres universidades públicas como la UBA, Rosario y San Martín, o trae a la palestra un mapeo de las Madres de Ituzaingó que conviven con Corralito, de Nuna Mangiante, las serigrafías El río es nuestra sangre (1998), de Marcia Schvartz o la gran pancarta del Grupo Arte Callejero nacido en 1997, donde se lee en grandes letras de molde “Liquidación por cierre. FMI” (2001-2016).
Otras obras de artistas expuestas son Neocolonialismo II, de Cristina Piffer; y los dibujos de Darío Ares, Necrografías: unas transcripciones realizadas con la técnica del calco sobre imágenes aparecidas en medios impresos de crónicas policiales, testigos de la violencia en Rosario, iniciada en 2005.
Echar luz
Bajo el título Geografías en 40 años de democracia, hasta el 17 de noviembre estará disponible esta muestra que revitaliza memorias, transformaciones y sobre todo las cuestiones pendientes contenidas en las cuatro décadas de vida democrática, abordando la actuación del Estado, los movimientos sociales y de derechos humanos.
El objetivo es claro: acercar las investigaciones al gran público, mostrar sobre qué trabajan los geógrafos e investigadores, en este caso, y seguir pensando la democracia con sus conquistas y sus deudas, porque existen “desafíos pendientes que requieren una sociedad sensible, comprometida y movilizada”, como destacan desde el instituto.
Son tres los núcleos temáticos que vertebran la muestra: Memorias presentes del pasado reciente; Transformaciones, movilizaciones y deliberaciones; e Imaginar el futuro (democracia: retos pendientes).
Todo un año de trabajo demandó la exposición inédita con sus desafíos al considerar otros formatos de transmisión por fuera de lo académico
El fotógrafo Ataúlfo Pérez Aznar expone la serie Imágenes de frontera (1982), obtenidas en Misiones; también está el video y foto de Narcisa Hirsch y Carlos Masotta que abordan Memorias del neoliberalismo (1991-92); una instalación de Pablo Linietsky junto a Azul Blaseotto, trabajos a partir de conceptualizaciones de Horacio Zabala realizados por el colegio Paideia; o las imágenes digitales de Vicente Girardi Callafa sobre la “invasión” de carpinchos de 2021, en Postales del Nordelta.
Como fundamentales están los grupos de investigación e instituciones como el Archivo Nacional de la Memoria, la Comisión Provincial de la Memoria y la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo.
“La vida del río Matanza-Riachuelo es el correlato de la historia nacional y los ciclos de contaminación-descontaminación”, escribe el curador Carlos Salamanca en uno de los textos que acompañan cada propuesta individual.
Blaseotto expone además la instalación gráfica Vidas de litio, un documento visual acerca de los recientes hechos en Jujuy y la represión que plantan frente al paradigma extractivista.
Y desde lo lúdico se presenta una investigación en curso que tendrá su cierre al término de la muestra de los grupos dirigidos por Silvina Fabri y Nora Lucioni, que invitan a señalar con hilos de colores los distintos lugares donde se haya vivido desde 1983 sobre un gran mapa que de a poco se traduce en numerosas líneas que atraviesan las fronteras geográficas en Visualización de paisajes sonoros e imágenes barriales, en una cartografía participativa. Aunque también se podrán deslizar los deseos escritos en pequeños papeles para el futuro de la democracia, en otro de los sectores.
Trastienda
Todo un año de trabajo demandó la exposición inédita con sus desafíos al considerar otros formatos de transmisión por fuera de lo académico y sus porqués, que quedan palpitando a partir del guion curatorial que articula un trabajo conjunto entre investigación y artes visuales en un diálogo que completa sentidos y atiende lo sensible.
“El mayor desafío era lograr que los grupos de investigación se animaran a crear, porque los artistas finalmente son artistas, este es su terreno de batalla; pero para los grupos era más difícil, incluso el trabajo colectivo”, porque “acabamos de salir de pandemia, el encontrarse con el otro, y esto (la muestra) de alguna forma vino a colmar”, explica Salamanca sobre este acierto.
A su vez, la exposición interpela desde las “investigaciones soberanas” según expresó el decano Ricardo Manetti durante la inauguración, en referencia a los discursos políticos que buscan desterrar la memoria y retrotraer todo a un siglo XIX de violencia y genocidio, buscando borrar las transformaciones sociales y desoyendo una democracia no exenta de conflictos y tensiones, pero que también es “debate y concertación”. Es una muestra que da cuenta de cambios necesarios para las cuales “sin memoria no hay transformaciones, y tampoco podemos plantearnos desafíos”, expresaba.
Por su parte, Salamanca manifestaba que en un contexto político donde se “demoniza la investigación y la educación pública, no es gratuito que estas líneas políticas más recientes demonicen la educación, y no es azaroso que sean las ciencias sociales las que establezcan discursos tan críticos” ante dichos de que “somos ñoquis, inútiles”, por lo cual “es importante contar más lo que hacemos, difundirlo, bajarlo a la sociedad, establecer un diálogo que le permita entender a la gente lo que hacemos y para qué sirve analizar, cómo se enseña la geografía, trabajar sobre el riesgo, o crear una categoría como territorio hidrosocial”, enumeraba.
“Las políticas territoriales son tal vez la manera más explícita y visible en que se espacializan los Estados y, como éstos, las sociedades. En 1983, la sociedad argentina puso fin a siete años de la dictadura cívico-militar que más empeño puso en transformar espacialmente la sociedad y, al mismo tiempo, inauguró 4 décadas ininterrumpidas de vida democrática”, introduce el texto curatorial.
Viaje al pasado
Como parte de los contrastes, la artista cordobesa Mangiante expone sus fotos intervenidas del 2001 cuando los bancos blindaron puertas y paredes con chapas de metal ante la crisis socioeconómica y el reclamo de los ahorristas, en su obra Corralito, sobre la que dice: “intervengo con lápiz y barra de grafito generando otro tapiado de los que sufrieron”, por eso “las imágenes no tienen personas pero sí el símbolo (que identifica a cada entidad bancaria) que provoca un déjà vu de esos momentos tremendos que pasamos”. Y agrega: “Estamos todo el tiempo pensando que puede pasar de nuevo, somos una sociedad sensible a este tipo de sucesos”.
La mirada reflexiva aborda también La lucha desborda el mapa, de las Madres del Barrio Ituzaingó, un grupo de mujeres que hace 20 años empezaron a organizarse para denunciar las terribles consecuencias producto del agronegocio sobre sus cuerpos y proyectos de vida, y propone un mapa donde se afirma el rol fundamental “en la defensa de los territorios como espacios de vida”. Mientras que, en la sección Memorias, figuran emblemáticos lugares como el Parque de la Memoria o la Mansión Seré; en el centro se ubican Los márgenes de la democracia; la gestión del riesgo de desastres como inundaciones, incendios, sequías; un grupo que grafica con imágenes, testimonios y una escultura explícita de “peligro” la temática al tiempo que llama salir de la espiral de las catástrofes y sentencian: “los desastres cuando se producen, sacan a la luz y visibilizan condiciones de vulnerabilidad social e institucional previas”.
Otros grupos destraban temáticas sobre territorio, ruralidad o la expansión del cultivo de soja vistas desde imágenes satelitales, la deforestación y el despojo.
Otros abordan las transformaciones urbanas y las políticas, el transporte, la democracia, ambiente y derechos, los estudios regionales y las deudas, los modos de enseñar geografía en democracia o dictadura.
En cuanto a imaginar futuros están Imaginaciones del Riachuelo, y el proyecto arquitectónico “Campo de Mayo. El porvenir de la memoria” presentado por el Archivo Nacional de la Memoria, un espacio de promoción de los derechos humanos y reflexión, que alojará un memorial a las víctimas y tres aviones que participaron en los vuelos de la muerte; y como parte de las deudas pendientes se grafica en ‘Violencia estatal’ las muertes por uso letal de la fuerza: “843 casos totales, 87 por ciento son jóvenes”, señalan, como la masacre de Monte.