Pynandí, con los pies descalzos, libro de fotografías de Pablo Merlo se presentará el próximo miércoles a las 20 en Rosa y Dorada. El trabajo del creador paranaense se integra a la colección La orilla permanente, de la Editorial Municipal. “En cada imagen va implícito todo tu ser”, dijo el autor a EL DIARIO.
Fue “amor a primera vista”. O quizá será mejor decir a primer contacto. Así evoca Pablo Merlo el inicio de su relación con la fotografía, actividad a la que se dedica con todo su ser, cuando era un estudiante ingresante a la carrera de Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER.
Algo más de tres décadas después de aquel momento inolvidable, con una trayectoria reconocida, el fotógrafo paranaense da a conocer su primer libro: Pynandí, con los pies descalzos.
El volumen, publicado por Editorial Municipal de Paraná, se presentará el próximo miércoles a las 20 en Rosa y Dorada (frente a Plaza Le Petit Pisant, Parque Urquiza) y marca el inicio de la colección La orilla transparente.
El trabajo incluye 47 imágenes seleccionadas amorosamente y que pretenden transmitir el momento que está viviendo. “Es mi primer libro de fotografía y estoy muy feliz con eso”, confió el autor a EL DIARIO. Y destacó su agradecimiento a Rosa y Dorada; “a la editorial Municipal; al trabajo de Julián Stoppello”.
Para el autor la publicación “es una oportunidad para la fotografía, una actividad que viene relegada”. Se trata, define, de “un arte bueno; y también nuevo todavía”. Por eso la salida de Pynandí resulta “una punta de lanza de lo que está pasando con la Editorial”.
En una entrevista, Merlo -que integra el equipo de prensa de la provincia y ha dictado talleres- recordó sus primeros pasos, se refirió a qué es y que implica ser un fotografo y cuál es su concepción sobre el arte al cual ha comprometido su vida.
“Con un poquito de calma en la mente y con el corazón en la mano, nuestra percepción va muchísimo más allá de lo que puede generar la tecnología”, sostiene el fotógrafo.
DEFINICIONES
-En tus palabras ¿qué es un fotógrafo y que implica serlo?
-¡Qué pregunta! En mi experiencia, ha sido… un largo camino de tomar contacto con la profundidad de mi ser. Eso es lo que puedo decir hoy. ¿Y qué ha implicado? Poder reconocer que todo lo que observo, lo hago con mi totalidad. No veo mentalmente algo, sino que cada vez que tomo una fotografía estoy implidado absolutamente, con mi pasado y mi presente. Por ejemplo, al mirar una foto que hice, puedo reconocer todo lo que estaba en juego para mí dentro de esa imagen. Tanto intelectual como emocionalmente.
-¿Qué te ha dado el paso del tiempo en este trabajo?
-Calma. Esa ansiedad por descubrir, por ver, que supe tener en etapas anteriores, fue decayendo. Y apareció una calma que me permite elegir más cuidadosamente, de una manera sutil y sensible, la imagen que me representa.
-De lo que te ha brindado la fotografía ¿qué considerás lo más importante?
-Mi forma de mirar; porque pude integrar mi corazón y mis ojos. Poder ver de un modo amoroso lo que sucede, lo que nos rodea ha modificado mi relación con la totalidad, la forma en que veo el mundo, la vida, las relaciones, la naturaleza. Y me ha llevado a sentirme parte importante de todo lo que me rodea. Así alcancé la idea de que en la fotografía va implícito todo tu ser.
-¿Cómo compatibilizás tu tarea como fotógrafo profesional con tu trabajo más personal y artístico?
-Ha sido un camino a recorrer. Por un lado está el plano de la fotografía como actividad laboral; que siempre se relaciona a encargos. Por otro lado la mía, de autor, que es una expresión completamente libre. Si bien ambas son libres hay una que está intelectualmente guiada hacia un determinado punto, dirigida a una finalidad y una imagen que lograr. La otra, la personal, es algo que brota desde un espacio extremadamente profundo y meditativo de mi ser, lo cual es una maravilla. La verdad es que todas las imágenes me agradan. Pero en la personal me gusta indagarme para poder sentirme representado por ellas.
FUENTES Y REFERENCIAS
-¿Cuáles han sido las fuentes de las cuales te has nutrido para ir dando forma a tus ideas?
-La gran fuente es, absolutamente, la vida entera. Porque en esto de ser observador, para fotografiar aprendí a observarme a mí mismo, a ver qué hay en mi interior. A buscar, a indagar, a mirarme. Y hacerlo con la misma bondad que observo hacia afuera para llevar esa misma mirada hacia adentro. Y hacerlo de una manera introspectiva, bondadosa, amorosa también, de aceptación. Entonces el trabajo de fotografía, de mirar hacia afuera se transformó en un ejercicio a la inversa, es decir de ver también bastante hacia mi propio interior. Desde ese lugar puedo encontrar una conexión con lo que hago o con la foto que me sale, que me surge, por decirlo de alguna manera. Y te repito, la fuente de todo eso y de la cual me nutro es la vida completa: lo intelectual, pero también una poesía me nutre, una canción, la música, el cine, el teatro, todas las artes. De ello tomo lo que me gusta desde un aspecto sensitivo e intelectual. Allí están los libros, escritores, poetas, compositores, los más diversos. Y también las relaciones, la vida, el modo en que me vinculo con las personas, con la naturaleza. Y, finalmente, también me nutre mucho la relación con el Todo.
-¿Tenés referentes en términos fotográficos?
-En lo fotográfico hice talleres con Adriana Lestido durante un buen tiempo de mi vida. Fueron algunos años. Ella es mi principal referente. Sí, porque realmente ha sido muy generosa. Lo es con su entrega, su forma de enseñar, de guiar en los talleres que organiza. El encuentro con ella en los talleres me cambió, literalmente, en muchos aspectos de mi vida. A la vez eso me llevó a modificar por completo mi forma de ver y de relacionarme con la fotografía. Porque en esos talleres pude aprender de mí a amigarme conmigo mismo. Y comprometerme con la totalidad de quién soy para que esté en una fotografía. El concepto es que ese espejo mágico que es una foto reflejó algo que brotó así, en un instante, desde dentro mío. Y se espejó esa sensación, ese estado, ese estímulo, en un pequeño fragmento de realidad, del tiempo. Y así logré capturar esa magia del instante, esa magia dual de poder verme ahí representado.
Este enfoque está relacionado con una perspectiva espiritual o integral, digamos. Justamente los talleres con Adriana (Lestido) son más espirituales y sensitivos que técnicos. Diría que la técnica sería eso: conjugar lo sensitivo y lo espiritual.
De todos modos, en cuanto a lo técnico específicamente, un gran referente para mí es el francés Henri Cartier-Bresson. Es alguien que me ha inspirado mucho, a quien respeto y me despierta admiración. Un tipo con un gran legado. También creo que corresponde mencionar a Graciela Iturbide, otra grande, maravillosa. Y el chileno Sergio Larraín, otro gigante.
PEQUEÑO GRAN RELATO
-Vayamos al libro. ¿Qué es lo que reunís en este primer trabajo que vas a presentar?
-Lo que intento contar es un pequeño relato de mi tiempo y de mi mirada. Contar cómo veo y convidar eso. Se trata de imágenes muy sensibles para mí. Cada una de las que elegì tiene un porqué, tanto como el lugar en que está ubicada en el libro. Estas imágenes tienen una importancia que es íntima, es propia. Son algo muy sensible para mí. Entiendo que es un mensaje implícito que va a correr con el libro y que la gente lo va a poder sentir. No importa, no es necesario entender que es lo que hay detrás, sino que se trata de ver la foto, observar esa continuidad que establece una con otra, mirar ese relato y dejarse llevar por el sentimiento.
-¿Por qué lo titulaste Pynandí?
-Es una palabra guaraní que significa Con los pies descalzos. Esa es una manera sensible, a mi interpretación, de estar en esta vida, en la tierra. Con los pies descalzos podemos sentir la tierra, podemos sentir ese placer. Y nutrirnos de esa sensación tan hermosa y a la vez ser conscientes de la belleza de la tierra que habitamos. De poder cuidarla, observarla, y apreciar un lindo atardecer, un pájaro que vuela contra las nubes, unos nubarrones bien cargados. Con un poquito de calma en la mente y con el corazón en la mano, nuestra percepción va muchísimo más allá de lo que puede generar la tecnología.
LUGAR EN EL MUNDO
– ¿Existe un sitio al que consideres tu lugar en el mundo para tomar fotografías?
-Creo que Bajada Grande es un mirador mágico. Sí, creo que es mi lugar en el mundo. Lo confieso y lo acepto. Porque el atardecer de Bajada es realmente maravilloso. Es un lugar magnífico que tenemos a mano los paranaenses. Y creo que es para aprovecharlo. Para mí es un sitio muy medicinal, terapeútico, curativo. Así que cada vez que necesito resetearme, me voy hasta allá. Es un lugar que visito bastante y cada atardecer es distinto en sus tonos, en su forma, depende de la estación también. Pero siempre es maravilloso.
Atardecer en Bajada Grande, su lugar en el mundo para el autor de Pynandí.
AMOR A PRIMERA VISTA
-¿Cómo te vinculaste a la fotografía?
-Estaba en la facultad cursando los primeros tramos de la carrera de Comunicación Social, en la UNER. Una clase de primer año, en el taller de Imagen. Era de tarde y trataba de entender apuntes… qué sé yo. Mientras, iba pasando entre los estudiantes la cámara fotográfica que había para hacer las prácticas. Cuando la agarré y la tuve por primera vez en mis manos, fue amor a primera vista. O a primer contacto. Me enloquecí. Dejé la carrera, dejé todo. Empecé a estudiar fotografía y sólo eso. Y es lo único que he hecho en estos más de 30 años.