Es un hecho comprobable que va elevándose la expectativa de vida. La gran pregunta es qué condiciones deben darse para que las personas lleguen a la vejez sin perder su autonomía e independencia, gozando del mejor estado de salud posible. Estas son algunas de las premisas de la recién conformada Asociación de Técnicos Universitarios en Psicogerontología de Entre Ríos.
Valeria Robin
Para estar a tono con la Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, nuestra sociedad debe protagonizar un cambio cultural sustantivo, por el que se actualice la forma de ver a los viejos y se transformen las políticas públicas para que el foco no esté puesto en afrontar la enfermedad cuando sobreviene, sino en evitarla.
Estos aspectos fueron abordados durante una visita que realizaron a EL DIARIO los integrantes de la Asociación de Técnicos Universitarios en Psicogerontología de Entre Ríos, Miriam Stahler, Gabriela Darós, y Fernando Veiga. Lo que sigue es una síntesis del diálogo compartido.
–¿En qué consiste el trabajo cotidiano de un técnico en psicogerontología?
–Lo que le da sustancia a nuestro trabajo es la conversación. El punto de partida de todo abordaje es el diálogo con el viejo, porque lo que buscamos es conocer y también descubrir sus necesidades e intereses. Un error frecuente es no considerar que las personas tienen una trayectoria vital, y que probablemente quieran seguir haciendo eso, adaptado a las nuevas condiciones.
Trabajamos desde una perspectiva que respeta ese legado. Creemos que así se alcanzará el mayor bienestar posible. No se trata de imaginar cómo entretener al viejo, sino de bucear en lo que tuvo de valioso su pasado, para ver si ese proyecto sigue siendo atractivo o necesita una reformulación.
Tampoco se trata de cuestiones abstractas, sino de asuntos concretos, como dónde voy a desayunar, qué quiero desayunar, dónde quiero dormir, en qué cama, en qué pieza, qué quiero ver y qué quiero escuchar. En definitiva, mantener la llama viva, porque el paso de los años no nos debe quitar eso.
Definiciones
–¿Qué entienden por vejez?
–Es una etapa más de la vida. Desde nuestra perspectiva, no emparentamos la vejez con la enfermedad sino con actividades movilizantes, con nuevas oportunidades, con el renacer de los proyectos, y con la alegría de integrarse a los grupos. La vejez debería ser una etapa de júbilo, de deseo.
La vejez también es entendida como un punto de partida; si se mira detenidamente, vamos a notar que en el proceso de la vida siempre hay inicios. Para decirlo de otra manera, cada día es un desafío, y para afrontarlo no hay edad.
En la vejez, en especial, tenemos la oportunidad de empezar, de retomar o reiniciar los proyectos nuevos o antiguos, porque los contextos se modifican: ya terminamos los estudios, los hijos ya son adultos, pueden pesar algunas ausencias, y necesitamos organizar el tiempo de una manera diferente a cuando el trabajo lo ordenaba todo.
En ese sentido, insistimos en que la enfermedad es propia de la vida, no de la vejez.
–¿En qué consistiría una buena vejez?
–En hacer un culto del valor de lo sencillo. No siempre el problema es la vejez. De hecho, una vida saludable está en mejores condiciones de ofrecer una vejez activa y autónoma. No obstante, es preciso señalar que los entornos físicos a veces no ayudan y ponen trabas al desenvolvimiento de los viejos, lo que limita que puedan apropiarse y disfrutar del espacio público.
Insistimos: que la vejez sea buena o mala no tiene que ver con el mero paso del tiempo, sino con el estilo de vida que se ha tenido.
Lo importante es que hoy en día tenemos en nuestras manos la posibilidad de planificar cómo será nuestra vida en la vejez. En ese sentido, la actividad física, el buen descanso, la alimentación equilibrada, y evitar el estrés crónico son estrategias trascendentales, una inversión a futuro.
Al revés, no es sensato pensar que una vida sin cuidados tendrá como resultado una vejez activa y saludable. Para ello, necesitamos un cambio de cultura. Nosotros aspiramos a que los nuevos viejos ya tengan un poco más incorporado todo lo que estamos mencionando.
Lo que intentamos es que las personas de cierta edad piensen en el futuro, qué tipo de vida anhelan y qué clase de viejos quieren ser.
Contextos
–¿Hay un entorno que repele al viejo?
–Sucede algo curioso: para ocasiones especiales, como por ejemplo los cumpleaños, se suele destacar el haber llegado a viejo, pero en el día a día hay una minusvaloración y hasta un desprecio por sus cualidades.
Esa cultura latente tiene muchas otras manifestaciones, como la impaciencia hacia los mayores, las barreras arquitectónicas, la falta de comprensión de los tiempos y las características de esta etapa de la vida, y la poca empatía, que se manifiesta, por ejemplo, en las dificultades para hacer frente a la digitalización de la vida cotidiana, o a la realización de trámites.
Como asociación nuestro estandarte es defender los derechos de las personas mayores, en vista de todo lo que estamos señalando. Para eso, creemos necesario trabajar de manera intergeneracional, inculcar en los más chicos una conciencia más afín a la vejez, que está cargada de prejuicios.
–Es una apuesta de largo aliento.
–Desde luego, porque en el contexto actual, la esperanza de vida aumentó de manera considerable, lo que por un lado es una buena noticia, pero al mismo tiempo nos empuja a reordenar las condiciones en las que vivimos; a eliminar las desventajas con las que les toca vivir a los viejos, y a encontrar la forma de garantizar la accesibilidad a los derechos de este colectivo.
Entonces, como técnicos en Psicogerontología nos corresponde promover un cambio de mirada respecto de esta etapa de la vida. Por eso, hablar de la vejez resulta necesario y urgente. En ese sentido, el objetivo último de nuestras acciones es que los viejos conserven su autonomía; y que la sabiduría y la experiencia de los años vividos sean una semilla vital.
Por estas razones es que decimos que trabajamos de abajo para arriba. Insistimos: debemos construir una cultura en la que se valorice a los mayores, donde sea una virtud la capacidad de la memoria, el resguardo de los recuerdos y la transmisión del conocimiento, como son los oficios y ciertas formas de resolver desafíos.
Panorama
–¿Cuál es el horizonte que se les presenta a los técnicos en Psicogerontología?
–Está en ciernes. Recién estamos dando los primeros pasos como asociación, y podemos anunciar que ya contamos con la Personería Jurídica.
Nuestros esfuerzos están orientados a hacernos visibles, que nos conozcan, que los colegas sepan de nuestra existencia, porque pese a que son numerosos los graduados, son pocos los matriculados.
–¿Cuántos son unos y otros?
–Matriculados seremos unos 70, y egresados 350 aproximadamente. Al matricularse no solo encuentran el respaldo de una asociación sino también que pueden acceder a posibilidades de capacitación.
Pese a las vicisitudes, estamos en contacto con colegas de distintos puntos de la provincia, por ejemplo, de Concordia, y Concepción del Uruguay. En esa tarea de rastreo, hemos encontrado auxiliares gerontológicos, especialistas en salud mental en la vejez, acompañantes terapéuticos o cuidadores domiciliarios, pero nosotros defendemos la pertinencia de los técnicos en Psicogerontología.
–¿Cómo se pueden contactar los interesados?
–Una forma práctica es comunicarse al siguiente número: 343 4 688710, o mediante el envío de un correo electrónico a [email protected].
Las cosas por su nombre
–¿Qué implica en la práctica profesional el cambio de enfoque que proponen?
–Como dijimos, nos interesa incorporar la mirada de la prevención. Nos preguntamos qué tipo de vida debe llevar una persona para tener autonomía en la vejez.
Lamentablemente las políticas públicas y las de las obras sociales están orientadas a resolver el problema cuando aparece y no a anticiparse mediante programas de prevención, que es lo que estamos proponiendo: el cambio cultural también alcanza estas esferas.
Nosotros trabajamos con la prevención y la promoción de la salud, para morigerar los efectos de las enfermedades.
En ese sentido, es tan importante para la persona alimentarse de manera equilibrada y hacer actividad física como disfrutar de redes vinculares de las que participen familiares y amigos.
De todas maneras, la independencia es un asunto complejo donde intervienen muchos factores, incluso la arquitectura, en el diseño de casas y ciudades.
También hay que decir que necesitamos un servicio de salud acorde a los tiempos de los viejos, sin largas filas y trámites burocráticos, porque de la celeridad con la que se los atienda depende muchas veces su vida.
Como vemos, para alcanzar el envejecimiento activo deben confluir una multiplicidad de factores. Y a todos ellos los atraviesan las concepciones erróneas de vejez, tanto de los que la niegan como de los que la equiparan a la enfermedad, la decrepitud y la fragilidad.
Como asociación defendemos la Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, a la que nuestro país adhirió.
–Esquemáticamente, ¿qué es lo que propone la Convención?
–Para la Convención una persona mayor es la que tiene 60 años o más. Los principios de la Convención son la promoción y defensa de los derechos humanos y libertades fundamentales de la persona mayor; la valorización de la persona mayor, su papel en la sociedad y la contribución al desarrollo.
También contempla la dignidad, la independencia, el protagonismo y la autonomía de la persona mayor. Desde esta perspectiva, la igualdad y no discriminación van de la mano de la participación, la integración y la inclusión en la sociedad.
Llevar una vida saludable es un camino cierto para alcanzar una vejez activa. Foto: Sergio Ruiz
