En Confesiones del diablo y otros relatos, Wendel Gietz reúne una serie de textos escritos durante la pausa impuesta por la Pandemia. Se trata de producciones breves que configuran un itinerario por algunas ideas y lecturas que el autor concretó y le impactaron.
Carlos Marin
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Cabalgando entre dos géneros -la narración y el ensayo- Wendel Gietz hilvanó 23 relatos, en los cuales este autor paranaense ha dejado fluir la escritura con espontaneidad para que corra al calor de los recuerdos, de las lecturas realizadas. O simplemente divagando. Pero luego el proceso creativo ha sido ajustado en un trabajo de pulido y corrección que dan lustre y realce a las palabras
Al estilo de lo que se ha dado en llamar en la literatura anglosajona `collected papers´, Gietz entrega en Confesiones del diablo y otros relatos -el segundo libro que publica- una compilación que, en 145 páginas que le permite dejar testimonio de lo que produjo en un momento histórico determinado: durante la Pandemia.
En la página 106, el mismo autor dice de sí: “no soy cronista, ni biógrafo, ni mucho menos crítico literario”. Y a continuación agrega que su propósito es “compartir de lector a lector lo que uno siente cuando lee”. Este volumen -realizado por Editorial Dunken- presenta entonces las claves que agrupa en torno a inquietudes que lo han llevado a estimular su pensamiento.
El telón se descorre y la primera escena que el escritor propone es una descripción -que bien puede quedar como registro de una etapa pasada- del camino que desde Oro Verde, pasando por Tezanos Pintos, Villa Fontana, Racedo, llega hasta Crespo. En la crónica aparecen algunas claves de lectura. No sólo está la descripción del perfil topográfico y el paisaje. También el esbozo de un estudio sociológico de las comunidades asentadas a la vera de la ruta. Mientras el narrador cuenta todo lo que observa en el trayecto cierra con preguntas de tipo existencial. Surge entonces otra clave que se reitera en el libro: textos que toman una anécdota o fragmento de una historia para reflexionar, por ejemplo sobre el Don de gentes, desbrozar de qué se trata ese concepto distinguiéndolo de otros términos y frases a la carta que se emplean habitualmente.
El rescate de valores -en sus facetas materiales y simbólicas- es otro de los ejes que se plantean en la compilación. Por ejemplo la historia de un faro de irradiación cultural, la Biblioteca Popular. O el relato de la amistad que unió a Cesáreo Bernaldo de Quirós y Augusto Nux. En una estructura paralela, Gietz elige recorrer en un relato la vida de Quirós y Nux, con momentos significativos. Una excusa para relatar, en trazos gruesos, la vida del célebre pintor de la patria y en el que queda expuesta la admiración del autor por ambos y una reflexión sobre una amistad que perduró. Admiración que se proyecta también a otra de las protagonistas del trabajo: Gloria Montoya.
EN PRIMERA PERSONA
Una de las constantes es elegir la primera persona del singular para contar. El tono intimista aparece en El plato frío, para hablar sobre los vínculos afectivos con otras personas, que deriva hacia las relaciones laborales y los sentimientos. O Soliloquio en la oscuridad, un momento dedicado al surrealismo, antes de que aparezca la dimensión filosófica, con El aire de Nietzsche.
En Ecce Homo, se aborda la última parte del Vía Crucis, pero desde un punto de vista diverso, inusual, que descoloca al lector y resulta un ejercicio estimulante a la imaginación, al invitar a pensar la historia, pero desde el lugar de los anónimos.
En Mastronardi, el provinciano universal Gietz entrega uno de los textos más profundos de este autor que porfía “en este asunto de escribir”. Aparecen allí la vida, las motivaciones, pero también consideraciones sobre la obra del escritor nacido en Gualeguay.
obra concebida como parte de una “lenta y trabajosa aventura literaria” que lo aleja de lo conocido y “lo deja desprotegido, librado a la intemperie del anacronismo, aislado de los círculos de su tiempo”.
CONFESIÓN
Confesiones del diablo, es el título del anteúltimo relato. Casi al final del libro la ubicación y la elección para nominar el volumen, tiene su fundamento.
Este relato conjuga de manera acabada la propuesta del autor. Ensayo, texto dramatúrgico, narración, especulación, reflexión. Y, en sintonía con otros textos del volumen, pero llevado al extremo, se mete con un tema tabú: el diablo. O Demonio, Diablo, Belcebú, Luzbel, Mefistófeles, Mandinga, como enumera Gietz en una enumeración de las denominaciones del ángel caído.
En un monólogo, casi como si el personaje del que trata nececitase una pausa, es un analista -se intuye por las claves del texto y la imagen de portada- quien recibe las confesiones. No al modo de las agustinianas. Sino más bien como las de una persona cualquiera que comparte las cuitas de su oficio con alguien que le presta oído.
Con mucho humor aquel ser poderoso y temido es presentado como un ser cansado, abatido, casi resignado a un olvido sin gloria en un escenario en donde el auténtico infierno, el apocalipsis, como en el film de Coppola y otras distopías, está ya presente en el planeta, generado por esa especie capaz de lo más sublime y lo más abyecto: el ser humano.
BÚSQUEDA
En todo autor hay una búsqueda. Gietz es un peregrino en la senda del conocimiento. En esta etapa, además del placer que le provoca escribir, se percibe que se encuentra en un período de ajustar el empleo de la palabra, el tono, el ritmo. En definitiva, de temperar un instrumento en el cual, de tanto en tanto aparecen desniveles de lenguaje, al entremezclarse términos empleados en un registro casi erudito, con la inserción de vocablos en un registro del habla coloquial. Acaso sea eclecticismo el término que pueda ligarse a la temática diversa, al carácter fragmentario, al permiso para divagar, lo cual es lícito ya que el hilo conductor de estas páginas está enfocado en poner conceptos en palabras para estimular el pensamiento a partir de lo que deja flotando una pregunta.
Se trata, en todo caso, de compartir de lector a lector lo que se siente cuando se recorre una obra, un libro, un relato que nos interpela.
Tomando palabras escritas por Gietz al analizar la obra de Mastronardi, Confesiones de diablo y otros relatos `se trata, en definitiva, de un conjunto heterogéneo de textos sobre el vasto universo de temas que despiertan interés´ del escritor que, antes que nada, siempre será un lector.