Con la política energética, a Entre Ríos se la perjudicó en una cifra que oscila entre los 3.000 y los 8.000 millones de dólares en las últimas cuatro décadas. La estimación es una de las conclusiones a las que arriba Elbio Miguel Woeffray que, en el libro “Entre Ríos: el Estado al que le robaron la luz”, compara las expectativas de desarrollo con la que se construyó la represa y lo que efectivamente ocurrió. Para el investigador, las postergaciones de la provincia encuentran en esta expoliación sistemática una explicación razonable y fundamentada.
Víctor Fleitas
Pese a contar con una obra valiosa, el nombre de Elbio Miguel Woeffray no le sonará conocido al ciudadano corriente. Nacido en Colón, criado en San José y formado en Concepción del Uruguay, el ingeniero Woeffray ha estado vinculado a la industria avícola, fue docente universitario y posgraduado en el exterior en Calidad y Medio Ambiente y en Energías Renovables. Por estos días, se encuentra presentando el libro Entre Ríos: el Estado al que le robaron la luz, con abordajes y reflexiones que superan los ceñidos límites del cálculo ingenieril.
En diálogo con EL DIARIO, explicó cómo surgió esa inquietud. “La enfermedad de mi esposa y un accidente vial que me costó un año sin poder caminar, me pusieron ante una encrucijada: deprimirme o ponerme a hacer alguna cosa que me entretuviera”, recordó Woeffray, al asegurar que “apliqué a la investigación histórica el mismo método que usaba en la ingeniería, análisis de datos, deducción de resultados probables y comprobación experimental, con resultados sorprendentes”.
El nervio articular de su última obra es el reclamo sobre la propiedad de Salto Grande, que fue pensada y gestionada por los entrerrianos como una herramienta de crecimiento y desarrollo. “El reclamo de propiedad sobre la represa nos habilita para ser considerados una provincia generadora y por tanto dueños de fijar una retribución razonable por la energía generada, más allá de recibir regalías”, planteó. “La densidad de documentación legal y técnica que puede dificultar la lectura se hizo necesaria para dar solidez argumental al reclamo”, explicó. “La magnitud del despojo, evaluada según distintos criterios, a lo largo de 40 años de operación de la represa, se ubica entre 3.000 y 8.000 millones de dólares”, estimó.
Lo que sigue es una síntesis de la conversación mantenida.
–¿Cómo surgió “Entre Ríos: el Estado al que le robaron la luz”?
–El libro surgió como una necesidad de expresar un sentimiento muy profundo que llevo sobre la realidad de mi provincia, a la que siempre consideré un Estado, como lo fue durante la Confederación Argentina.
El título del material es un juego de palabras, ya que en realidad inferimos como una certeza que al hablar de luz nos referimos a la energía eléctrica. Pero el título también nos lleva a otro tipo de luz, la que ilumina el camino en la oscuridad, la que nos guía por ejemplo hacia el futuro. Y es en eso que hago hincapié: que a nuestra Entre Ríos le robaron la luz y la dejaron “durmiendo la siesta”.
Y así, entonces, pasamos de ser la provincia número dos del país a ser, con suerte, la decimocuarta. Y esto, a mi juicio, ocurrió después de la muerte de Urquiza, cuando infructuosamente López Jordán intentó combatir a las tropas nacionales, que mandó Sarmiento después de declararnos la guerra.
De allí, aquella condena de cien años de atraso se tradujo en falta de puentes para comunicarnos con el resto del país, ausencia de caminos, hospitales y desarrollo.
El libro trata en particular el despojo que hubo con la obra de Salto Grande que fue pensada y gestionada por los entrerrianos, para desarrollar Entre Ríos; y que se apropió la Nación para enviar toda esa energía eléctrica al AMBA.
Los documentos abundan en el libro, a pesar de hacerlo un poco denso, para justificar lo explicitado. Costó mucho conseguirlos, ya que la información pública es escasa y difícil de hallar.
Razones
–¿Se represó el río para resolver el problema de Buenos Aires?
–Sí, con Salto Grande la intención de la Nación fue solamente llevar energía a Buenos Aires. Por eso solo habilitó una línea de 132 kv hasta Buenos Aires y no hasta Concordia, al pie de la represa.
Nunca estuvo en sus planes los objetivos de la Ley Horne de 1936, que eran poder cruzar con barcos hasta Monte Caseros, regar el norte entrerriano, desarrollar con energía barata a Entre Ríos en general y a Concordia en particular.
Solo les interesó llevar energía barata al AMBA para desarrollar la megalópolis que hoy tenemos, que se creó además con el 10 % de la población que Entre Ríos ha expulsado en los cuarenta últimos años, según muestran los censos.
Además, la política fue pagar una tarifa mínima que permita abaratar el costo de la energía en el Gran Buenos Aires, que está suplido por centrales térmicas de costo mucho más elevado.
Para muestra, un botón: Concordia, al pie de la represa, es la segunda ciudad más pobre del país.
El costo del despojo, medido en términos de tarifa, a lo largo de 40 años, entre lo pagado a la represa (y comparado con Yaciretá) y lo pagado por la distribuidora provincial, es del orden de los 3.000 millones de dólares.
Es una cantidad similar a la que todo el país le giró a Santa Cruz para subsidiar su consumo durante 27 años.
Los entrerrianos nos merecemos una provincia distinta a la que tenemos hoy. Tenemos el mandato que nos legaron Ramírez, Urquiza y López Jordán, y que abonaron con la sangre de miles de gauchos entrerrianos, que con lanza, trabuco y facón pelearon por su patria chica. Hoy no hace falta violencia, ni armas, pero sí coraje para exigir lo que nos corresponde.
En lo particular, me apasiona vivir en una provincia que tuvo la grandeza de ser una República Independiente llevada por gauchos corajudos que pudieron poner delante de sus intereses la visión de una Nación Federal.
–¿Qué expectativas tiene con el libro?
–Mi intención es que la ciudadanía “despierte” y tenga interés en estos temas que son tan sentidos para los entrerrianos. La participación de interesados en las presentaciones del libro fue buena, pero si analizo la asistencia debo señalar que estuvo centrada en profesionales y preocupados por el tema.
En común
–Mirada su producción en retrospectiva, ¿puede establecer un hilo conductor pese a la diversidad de su obra?
–Hay efectivamente un hilo conductor, que narra la resistencia de Entre Ríos a ser avasallada por la Nación. Trato de seguirla desde un eje que comienza con los jesuitas que, a pesar de que la historia oficial lo niegue, estuvieron muy presentes en la provincia; tampoco olvidemos su impronta en José Artigas, el legado de este en Francisco Ramírez, la posta que toma Justo José de Urquiza y finalmente Ricardo López Jordán.
Esta actitud rebelde nos costó en términos económicos y políticos el “exilio” de la provincia. Buenos Aires nunca nos “perdonó” la batalla de Cepeda, el Pronunciamiento de Urquiza, la batalla de Caseros y finalmente la osadía de López Jordán. Entre Ríos siempre quiso ser un Estado; independiente o no, pero con todos los derechos de una Nación.
–Se puede intuir que le asigna a la ingeniería un papel social destacado, cuando en general ese campo profesional es más bien reservado. ¿Qué aporte cree que pueden hacer los graduados universitarios en las distintas ingenierías?
–Los ingenieros le debemos a la sociedad ejercer un papel mucho más trascendente que el estrictamente técnico. Debemos de alguna manera ser “prescriptores” de las soluciones tecnológicas que avalan el desarrollo y ser una voz cantante en cuanto a la determinación de políticas de Estado. Hemos estado ausentes muchos años en la formación de políticas públicas, y el rol de los colegios de ingenieros ha sido estar ausente de estos temas, dedicados solamente a cobrar cuotas y tramitar permisos.
La ausencia de una voz con fundamentos técnicos ha permitido que la única opinión que se escuche es la de los grupos con posturas fundamentalistas, sin razones técnicas, y con una mirada ajena al desarrollo. Nadie nos invitó a un debate sobre la ley “Entre Ríos no nuclear”, o sobre la política foresto-industrial, y hoy somos ajenos a este desarrollo.
El ingeniero Woeffray es un reconocido docente e investigador de la costa del Uruguay.
Raíces
–¿A qué se dedicaban sus padres? ¿De dónde eran los Woeffray?
–Mi padre fue empleado público, funcionario de Agua y Energía Eléctrica. Gracias a él aprendí a querer esta profesión. Mi familia viene de electricistas, mis tíos abuelos fueron electricistas en Liebig y los que quedaron en Suiza, la familia Morisod-Woeffray, fueron pioneros en desarrollar la energía en el Valais, mediante una turbina que generaba energía en la montaña para dos pueblos. De hecho, mi primo Raphael, se jubiló como Presidente de la empresa de energía de Sion (Valais-Suisse). ¡Venimos con un electrón en el ADN!
–¿Recomendaría la ingeniería?
–A quien se decida a estudiarla le diría que es la carrera que le permitirá construir el futuro con sus propias manos; que la encare con cariño.
De todos modos, hay que rever los planes de estudio. No está bien que se realice una inversión por parte del Estado y que solo se gradúe el 30 % de los ingresantes; y que los que egresan estén de seis a ocho años para recibirse. Esto es un disparate, y se debe a la presencia de materias muy exigentes que no hacen a la formación profesional de fondo del ingeniero.
Hay que sentarse y discutir este tema. Esto arrancó en la Universidad Tecnológica Nacional porque cuando se fundó, que era una carrera para ingenieros que trabajaban en la industria, no había quién diera las materias básicas, y se le pidió a la academia de ciencias que dé los contenidos y aporte profesores. Y ellos colaboraron con un cúmulo de conocimientos teóricos y docentes que estaban más ligados a la investigación científica que a la formación de profesionales prácticos. Y, en general, esta perspectiva continúa hasta el día de hoy a pesar de haber transcurrido casi 70 años.