Pese a que su mención inundó los medios de comunicación y las redes sociales, la inteligencia artificial es una herramienta muy poco usada por el común de las personas. Los especialistas aconsejan interactuar más con ella para poder sacar el mayor provecho posible.
Mercedes Ezquiaga
La irrupción de la inteligencia artificial popularizada por el chat GPT, la historia de esta tecnología que se remonta a los hallazgos del matemático inglés Alan Turing y el impacto que tendrá a futuro y que hará, presumiblemente, emerger una sociedad radicalmente diferente a la que conocemos, son algunos de los aspectos analizados en el ensayo “Artificial”, donde el tecnólogo Santiago Bilinkis y el neurocientífico Mariano Sigman se interrogan si esta nueva herramienta será “una lámpara de Aladino o una caja de Pandora”.
Convertida la IA en uno de los tópicos ineludibles a nivel mundial, con múltiples interrogantes alrededor de sus usos, avances y riesgos a futuro -aún desconocidos-, los autores de “Artificial. La nueva inteligencia y el contorno de lo humano” no pretenden en este volumen brindar respuestas definitivas sobre lo que se avecina en materia de esta tecnología sino más bien compartir una serie de reflexiones y datos, conscientes de que estar informados -preparados- es la mejor forma de navegar su inexorable avance.
“Hace pocos días se cumplió un año de la aparición del chat GPT y lo que observo es que muy poca gente utiliza las herramientas de Inteligencia Artificial generativa. Más allá de la enorme repercusión mediática de este año, todavía no hubo una real exposición al tema por parte de la mayoría de las personas. Y lo peor que uno puede hacer respecto de algo que se viene y que puede tener algún efecto sobre tu vida, es negarlo o mirar para otro lado. Es una tecnología mucho más fácil de usar de lo que la gente cree”, reflexionó el tecnólogo Santiago Bilinkis.
A lo largo de 227 páginas, los autores desmenuzan la historia de la IA desde su nacimiento de la mano de Turing (y su máquina Enigma), su restricción durante muchos años a un reducido ámbito académico, su creciente interés y su decidido despegue o desarrollo en este siglo, que tuvo que ver más bien con una necesidad específica de la industria de los videojuegos, hasta llegar a las redes neuronales, construidas emulando la estructura del cerebro humano, cuyo funcionamiento aún no comprendemos del todo. Por el contrario, como especie entendemos muy poco la inteligencia biológica y mucho menos la conciencia.
Fue la introducción del lenguaje lo que lo cambió todo, tal como dan cuenta Bilinkis y Sigman en estas páginas. “La IA ha aprendido a hablar con un estilo increíblemente humano y a decir cosas interesantes y de gran trascendencia, sin tener la menor idea de lo que está diciendo”, explican los autores, añadiendo que “la capacidad combinatoria del lenguaje no tiene límite”. Entonces, estas máquinas aprendieron a detectar patrones que para la mayoría son imperceptibles.
Habilidades
El Chat GTP ha demostrado notables capacidades en una variedad de dominios y tareas. Si pronto la IA podrá escribir novelas, redactar leyes, diseñar empresas, concebir viajes o incluso ser buen terapeuta, ¿qué espacio laboral quedará para la especie humana en el futuro?, es uno de los principales interrogantes que sobrevuela el libro.
“Aprender a dar buenas instrucciones se convertirá pronto en una habilidad fundamental”, escriben los autores. “Si aprendemos cómo usarlas en nuestro provecho explotaremos al máximo su potencial. Si no, ellas aprovecharán el nuestro”, advierten conscientes de que las empresas tecnológicas apuntan a que pasemos el máximo tiempo posible usando sus servicios. No en vano hoy se compara a los contenidos online con los siete pecados capitales: “Netflix explota la pereza, Twitter la ira, Instagram la vanidad, Linkedin la codicia, Amazon la gula, Pinterest la envidia y Pornhub la lujuria”.
“Nadie sabe qué va a pasar porque el futuro no está escrito”, se plantó Bilinkis. No sin sentenciar que “no hay un destino; es una construcción que depende de las decisiones que vamos tomando en el día a día. Lo que posiblemente pase no es que las máquinas reemplacen a las personas, sino que personas que integren esta herramienta a su repertorio puedan hacer el trabajo que antes requería de dos, tres, cuatro o cinco. Por eso creo que aprender a usar esta herramienta va a ser crucial y por eso me sorprende tanto que haya pasado un año y tan poca gente la haya incorporado”, señaló.
–¿Cuál es la percepción general de la gente frente a esta tecnología?
–Posiblemente haya cierto temor. Es una tecnología sumamente fácil de usar, porque habla en nuestro idioma, o sea, uno le pide a la inteligencia artificial generativa en el lenguaje natural, como le hablarías a otra persona. La primera sorpresa que se llevan las personas que empiezan a utilizarla con regularidad es que te entiende increíblemente bien. Acostumbrado a lo que eran los asistentes de voz como Alexa, Siri o Google Assistant, que usábamos hasta ahora, esto es un salto cuántico. Es una diferencia gigantesca en la calidad de interpretación. Es una herramienta muy amable para quien nunca la usó, obviamente tiene cierta curva de aprendizaje. Es como tocar la guitarra: si no sé tocar voy a generar un sonido, si se la doy a una persona que sabe tocarla, va a sacar una melodía hermosa. Esto es igual con la salvedad de que el Chat GPT es mucho más fácil de aprender porque la interfaz, la manera de comunicarte con la máquina, es a través del lenguaje natural que es algo que todas las personas manejamos relativamente bien.
Ejes
–Uno de los principales planteos del libro es cuál va a ser el rol de los seres humanos cuando las máquinas acaparen el mundo laboral. En ese sentido, ¿cómo se vislumbra el futuro?
–La verdad es que no sabemos bien qué va a pasar. Si te fijas en las predicciones de hace diez años mías o de Elon Musk, Stephen Hawking o Bill Gates hablando de lo que creíamos que iba a ser la inteligencia artificial y su impacto en el mundo del trabajo, la verdad es que estuvimos equivocados.
O sea, creíamos que las profesiones amenazadas eran aquellas más rutinarias, más repetitivas y ahora que tenemos inteligencia artificial descubrimos que en realidad lo que las máquinas mejor hacen son las tareas creativas. Y las profesiones que creíamos que quizás estaban más amenazadas, no lo están tanto. Y las que creíamos más seguras, no.
Hace dos o tres años, la profesión más promisoria para una persona era la programación, la ingeniería informática, ingeniería de software o computación científica. Hoy sigo creyendo que son profesiones promisorias pero el trabajo propiamente dicho de programador probablemente esté entre los primeros que sea fuertemente acaparado por las máquinas.
Una cosa importante para decir respecto de esta cuestión es que las máquinas seguramente no nos van a reemplazar en el sentido de que los humanos no tengamos que hacer nada. En el uso de estas herramientas hay un humano que le pide a la máquina qué hacer, lo que actualmente se llama el prompt (todavía no hay una palabra castellana para decirlo). Pero bueno, el prompt lo indica una persona, pero sobre todo después de la respuesta de la máquina viene una decisión final ¿qué quiero hacer con esto que la máquina produjo? Y eso también sigue siendo territorio humano.
–El artista turco Refik Anadol, reconocido por realizar esculturas con inteligencia artificial en base a sus “alucinaciones”, piensa que los seres humanos estamos permanentemente buscando en las máquinas sentimientos que ellas no tienen, alma, espíritu. Y se pregunta si algún día la IA será como “parte de la familia”. ¿Qué opinas?
–Las máquinas pueden escribir cosas conmovedoras, cosas inteligentes y tener memoria. Digo, todo lo que un humano puede hacer no hay razón alguna para pensar que no pueda ser reproducido en otro tipo de ente, no necesariamente biológico, que muestra las mismas propiedades.
Por ejemplo, a un perro, que es inteligente, y tiene sensibilidad, le atribuimos sentimientos y dada nuestra propia experiencia podemos conjeturar qué le puede estar pasando. Pero no sabemos lo que está pasando dentro de la cabeza de un perro. Por ahí, simplemente actúa así, no siente nada, y es una interpretación nuestra. Bueno, con las máquinas es lo mismo.
En el momento que empiecen a actuar de una manera que nos permita inferir que tienen sentimientos, que tienen conciencia, que tienen sensibilidad, vamos a tener que tomar una decisión. ¿Por el hecho de que sean máquinas vamos a negarles la posibilidad de acceder a esas cosas que sí le permitimos a un perro? Bueno, esa va a ser una decisión que creo que lo vamos a tener que enfrentar en un plazo mediano. Vamos a encontrarnos con máquinas que empiecen a hacer cosas que desafíen nuestra idea de lo que es una máquina.
–¿Cómo te posicionas frente a ciertas posturas como por ejemplo las del historiador israelí Yuval Harari que objeta que la IA podría acabar con la democracia?
–Está lleno de predicciones. El mundo de los expertos está dividido entre los tecno optimistas y los tecno pesimistas. Los que creen que esto va a ser una panacea y los que creen que esto va a terminar con la existencia humana misma, o todo tipo de catástrofes.
Nosotros en el libro intentamos no caer en un optimismo vacío. Nos parece muy peligroso subestimar los riesgos de esta tecnología, pero tampoco necesariamente sucumbir a una mirada apocalíptica. Y ese fue uno de los grandes desafíos del libro: discutir los escenarios que nos parecen preocupantes, las cosas que pueden salir mal, sin vivir eso como una condena necesaria.
Los especialistas recomiendan perderle miedo al uso del ChatGPT. FOTO: Juliana Faggi.