Dejarse estar mientras el tiempo pasa. La tibieza del sol de la mañana acaricia el cuerpo y un sentimiento placentero de bienestar lo invade. Instantes que hacen de la vida un espacio disfrutable mientras el rio corre manso.
Olvidar por un rato problemas y proyectos para pensar en nada. El mate está a un lado para acompañar el camino del sol hacia el cenit. La contemplación o la lectura disuelven la dimensión del tiempo y una conexión profunda y bienhechora con la naturaleza acontece. Surge entonces la posibilidad de ese sentimiento indefinible de sentirse parte de esa naturaleza de la que se es parte, pero que a veces el ser humano olvida, encerrado en el entorno urbano. El río y la playa están allí, siempre a mano, para volver a reconectar.