Durante la pandemia, la mortalidad por infartos agudos de miocardio (IAM) se incrementó un 15% en relación al año 2019, y ese aumento fue aún mayor entre las mujeres y adultos menores de 60 años, según un estudio realizado por investigadores de la Sociedad Argentina de Cardiología. Las cifras postpandemia no indican que el fenómeno se haya replegado.
El infarto de miocardio es el cuadro producido por la muerte de una región del músculo cardíaco como consecuencia de la obstrucción completa de una arteria coronaria, el cual tiene lugar cuando un coágulo de sangre obstruye esa vía previamente afectada por la arterioesclerosis. Como resultado de esta obstrucción se suprime el aporte sanguíneo a esa zona y pasado un tiempo el tejido muere irreversiblemente.
En 2021 hubo “nueve defunciones por IAM más cada 100 mil habitantes, de las que se produjeron en 2019”, según el estudio que publica en su último número la revista de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) y que firman un grupo de seis investigadores encabezados por el director del Registro Nacional de Infarto Agudo de Miocardio con Elevación del Segmento ST (ARGEN-IAM-ST), Adrián Charask.
Así, mientras en 2019 hubo 17.789 muertes por IAM, en 2020 fueron 18.881 los decesos de este tipo y 20.901, en 2021.
Este último dato implica una cifra levemente mayor a lo que registra para 2022 el informe Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud publicado este mes de enero, que contabiliza 20.603 muertes por ataques cardíacos.
Las muertes en exceso por cualquier motivo en el bienio 2020-2021, es decir la diferencia entre las muertes efectivamente producidas y lo esperado a partir de lo sucedido los cuatro años anteriores, fue del 18,2% y esa brecha se explica fundamentalmente por la pandemia de Covid-19.
En el 2021, además, el Covid 19 se convirtió en la primera causa de mortalidad (en términos generales), seguida por enfermedades de corazón, influenza y enfermedades cerebrovasculares.
En cambio, en 2022 las enfermedades del sistema circulatorio volvieron a ser la primera causa de muerte -con 110.062 decesos- , seguidas por las enfermedades del sistema respiratorio -con 74.698 casos-.
“En la pandemia hubo un fuerte incremento de la mortalidad, atribuible al Covid-19, y un incremento de la mortalidad por infarto agudo de miocardio -en especial en mujeres y menores de 60 años-, probablemente atribuible a los efectos secundarios del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO)”, dicen las conclusiones dicho artículo titulado “Mortalidad del infarto agudo de miocardio en la Argentina durante la pandemia de COVID-19”.
Valores inquietantes
Al ser entrevistado, el especialista en cardiología Adrián Charask afirmó que el incremento del 15% en la mortalidad por IAM “es realmente un número importante”.
“Pensamos que las principales causas pueden ser dos: el ASPO -que pudo inhibir al paciente a concurrir a la guardia- y, por otra parte, que (las muertes adicionales) hayan sido provocadas por el mismo Covid-19, que trajo problemas a nivel cardiovascular, específicamente eventos trombóticos o inclusive miocarditis que podrían haberse confundido con infartos”, dijo.
“Pero nuestra mayor hipótesis es que la ASPO es la que desarrolló este evento”, agregó al explicar que “los infartos se dividen en dos grupos” que técnicamente se conocen como “infartos sin elevación ST” e “infartos con elevación ST” -en función de la aparición o no de cambios en el electrocardiograma que obligan a una apertura urgente de la arteria-. De estos últimos se ocupa el estudio, que son justamente aquellos en los que “el tiempo es vida”.
“El corazón tiene tres arterias coronarias, si una de ellas se tapa, el tiempo que se tarda en destaparla es lo que determina el pronóstico: si está en el hospital, se la destapamos en minutos y su sobrevida será mayor al 99%; pero si pasan si pasan 3, 4 ó 5 horas, aumenta enormemente la mortalidad”, dijo.
Es que, con un simple electrocardiograma, “que es la llave de todo esto, se puede saber específicamente si un paciente tiene un infarto y si hay que hacer tratamiento de reperfusión (recanalización) -que implica dar una droga que destape la arteria- o directamente hacer una angioplastia colocando un catéter, colocando un stent, para que vuelva el flujo nuevamente”, una operación que implica “un cambio entre la vida y la muerte”.
Además, comparativamente, en 2020 y 2021 la mortalidad por infartos creció más entre las mujeres -19%- y entre los adultos menores de 60 años -73%-.
En materia de disparidad de género, el especialista explicó que a través de diferentes estudios vienen advirtiendo que “no sólo las mujeres consultan menos y tienen menos conciencia de que la principal causa de muerte es la enfermedad cardiovascular” a nivel país, tanto en hombres como en mujeres, “sino que además los médicos y médicas solapamos la enfermedad cardiovascular” en ellas, no realizándole los estudios adecuados.
“Las mujeres se enferman del corazón 10 años más tardíamente y la edad mediana para los infartos está en torno a los 67 años, pero a pesar de que la enfermedad arteriosclerótica es más tardía, sin embargo, cuando ocurre es más grave. Por eso la mitad de las muertes corresponden a mujeres a pesar de que sólo uno de cada cuatro infartos con elevación de ST son de mujeres”, dijo.