No hay dudas de que las medidas económicas que están implementándose generarán serias consecuencias sociales en el corto y mediano plazo. Aunque se tomen a 500 kilómetros, el impacto que producirán en el territorio pondrá a prueba la habilidad política del gobernador Rogelio Frigerio y su equipo de trabajo.
Tal como se preveía, para Rogelio Frigerio duró lo que una brisa la ceremonia de asunción, sus coquetos rituales y los consabidos discursos de ocasión. La combinación de antiguas demandas sociales insatisfechas y la irrupción de un escenario de ajuste fiscal nacional, cuya característica más notoria es el recorte de atribuciones del Estado y la fuerte transferencia de recursos hacia renglones concentrados de la economía, producirá severas e inmediatas consecuencias no sólo sobre la sociedad en su conjunto sino también sobre la fuente de ingresos múltiples con la que se gestionan las políticas públicas en el territorio provincial.
El viernes 15, Frigerio fue uno de los gobernadores que se conectaron de manera virtual a una reunión que, en la Casa Rosada, convocó el ministro del Interior, Guillermo Francos. La preocupación general es que la caída en la coparticipación, por el efecto de haber exceptuado a los trabajadores de pagar Ganancias, genera un desfase decisivo en las cuentas provinciales, al punto que algunas están anunciando pago desdoblado de sueldos y otras, planes de achicamiento.
COMPENSACIÓN
El encuentro le ha servido al titular de la cartera política nacional para tener un mapa de las posiciones, distrito por distrito. Lo que quedó expresado con nitidez es que nadie entre los gobernadores está de acuerdo con perder esa masa de recursos; las diferencias se establecen entre quienes pretenden que el impuesto se reimplante, generando una nueva afectación sobre los ingresos de la población, y los que aspiran a que la Nación compense la diferencia de alguna manera.
Se supone que el propio Francos reanudará los contactos con los representantes de cada uno de los 24 distritos, con la idea de avanzar en probables acuerdos. Al gobierno nacional le interesa tener cerrado ese frente antes de avanzar con las normas (decretos de necesidad y urgencia y leyes) que plasmarían un programa económico y que, más tarde o más temprano, deberán contar con la aprobación del Congreso. En la agenda de unos y otros quedó escrito que el martes al mediodía se aguarda que, del plenario de gobernadores, en Casa Rosada, participe el presidente Javier Milei, además de Francos y su equipo.
LO QUE VIENE
Aún en el caso de que esta situación puntual se resolviera en los términos en que aguarda Frigerio, parece claro que el mayor desafío que se le presenta pasa por cómo garantizar la armonía social, en un contexto local en el que habrá una merma notoria en la inversión pública (nacional, provincial y municipal), un aletargamiento de la actividad económica y comercial, una afectación en los niveles de empleo, una pérdida de la capacidad adquisitiva del salario y una ampliación de los alcances de la pobreza.
En este escenario, la instalación de la protesta social no puede ser considerada una hipótesis lejana, tal como lo prueba el áspero protocolo que acaba de presentar en sociedad la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Por otro lado, una vez que los ríos del desencanto confluyen es difícil separar la hacienda propia de la ajena. Dicho de otra manera, si bien algunos ciudadanos se movilizarán a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para ejercer el constitucional derecho, la inmensa mayoría de comprovincianos se manifestará en calles y plazas de Entre Ríos, lo que convertirá a Frigerio en un actor protagónico.
Así, los gobernadores deberán aprender a hacer equilibrio porque es grande el riesgo de que terminen siendo los rostros más cercanos de un ciclo político que conculcará derechos a importantes franjas de la sociedad.
CUIDAR VÍNCULOS
La impresión es que si se aíslan pueden pagar buena parte de los platos rotos, lo que pulverizará todo sueño de proyección más allá de 2027. Francamente, no da la impresión de que el ala dura del gobierno nacional esté pensando en los líderes provinciales o en su porvenir personal, más allá de alguna contingencia puntual y utilitarista.
La experiencia indica que no hay construcción de poder posible ni duradera sin el resguardo del vínculo con las fuerzas que articulan la realidad más próxima, lo que incluye a las intendencias, los sindicatos, las organizaciones sociales y los colectivos empresarios o patronales.
Así, si un buen primer gesto de los gobernadores es asegurarse que estarán en condiciones al menos de pagar los sueldos y mantener el funcionamiento de servicios esenciales, el segundo es ver cómo muñequean el malestar para que la convivencia en el territorio no resulte ser su propia condena.
Si no resuelven la ecuación interna, si no involucran crítica y colaborativamente a las representaciones sociales para acordar cómo sigue el proceso corriente o, peor aún, las embisten estigmatizándolas de opositoras (como ya ha ocurrido en anteriores situaciones de crisis), los gobernadores se estarán colocando solos en una especie de destierro político, en un sitio de clausura que dinamitará cualquier aspiración electoral futura.
En fin, si hay que presentar batalla que sea en la prosperidad; en la miseria, es mejor desandar caminos menos cruentos y más prometedores.
