Silenciosos testigos del paso de la historia, los ornamentos que exhiben las fachadas de añejas construcciones bien podrían relatar la historia que han visto pasar en cien años. Obra de maestros yeseros y constructores, que llegaron al país y se radicaron en la provincia en sucesivas oleadas a partir de 1870, estas piezas son reliquias de un arte ya perdido. El paso del tiempo y el cambio en estilos y modas estéticas en el diseño y la arquitectura hicieron que fueran condenados al olvido y el desdén durante décadas. Pero a comienzos del presente siglo, nuevos enfoques patrimoniales acerca de la protección de edilicia, lograron que su presencia continúe allí, confiriendo identidad al perfil constructivo y dejando constancia de la opulencia y del refinamiento estético de épocas pasadas.