Un edificio centenario, que honra a la Divina Comedia en el corazón de Buenos Aires, no pudo ser disfrutado por su mentor, Luis Barolo. Pese al tiempo transcurrido, el Palacio sigue distinguiéndose como joya arquitectónica e ilustrada: recorrerlo es volver a internarse en la obra de Dante Alighieri.
Gustavo Labriola
Especial para EL DIARIO
Luis Barolo, nacido en el Piamonte italiano en 1869, había ingresado con la segunda corriente inmigratoria en 1890 a la Argentina y consolidó su fortuna mediante importación de telas y con las primeras máquinas para hilar lana y plantaciones de algodón en el Chaco.
Años después conoció al arquitecto Mario Palanti, con quién pergeñó la idea de construir en la ciudad de Buenos Aires un edificio de características particulares, al que lo pretendía destinar para renta.
Preocupados por la situación en Europa como consecuencia de las guerras que se desarrollaban en los primeros años del siglo XX y que, consideraban, podían poner el riesgo el continente, Barolo, amante de la cultura italiana y en particular, del Dante, le propuso a Palanti la construcción de un edificio inspirado en la famosa epopeya alegórica La divina comedia, y conservar en él, las cenizas del vate florentino, habida cuenta que, nunca sus restos retornaron de Ravena a su ciudad natal.
El arquitecto Palanti había sido el director técnico del pabellón Italiano durante las celebraciones del centenario de la revolución de Mayo en Buenos Aires. A partir de ese evento, se convirtió en uno de los más reputados arquitectos en el Río de la Plata. Diseñó varios edificios sobre la avenida Rivadavia, uno en Av. Callao y Santa Fe y lujosas mansiones del Barrio Parque porteño. Uno de sus creaciones más significativas fue el Hotel Castelar, en Avenida de Mayo donde eran habitués Norah Lange, Oliverio Girondo y Alfonsina Storni y donde se conservaba incólume la habitación en la que residió cuando estuvo en Buenos Aires, Federico García Lorca.
Respecto al Barolo, en un terreno ubicado en la Avenida de Mayo de Buenos Aires, el intendente Luis Cantilo autorizó una construcción de 100 mts. de altura (como los cantos de La Divina Comedia), incluido un faro, con 22 pisos y 2 subsuelos que superaba en cuatro veces la altura permitida en ese lugar, lo que lo convirtió hasta el año 1935 (cuando se inauguró el Kavanagh, frente a Plaza San Martín, en Buenos Aires y el Martinelli en San Pablo) en el edificio más alto no solo de Buenos Aires, sino de Latinoamérica.
Estilo
El edificio, inaugurado el 7 de julio de 1923, y que hoy conserva todo su esplendor, mantiene según los expertos una conjunción muy peculiar de distintos estilos arquitectónicos y es un referente de la arquitectura esotérica latinoamericana. Así aparecen rasgos neogóticos, del art nouveau o el art decó y la cúpula está inspirada en el templo hindú del amor. Fue el primer edificio argentino construido con hormigón armado; sus escaleras suman 236 metros con 1.410 peldaños con mármol de Carrara; tienen decoraciones de herrajes, vitraux, lámparas y molduras y las paredes y columnas se revistieron de granito.
El edificio está dividido en dos bloques, de 11 oficinas cada uno, y ha sido ocupado y lo sigue siendo por profesionales. Sin embargo, en la última y sangrienta dictadura militar funcionó en una dependencia, la agencia oficial Saporiti, que pertenecía a la Secretaría de Inteligencia del Estado. Su mayor valor estético y cultural, surge de las numerosas referencias al excelso poema del Dante.
En ese sentido, según el arquitecto Carlos Hilger, “la distribución del edificio está basada en la métrica de la Divina Comedia”. El edificio está dividido en tres partes, como en el texto del Dante, Infierno, Purgatorio y Cielo. En el edificio hay 9 bóvedas de acceso referenciando a las etapas de iniciación y las jerarquías infernales mientras el faro de 300.000 bujías, de sistema Salmoiraghi, representa los nueve coros angelicales. Cada una de las seis bóvedas transversales y las dos laterales contienen citas en latín. Algunas son de Virgilio y otras surgen de La Biblia.
La bóveda central tiene una réplica de la escultura Ascensión, con un cóndor con el cuerpo del Dante llevándolo al paraíso, dado que la original, tres veces más grande, nunca llegó al edificio, ya que fue robada en el puerto de Mar del Plata.
La planta baja representa el Infierno, el mármol del piso tiene los colores verde, blanco y rojo, de la bandera italiana. Los primeros 14 pisos son el Purgatorio, donde los siete pecados capitales están representados cada dos pisos. En los primeros tres hay animales, a partir del cuarto, hay otras bestias. En el resto de los pisos, del 14 al 22, se representa al Paraíso y se identifican los 8 cuerpos celestes del sistema solar del Dante: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno y las estrellas. Como curiosidad, debajo del edificio corre el arroyo Tercero del Medio.
Por otra parte, se dice que tanto Barolo como Palanti pertenecían a una logia masónica Fede Santa, de la que habría participado el Dante, prohibida por el Papa en el siglo XIV y vinculada con los templarios. Por tal razón, también en el edificio hay simbología masónica.
El cine se acercó también al Palacio. Sebastián Schindel, director entre otros filmes de El patrón: radiografía de un crimen (2014), El hijo (2019) y Crímenes de familia (2020), en 2012 realizó El rascacielos latino, un documental contando la historia y la particularidad del edificio.
Iguales y distintos
En la intersección de la Avenida 18 de Julio y la Plaza Independencia, de Montevideo, se alza el Palacio Salvo, que fuera diseñado por el arquitecto Mario Palanti a solicitud de los hermanos Salvo, para destinarlo a hotel de categoría. Comenzó su construcción en 1925, se lo inauguró en 1928 y se lo considera edificio gemelo del Barolo, por su similitud en la fachada y en el interior. En algún momento se dijo que desde la cúpula del Salvo se podía ver la luz del faro del Barolo, situación improbable por la distancia entre ambas capitales y la curvatura de la tierra.
El Palacio Salvo tiene referencias a la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin, mediante las molduras de bronce en el exterior del edificio y en la planta baja, donde hay una escena marina con animales que continúa en el entrepiso, primero y segundo piso con animales más evolucionado, hasta llegar en este último a la figura humana como el fin de la evolución.
En ese predio, antes del Palacio Salvo, estaba la confitería La Giralda, donde se interpretó por primera vez La cumparsita. Una vez erigido el Palacio, en su subsuelo, funcionó un teatro que contó con la presencia de artistas internacionales. Tanto este como el Barolo fueron declarados Monumentos Históricos Nacionales de cada uno de los países.