El sedentarismo, la alimentación poco equilibrada y los niveles de estrés de la vida en las ciudades está fuertemente asociado al crecimiento del número de infartos. La consulta médica frecuente y la realización de estudios sencillos permite advertir el estado real de salud y emprender desde ahí el tratamiento más adecuado.
Redacción EL DIARIO
Los avances en la ciencia y la tecnología nos hicieron acostumbrar a palabras tales como marcapasos, stents o implantes valvulares, lo que denota la profundización de los conocimientos en torno al sistema circulatorio; pero, en la misma medida, los casos de patologías cardíacas van en aumento, lo que habla a las claras de que el tipo de vida influye notablemente en la aparición de enfermedades.
De hecho, en el 90% de los infartos se puede identificar un factor de riesgo cardiovascular evitable y potencialmente reversible. Entre ellos, el más importante es el tabaco, pero también una dieta no saludable y la falta de ejercicio físico. Estos malos hábitos pueden conducir a la alteración de las cifras de presión arterial, el colesterol, los lípidos en sangre, la obesidad y la diabetes.
El ataque cardíaco se produce cuando se bloquea o se reduce gravemente el flujo de sangre que va al corazón. Por lo general, la obstrucción se debe a una acumulación de grasa, colesterol y otras sustancias en las arterias del corazón, llamadas coronarias.
Una de las preocupaciones en ese sentido, es que las personas puedan reconocer cuando están ante un incidente de esta naturaleza porque, cuanto antes actúen, mayores serán las posibilidades de morigerar sus efectos y, consecuentemente, de disminuir los riesgos de muerte o de daños incapacitantes.
En ese sentido, la Federación Argentina de Cardiología lanzó una campaña nacional para disminuir la mortalidad por infarto, generando conciencia sobre la importancia vital de la consulta temprana ante la aparición de síntomas.
La Federación Argentina de Cardiología es una institución científica con 50 años de trayectoria que está compuesta por 33 sociedades federadas, 5 delegaciones y 25 comités científicos de subespecialidades.
A través de un comunicado, la organización señaló que “el dolor de pecho suele ser la primera y más frecuente señal, aunque no la única, de la aparición de un infarto de miocardio” y la atención médica inmediata “disminuye las complicaciones posteriores”.
Según la evidencia científica, “los pacientes que consultan en la primera hora de dolor de pecho tienen una mortalidad cercana al 1% y los que consultan después de las 12 horas la mortalidad se acerca al 10%, o sea que la mortalidad de los que consultaron en la primera hora es 10 veces menor”.
En general, el dolor de pecho ocasionado por fallas cardíacas suele ser de tipo opresivo en el centro del pecho, como un peso sobre el tórax, pudiéndose irradiar a los brazos o el cuello, e incluso al maxilar inferior.
Por otro lado, este malestar puede ir acompañado de falta de aire y transpiración, además de aumentar al hacer esfuerzos y disminuir estando en reposo.
En algunos pacientes, el dolor se presenta en boca del estómago y por eso puede confundirse con un malestar o patología digestiva.
“Frente a estos síntomas es importante concurrir a una guardia médica”, afirmó el cardiólogo Walter Quiroga Castro, miembro de la FAC. En estos casos, cada minuto que pasa cuenta.
Para revertir esta situación, desde la FAC advierten que no solamente es necesario generar conciencia en la población, sino también llamar la atención de los profesionales de la cardiología. “Es importante darle un momento en cada consulta a explicar este tema a los pacientes, indagar sobre sus conocimientos y dudas para así asesorarlos”, reflexionó, al añadir que “con una simple conversación podemos lograr un alto impacto y hacer que la mortalidad por infarto disminuya”.
Para esto, se recomienda que la conversación se sustente en estos consejos: explicar qué es el dolor de pecho y las diferentes maneras en que puede presentarse. Luego reforzar la idea de la consulta rápida, incluso si se tuviera la sensación de que el dolor disminuye. Finalmente, invitar a los pacientes a que compartan esta información con sus familiares y amigos.
La forma de vida
La principal causa de los fallecimientos por enfermedades cardiovasculares es el infarto de miocardio. En la mayoría de los casos, estos eventos se asocian a factores de riesgo clásicos conocidos y, en una proporción alta, son modificables y prevenibles. Los especialistas le apuntan al tabaquismo, al colesterol elevado, a la hipertensión, a la diabetes y a la obesidad.
Cuatro de cinco infartos se podría eliminar si se dejara de fumar, con ejercicio físico regular y una dieta sana, rica en frutas y verduras, lo que no es difícil ni es caro. En efecto, no se trata de gastar dinero en medicamentos, sino de hacer un cambio en los hábitos de vida.
¿Qué efectos provoca no fumar, hacer ejercicio y seguir una dieta equilibrada? Se reducen la hipertensión arterial, los lípidos (el colesterol y los triglicéridos) y se previene la diabetes o mejora su control, si ya se ha instaurado.
Conviene reparar en que la mayoría de las veces el riesgo cardiovascular de una persona no se debe a un solo factor, sino a varios cuyos efectos no se suman, sino que se multiplican.
La conjunción de varios factores de riesgo en un mismo individuo (alteración de las cifras de la presión arterial, los niveles de colesterol y de los lípidos altos y diabetes) junto a la obesidad abdominal se ha denominado síndrome metabólico y cada vez es una realidad más frecuente y preocupante. De hecho, la obesidad suele interrelacionarse con todos esos factores y, a menudo, es la causa de que todos estos parámetros se alteren.
La obesidad y el síndrome metabólico constituyen un problema creciente y de especial preocupación en la infancia.
Desde el punto de vista de la salud cardiovascular, el tipo de obesidad más peligrosa es la obesidad abdominal u obesidad central, es decir, el exceso de grasa que se acumula en torno a la cintura y que favorece la acumulación de grasa alrededor de distintos órganos como el hígado (obesidad visceral). En los hombres, la medida de la cintura no debe exceder de los 102 centímetros, mientras que las mujeres no deben tener más de 88 cm de cintura. Si este síntoma se detectara, podría ser de gran ayuda la consulta profesional, por ejemplo, con una nutricionista.
El objetivo de la alimentación es proveer los niveles de energía que cada persona necesita en función de su metabolismo y sus requerimientos. Debe incluir verduras, frutas, hortalizas, tubérculos, legumbres, cereales integrales, huevos, pescado, frutos secos, carnes blancas y en menor grado carnes rojas.
En el mismo sentido, debemos evitar o consumir esporádicamente productos procesados como precocinados, batidos, zumos envasados, bebidas alcohólicas, embutidos, snacks, helados, papas fritas industrializadas, galletitas, chocolate, refrescos y cereales de desayuno.
Prevenir
Practicar de manera regular ejercicio físico de intensidad moderada, como caminar a buen ritmo entre 30 y 60 minutos diarios, al menos 5 días por semana; y seguir una dieta sana y cardiosaludable son dos pilares fundamentales para prevenir el sobrepeso, la obesidad y, en particular, la obesidad abdominal, situaciones que pueden conducir a la alteración de varios parámetros del organismo, al desarrollo del síndrome metabólico y, por lo tanto, de distintas enfermedades cardiovasculares.
Como se dijo, para combatir la obesidad abdominal, los hombres deben mantener su cintura por debajo de los 102 cm de perímetro y las mujeres por debajo de 88 cm. Y, para combatir la obesidad en general, hay que conocer el índice de masa corporal (IMC), el principal indicador de cuál es nuestro peso corporal.
El IMC se obtiene a partir del peso y la altura de cada individuo, e indica si una persona tiene un peso insuficiente, normal (normopeso), sobrepeso u obesidad en distintos grados. Estos valores son aportados por un estudio que, por ejemplo, suele realizar la nutricionista.
Además de seguir unos hábitos de vida cardiosaludables para evitar la obesidad, los expertos hablan de otros detalles a contemplar. A partir de los 40 años, hay que acudir al médico cada cierto tiempo para conocer los factores de riesgo de cada uno. Así, con medir la presión arterial y realizar un análisis de sangre se puede saber si la presión arterial, los lípidos y la glucosa (azúcar) en sangre se encuentran dentro de los parámetros de normalidad.
En personas que ya han sufrido un primer infarto de miocardio, los objetivos de control de estos parámetros son más estrictos.
A tener en cuenta
Los resultados de estos estudios, combinados con la edad del paciente y el IMC, así como la medida del perímetro abdominal, o circunferencia de la cintura, permiten estimar el riesgo cardiovascular de cada persona, mediante distintas tablas de cálculo de riesgo cardiovascular.
En caso de que se detecte un factor de riesgo alterado, casi siempre es posible actuar para corregirlo y contrarrestar el riesgo cardiovascular. Actualmente, se dispone de un arsenal terapéutico importante para controlar estos factores de riesgo. Por eso es vital la consulta médica periódica.
Además de los factores de riesgo cardiovascular clásicos anteriormente comentados, el estilo de vida actual está conduciendo a la aparición de nuevos factores de riesgo cardiovascular, como la apnea del sueño, el estrés, la contaminación o el consumo de drogas, que también hay que evitar y controlar.