El 9 de diciembre se libró el combate final a orillas del arroyo Don Gonzalo, afluente del río Feliciano las fuerzas rebeldes de Ricardo López Jordán fueron masacradas por el ejército del gobierno nacional. El combate expuso los límites de la revuelta jordanista y el poder de fuego de las fuerzas militares de la Nación.
Rubén Bourlot
Especial para EL DIARIO
En 1873 se libró el combate de Don Gonzalo en las cercanías del arroyo homónimo, departamento La Paz, donde las fuerzas rebeldes de Ricardo López Jordán fueron masacradas por el ejército del gobierno nacional con el fuego de armas modernas frente al escaso poder de fuego de los entrerrianos: lanzas y trabucos.
Tras el asesinato del gobernador Justo José de Urquiza el 11 de abril de 1870 el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento envió una intervención armada para reprimir al recientemente nombrado gobernador Ricardo López Jordán, a quién se acusaba de haber sido el autor intelectual del magnicidio. Los jordanistas resistieron con las armas a la intervención federal y finalmente fueron derrotados y sus cabecillas marcharon al exilio.
En 1873 gobernaba la provincia Leónidas Echagüe a quién el jordanismo denunciaba de usurpar el poder por pretender gobernar un periodo completo de cuatro años en vez de completar los años que restaban del mandato tras la muerte de Urquiza.
En mayo de 1873 estalló la rebelión encabezada por López Jordán y en la madrugada del primero dos columnas insurgentes atravesaron el río desde el Uruguay: una por el norte de la provincia y la otra por la barra del arroyo Palmar. Dos días después ya se habían apoderado de Rosario del Tala, Gualeguay, Nogoyá, Victoria y Diamante.
El gobierno provincial quedó con el control de Concepción del Uruguay y Concordia, guarnecidas por tropas nacionales; Paraná, defendida por fuerzas de policía, y Gualeguaychú, donde los propios vecinos organizaron la resistencia.
López Jordán había organizado un ejército con unos 16.000 hombres y artillería, y establecido su cuartel general en el departamento Nogoyá. Declaró que el movimiento sólo se dirigía contra el Gobierno de la provincia, al que acusaba de usurpador impuesto y sostenido por el gobierno nacional que encabezaba Sarmiento.
A pedido de Echagüe, la reacción del ejecutivo nacional no se hizo esperar. Sarmiento decretó una nueva intervención de la provincia y el envío de tropas para reprimir la rebelión, “dondequiera que ésta se extienda.”
LA VOZ DE PEYRET
El notable administrador de la Colonia San José, Alejo Peyret, hizo oír su voz de protesta ante la intervención: la facultad de intervenir, dijo, “origina todo un sistema de manejos subterráneos, hipócritas, maquiavélicos, cuyo resultado es el aniquilamiento de la soberanía local y la conversión del régimen federativo en unitario, con el solo mantenimiento de la apariencia”.
Y agregó que Sarmiento agravaba más la situación, con el pretexto de propagar la “civilización” en las provincias porque “concede y niega la intervención cuando se le antoja y cuando le conviene; interviene en Entre Ríos y no interviene en Corrientes; sostiene un gobernador porque es de su agrado, deja voltear a otro porque le es antipático: de manera que nunca sabemos en qué estamos.
Esto no es unitarismo disfrazado, no es federalismo tampoco: es una arbitrariedad continua, una fantasía de despotismo que se cierne como nube siniestra sobre la extensión de la República y que en el momento menos pensado revienta y esparce la desolación, la miseria y la muerte”.
Recordamos que el mismo Peyret había integrado el comité de bienvenida cuando el presidente Sarmiento hizo su visita a Colón y a San José el 6 de febrero de 1870. En la oportunidad pronunció un discurso donde auguraba que “¡dure la paz que habéis prometido, Exmo. Señor, dure con ella la libertad y la justicia!”. Sin embargo la paz duró poco.
SEGUNDA REBELIÓN
La segunda rebelión jordanista que se derramó por toda la provincia pronto mostró sus limitaciones. El gobierno ya estaba preparado y con muchos más recursos bélicos.
Contaban con fusiles Remington, revólveres Colt, cañones Krupp y ametralladoras Gatling. Sarmiento en persona marchó hacia el teatro de las operaciones llevando las ametralladoras y con el general Teófilo Ivanowski (de origen polaco), que desde Río Cuarto marchó hacia Rosario al encuentro del presidente, probaron esta arma en las paredes del Colegio Nacional para hacer una demostración pública que llegara a oídos del enemigo. Los rebeldes contaban con escasa artillería, trabucos y lanzas.
En mayo los jordanistas atacaron Paraná sin lograr vencer la resistencia del gobierno.
La principal flaqueza de los ejércitos nacionales era la falta de caballos lo que les impedía movilizarse, en tanto era el principal fuerte de los jordanistas.
El 31 de octubre los jordanistas lograron apoderarse de la ciudad de La Paz.
En los primeros días de diciembre, sobre el arroyo Talitas, departamento La Paz, la vanguardia revolucionaria, al mando de Carmelo Campos y Eustaquio Leiva, fue atacada por el coronel Juan Ayala, derrotada y dispersada. Sufrieron 250 muertes, entre ellos varios jefes principales, 155 prisioneros y perdieron 600 caballos, 3 estandartes y todo su bagaje, que pasaron a manos de sus enemigos.
El 9 de diciembre se libró el combate final a orillas del arroyo Don Gonzalo, afluente del río Feliciano. El ejército rebelde aún contaba con unos 6.500 hombres, de los cuales 5.000 eran jinetes, y una decena de cañones antiguos reacondicionados. Perseguido tras la derrota de Talitas, López Jordán se vio obligado a hacerles frente.
El ministro de guerra, general Martín de Gainza, que comandaba las fuerzas que operaban en la costa del Paraná y el general Julio de Vedia, a cargo de la columna que se desplazaba por Corrientes, confluyeron e iniciaron la acción alrededor de las 15.
La lucha fue cruenta. Después de una hora de fuego por parte de ambas artillerías, los jordanistas iniciaron un envolvimiento con tres regimientos de caballería, un batallón y dos cañones, pero las tropas nacionales pasaron a su vez al ataque rechazando a los rebeldes al otro lado del arroyo Molle. Ese día se estrenaron los fusiles Rémington, haciendo estragos en las fuerzas insurgentes.
En el centro del dispositivo, entretanto, los tres batallones rebeldes, que habían pasado al ataque, fueron derrotados.
En el ala Oeste el combate se mantuvo indeciso hasta que a último momento se resolvió a favor de las fuerzas del gobierno nacional.
Los combates se prolongaron toda la tarde, hasta las 19.30 cuando López Jordán resolvió replegarse. El arroyo crecido dificultó la maniobra de los rebeldes. En el intento de vadearlo unos 300 jordanistas se ahogaron.
Al día siguiente, el coronel Ayala hizo fusilar a varios de los jefes revolucionarios.
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