El 5 de enero de 1878, una novedad agitaba las aguas de la política nacional: Ricardo López Jordán era derivado, engrillado, a la ciudad de Rosario, bajo responsabilidad de Servando Bayo. Escaparía de prisión -donde se hallaba luego del fracaso de la revuelta que había encabezado en 1876- un año más tarde. La huída complicó a Bayo, quien más allá de este traspié supo, por otro lado, defender la soberanía e intereses del país frente a la voracidad de la banca británica.
Rubén Bourlot
Especial para EL DIARIO
La última rebelión de Ricardo López Jordán en Entre Ríos -1876- fue un nuevo fracaso que terminó con el apresamiento y condena de su líder. Tras el intento de escapar por Corrientes fue tomado prisionero en Goya y derivado a Paraná para su juzgamiento. Ante la ostensible parcialidad que demostró el juez a cargo del proceso se lo derivó engrillado a Rosario el 5 de enero de 1878 donde terminó condenado y preso en la Aduana local.
En agosto de 1879 el famoso preso estaba bajo el cuidado del entonces Jefe Político del Departamento Rosario, Servando Florencio Bayo y “se le escapó la tortuga”. Efectivamente, el 12 de ese mes López Jordán no estaba más en su prisión. En el informe que elevó Bayo al Ministro de Guerra y Marina, Julio Argentino Roca, expresa que “resulta como comprobado el hecho que el prófugo se evadió de su prisión, mediante la cooperación de su misma esposa, a la que se le había concedido permiso para que lo acompañase y curase de ciertas dolencias de que se quejaba y éste, vistiendo el traje de la misma, aprovechó para fugarse, engañando de esta manera al centinela que estaba en la puerta de la prisión (…).
“(…) También, arrojan vehementes sospechas que su fuga una vez en la calle, haya sido protegida por un individuo llamado Pedro Romero (a) ‘El Indio’, pues éste fue oficial del mismo López Jordán y desapareció de la localidad, casi al mismo tiempo que el preso.”
López Jordán terminó exiliado en Montevideo de donde retornó a fines de 1888, amnistiado por el presidente Miguel Juárez Celman. En junio de 1889 fue asesinado por un joven -Aurelio Casas- en las calles de Buenos Aires donde residía.
“NO HE ROBADO, NI DEJADO ROBAR”
En nuestra zona tal vez no sea muy nombrado Servando Bayo, en ese momento un funcionario menor de Santa Fe. En tanto sí es más conocido el episodio protagonizado por Manuel Quintana, futuro presidente, entonces senador nacional pero además asesor legal sucursal Rosario del Banco de Londres, que ante un conflicto de la entidad financiera con el gobierno de Santa Fe pidió al gobierno inglés que una cañonera bombardease Rosario.
Bayo fue una notable personalidad santafesina que sin dudas trasciende los límites provincianos y es clave en el devenir histórico del país. Fue gobernador de su provincia entre 1874 y 1878 en coincidencia con la presidencia de Nicolás Avellaneda. Al término de su mandato asumió el cargo de Inspector General de Armas de la provincia y luego Jefe Político de Rosario.
Había nacido en Rosario. Cursó la carrera militar e intervino en la batalla de Cepeda (1859) como integrante de las fuerzas de la Confederación Argentina con el rango de capitán, siendo ayudante del coronel Nicolás Martínez Fontes, que cayó gravemente herido en esa acción militar. Frente a este hecho, Bayo arriesgó su vida para auxiliar a su jefe, ayudándolo a subir al caballo y salvándolo de una muerte segura. Tiempo después, Justo José de Urquiza premiaría ese acto de arrojo.
Su gobernación, sin dudas progresista, estuvo plagada de conflictos. El primero de ellos fue el levantamiento armado de Bartolomé Mitre que intentó un golpe de Estado contra el recién electo presidente Avellaneda. Bayo puso al servicio de las instituciones constitucionales su cuerpo de “Gendarmes Rosarinos”, armados de las modernas Rémington.
Una vez en la presidencia Avellaneda dispuso resarcir económicamente los gastos de aquellas provincias que habían cooperado para sofocar a los mitristas. Cuando pasó por los gastos de Santa Fe encontró que la provincia más adicta en la contienda fuera la que menos reclamaba. Bayo se expresó en forma brusca: “es que no he robado, ni he dejado robar a nadie, Señor presidente”.
Eran públicas las reglas de transparencia y austeridad de la gestión de Bayo a partir de los más altos círculos gubernamentales, castigando severamente todo intento de malversación de bienes comunes.
AMENAZA DE BOMBARDEO A ROSARIO
El hecho que marcó a fuego su gestión fue el conflicto con el Banco de Londres y Río de la Plata al intentar llevar adelante una política económica y financiera soberana en tiempos del reinado de la libra esterlina. En 1874 se creó el Banco Provincial de Santa Fe, proyectado por el gobernador saliente Simón de Iriondo, con el objetivo de favorecer el acceso al crédito a los sectores productivos, con capacidad para emitir moneda.
En 1876 la sucursal Rosario del Banco de Londres y Río de la Plata, gestionado por Norberto de la Riestra, realizaba todo tipo de maniobras para monopolizar la emisión de moneda y, con manejos especulativos, provocó corridas financieras para debilitar al banco de la provincia.
Antes de la creación de la entidad financiera estatal el banco de origen inglés había logrado ser el único que operaba en la provincia de Santa Fe y, además de los servicios financieros, con la facultad para emitir moneda, con lo cual ejercía una notable influencia en la economía nacional.
Frente a las maniobras del banco británico, Bayo tomó intervención inmediata encarcelando e iniciándole una causa al gerente Luis Behn, e incautó de los depósitos de oro y ordenó la liquidación de la entidad.
La reacción de los banqueros extranjeros no se hizo esperar. El primer día de junio de 1876, el encargado de negocios británico Federico Saint John ordenó a la cañonera Beacon situarse en Rosario “en resguardo de la propiedad británica” mientras entrevistaba el mismo día al ministro de relaciones exteriores Bernardo de Irigoyen. Por su parte el abogado de la entidad y senador Manuel Quintana había viajado a Londres para solicitar que si el gobierno de Santa Fe no cedía en su actitud aplicaran la fuerza con el bombardeo de Rosario.
Ante esta situación Bernardo de Irigoyen hizo valer sus dotes de negociador y con firmeza negó cualquier intervención diplomática del gobierno inglés. La posición sostenida por el canciller sentó una importante jurisprudencia para preservar los intereses soberanos del país.
Finalmente los ánimos se calmaron y la institución inglesa cedió ante la posición argentina.
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