Pablo Gil es oriundo de Córdoba, pero desde hace 13 años está radicado en Paraná. En su trayectoria ha podido formarse en el exterior, obtener títulos en competencias internacionales y es reconocido por los “malabares pizzeros” que realiza durante sus presentaciones.
“Cualquier persona hace una pizza, pero hacer una buena pizza no es fácil”, remarcó con determinación el maestro pizzero, quien durante su infancia en Laborde, Córdoba, jamás imaginó que sus inventos iban a volverse su pasión y el medio para “conocer el mundo a través de la pizza”.
Al integrar una familia numerosa, el cordobés colaboró con la cocina hogareña desde temprana edad. Recordó que le gustaba sorprender a su madre inventando sabores, probando platos y diferentes condimentos; intención que conserva actualmente ya que constantemente está en la búsqueda por agregar nuevas variedades de gustos. Su obra máxima: una pizza de molleja que lo coronó como campeón en el Mundial de Parma, Italia.
Amasar un sueño
“En 2005, con 26 años, me mudé a Córdoba capital porque sabía que necesitaba una ciudad más grande para crecer. Trabajaba como delivery en una pizzería, en la que luego empecé a lavar los platos y aprendía observando a los cocineros. Un día renunció el pizzero, de quien yo era el segundo ayudante, y me propusieron ocupar su lugar. El dueño vio potencial y coraje en mí”, expresó Pablo.
Hace 13 años decidió mudarse a la capital entrerriana tras conocer a una paranaense, Lorena, con quien abrieron una pizzería que llevaba su nombre. “Cuando conocí el Thompson, quedé encantado. Hicimos pizza a la parrilla y yo ya mostraba algunos de los malabares que practicaba con las pizzas”.
Reconocimiento internacional
En los mundiales se puede competir en lo gastronómico, por ejemplo, en el rubro “Pizza Clásica”, el cual ganó presentando una pizza de molleja: “Se me ocurrió porque viajaba al exterior y me hablaban de la carne argentina. No podía hacer un asado por el tiempo que conlleva, así que decidí ir por la molleja en Italia”. Asimismo, también participa en la categoría Acrobacias, para cuyas presentaciones se entrena con el fin de brindar un show con “coreografía al ritmo de la música”.
En su pizzería, Pablo insistía en diseñar la cocina a la vista para que la gente viera los malabares que practicaba. Recordó que un programa local difundió su arte y lo llamaron desde otro de Buenos Aires. Posteriormente, compitió en Italia, Las Vegas, Portugal. Lleva nueve mundiales por lo que ya lo reconocen y convocan para las futuras competencias. Asimismo, participó de los Got Talent en diferentes países. “Mi próximo objetivo es sacar el Broche de Oro en Estados Unidos”, expresó sobre su próximo concurso, cuya primera presentación será el 16.
Algunas de las competencias más destacadas fueron: Campeonato Mundial de Pizza en Parma, The International Pizza Expo en Las Vegas, El Campeonato Mundial Caputo en Nápoles, Campeonato Mundial Picante en Calabria, y World Star Pizza en Portugal.
Pablo ha tenido la oportunidad de formarse en el exterior, modificando su fórmula de elaboración e innovando en las variedades que propone. “Me gustan los colores, que entre por los ojos. Siempre hay que innovar porque si no el cliente se aburre. En una pizzería teníamos más de 100 tipos de pizzas. Creo que me va bien porque me recreo constantemente. Hacer algo nuevo hace ver el mundo diferente”.
“Pude ir a estudiar a Italia y entendí que es lo que amo. Me enojo conmigo mismo si se me quema una pizza. Al principio no lo vivía de la misma manera, los italianos dejaban su vida en una pizza y hoy en día comparto el sentimiento”, aclaró y diferenció las alternativas que hay al momento de preparar el alimento: “La pizza neoyorquina es similar a la nuestra porque es una masa más plana con un palo para que no se levante, y lleva salsa y muzzarella. La napolitana es chiclosa, fina, con bordes altos. La nuestra se caracteriza por tener más volumen, con una masa más alta. La italiana se prepara con días de anticipación y le aflojan el gluten, lo que provoca que quede liviana. Acá lleva mucha harina y levadura y eso te hincha”.
Actualmente, además de entrenarse para competir, se desempeña como maestro pizzero en el Bar Maipú, y mantiene diferentes trabajos vinculados a la gastronomía. Pablo afirmó que lo más importante al momento de cocinar es el amor que se le agrega mientras se elabora la comida, además de la mano, la disciplina y el amor. “El estado de ánimo también influye en la producción. Yo arranco los días escuchando cuarteto y amasando”, finalizó entre risas.