domingo , 22 diciembre 2024
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Lidia, una docente que no vivió en vano

Lidia Ester Garda de Etienot es una referencia para los docentes de la ciudad.
Una vida dedicada a los demás convirtió a Lidia Garda de Etienot en un personaje destacado de la ciudad. Generaciones de docentes podrían identificar alguna influencia suya. Al cumplir 101 años, recibió la mejor de las condecoraciones: el respeto y el cariño de aquellos a los que ayudó a formar.

Una mesa cotidiana en el departamento donde vive de manera sencilla, rodeada de personas a las que ha marcado de manera indeleble, ha sido la escena adecuada para que Lidia Ester Garda de Etienot festejara sus 101 años.

El número de su edad es un justificativo suficiente para la celebración. Que, además, se encuentre en buen estado de salud, un motivo extra para brindar. Por otro lado, el hecho de que probablemente se trate de la docente más longeva de la región amerita el interés de los medios de comunicación.

Enseñar ha sido el motor existencial de Lidia.

Pero la existencia de esta profesora de Filosofía y Pedagogía, egresada del Instituto Superior del Profesorado en 1944, tiene una nota específica (es una persona con identidad concreta, una historia particular y vínculos determinados) pero también una esencia que la trasciende. Es que su caso bien podría representar el de tantos seres anónimos cuya misión ha sido crear las condiciones para que los demás se desarrollen, incluso más allá de sus posibilidades. Y que, en un descanso del camino, en lugar de exigir pleitesía, sólo regresan sobre la experiencia aquilatada y repiten hacia adentro el verso inolvidable: gracias a la vida, que me ha dado tanto.

A Lidia Ester Garda de Etienot muchos maestros la deben recordar, sobre todo si han sido sus alumnos en Filosofía, Pedagogía y Práctica de la Enseñanza. Haber sido profesora en la Escuela Normal “José María Torres” y en el Colegio “Nuestra Señora del Huerto” y haberse desempeñado desde tan joven como bibliotecaria en el prestigioso Instituto del Profesorado, la han colocado en los gratos recuerdos de numerosos paranaenses. Fue protagonista de un tiempo en que ciertos docentes se transformaban en personajes admirados y hasta temidos, verdaderos líderes sociales, influyentes referencias que no se circunscribían a los saberes que compartían.

Lidia Ester Garda de Etienot fue una privilegiada en su vida porque la impregnó el amor por la docencia

Honra

Para el modesto festejo, llegó desde la correntina Monte Caseros, su hija, que comparte nombre de pila y profesión. “Tengo un privilegio: una mamá de 101 años”, expresó en aquella velada. “Dios me ha concedido poder estar para esta fecha y la dicha de atenderla a esta altura de su vida, facilitado por el hecho de que ella está sana”.

Para la hija, su madre “fue una privilegiada en su vida porque la impregnó el amor por la docencia”, al mencionar que “fue profesora de la escuela Normal, donde han egresado tantos maestros”.

Ante una consulta, precisó que “ella se recibió de profesora de Filosofía y Pedagogía en 1944; era tan buena alumna que no había puesto de bibliotecario y entonces se hizo cargo de esa función en el Instituto Superior del Profesorado de aquel entonces”.

Lidia se jubiló hace más de medio siglo, aunque siguió siendo maestra inolvidable; vinculada además a distintas acciones comunitarias.

El día de su cumpleaños la acompañaron familiares y ex alumnas que no la olvidan. En la ocasión se recordaron tiempos idos, con anécdotas ricas, aplicables a los distintos órdenes de la existencia humana.

Lidia preguntó por sus amigas, ninguna de las cuales está ya. “Es una campeona de la vida”, dijo una de las asistentes. Una síntesis precisa.

Es cierto, Lidia puede contar que ha soplado 101 imaginarias velitas. Pero haber llegado a esa meta no es su mayor mérito: el legado es otro y es tan transformador que no puede comprarse con dinero. Trayectorias como la de Lidia Ester Garda de Etienot debe haber inspirado a la poeta, compositora y cantante Eladia Blázquez al advertir: “no, permanecer y transcurrir no es perdurar, no es existir ni honrar la vida”.

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