Como un organismo vivo, y eslabón esencial que integra el ecosistema planetario, el río atraviesa ciclos. A veces su cauce se adelgaza, como sucedió en los pasados tres años. En otros momentos, ese cuerpo marrón que fluye hacia el mar, se ve engrosado por las lluvias que alimentan sus nacientes. Más allá de esos ciclos, la presencia fluvial está allí, compañía ancestral que fascina a quienes la conocen y habitan en sus riberas. Aún con el aumento en su cota, el Paraná -que al crecer e inundar las riberas recuerda en su avance que esos territorios le pertenecen- invita a disfrutar de un momento de tranquilidad pescando y observando su lento fluir.