El creador y howrunner de la serie dijo sobre esta segunda parte que profundizará aún más en los universos marginales y que mostrará cómo los personajes “se verán empujados a un punto de quiebre”.
La segunda temporada de “Tokyo Vice”, drama criminal de estilo neo-noir que propone una mirada al submundo de la capital japonesa a partir de la óptica de un periodista estadounidense que trabaja en la sección de policiales del diario más importante de la ciudad, estrena este jueves en la plataforma HBO Max con una trama que profundizará aún más en los universos marginales y que mostrará cómo los personajes “se verán empujados a un punto de quiebre”.
Así lo promete el creador y showrunner de la serie, el guionista y premiado dramaturgo norteamericano JT Rogers, en charla de cara al doble capítulo estreno en el streaming de la ficción encabezada por Ansel Elgort, Ken Watanabe, Rachel Keller y Rinko Kikuchi.
“El final de la temporada 1 es en realidad el primer episodio de la temporada 2”, avisa Rogers, en cuanto a que el comienzo de la nueva tanda de capítulos retomará el clímax de la entrega inicial y resolverá parte de los “cliffhangers” o “ganchos” pendientes, para luego adelantar la acción tres meses en el futuro. “Hemos puesto la mesa en la temporada 1, conocimos a estos personajes, entendemos lo que está en juego, a qué se enfrentan y ahora, en muchos sentidos, la guerra comenzará y todos se verán empujados a un punto de quiebre”, describió.
Ambientada en 1999 e inspirada libremente en el relato de primera mano del periodista estadounidense Jake Adelstein (Elgort) y sus experiencias cubriendo la actividad de la mafia japonesa, la Yakuza, “Tokyo Vice” ofrece un relato coral de personajes de moralidad ambigua y en el que límite entre el bien y el mal se vuelve difuso.
A través de estos hombres y mujeres, la primera temporada edificó un complejo entramado de instituciones que intervienen, se superponen y se afectan mutuamente en la dinámica subterránea tokiota.
Uno de ellos es el detective Katagiri (Watanabe), líder de la división de crimen organizado de la Policía, quien intenta mantener el frágil equilibrio entre las distintas familias Yakuza y funciona como un mentor para Jake.
También se sigue la historia de Samantha (Keller), una joven también norteamericana que por su trabajo en clubes nocturnos es punto de contacto privilegiado entre todos los estamentos; y de Sato (Show Kasamatsu), un joven yakuza de nivel intermedio en el clan Chihara-kai, que está desilusionado de la vida gangster pero ya está muy involucrado para salir. Además, es fundamental Emi (Kikuchi), la supervisora de Jake en el prestigioso periódico Meicho Shimbum.
“Nuestros espectadores conocieron a nuestros personajes, conocieron la ciudad y, hasta cierto punto, las reglas de las subculturas en las que vivimos: la policía, el periódico, la vida nocturna y la Yakuza, por lo que podemos construir sobre ese conocimiento y profundizar en términos de los conflictos de nuestros personajes”, dijo durante la entrevista con Télam, Alan Poul, productor ejecutivo y director de la serie, en relación a cómo la ambición y ansias por crecer que muestra cada uno de los protagonistas en sus respectivos ambientes será lo que los ponga en mayor peligro.
El rodaje de una serie de estas características en una metrópoli como Tokio supone no pocos desafíos logísticos; uno que sus creadores están dispuestos a enfrentar toda vez que la ciudad, sus sensaciones y aspecto “no solo eran un punto importante de la historia, sino casi un personaje”, explica Rogers.
La temporada 2
“Nuestra misión en la temporada 2 -complementó Poul- era profundizar más y más en la ciudad y dejar más al descubierto tanto las subculturas como la vida de la ciudad, y desde mi punto de vista, Tokio sigue siendo una de las más difíciles del mundo para rodar, por lo que se necesita una red muy fuerte de personas para obtener permiso para estar en las calles, obtener cooperación de los vendedores, de la policía, de la viejecita que va cargando la compra por la calle y no quiere parar por la compañía cinematográfica”.
Esta temporada, además, introduce nuevos personajes, que entrañan también nuevos riesgos: “Uno es Hayama (Yosuke Kubozuka), quien ha regresado de la cárcel. Nosotros, la audiencia, habíamos asumido que Sato se convertiría en el número dos de Ishida, pero de hecho, como dicta la tradición dado que regresó y estuvo más arriba en la jerarquía y por más tiempo, automáticamente obtiene el papel de Kume, quien resultó ser el traidor en la temporada 1. Ahí estarán la animosidad, los celos y los juegos mentales entre él y Sato”, detalla Rogers.
“Y luego -prosigue- está la detective Nagata (Miki Maya) del Cuerpo Nacional de Policía, que entra en el mundo policial de Katagiri y le ofrece una oportunidad: atacar, literal y figuradamente, a los Yakuza de una forma muy diferente”.
—Desde la primera temporada puede verse lo impactante que son para Jake muchos aspectos de la cultura japonesa. ¿Qué aspectos fueron los más difíciles de asimilar por ustedes?
JT Rogers: —Alan está mucho más versado ya que vivió de vez en cuando y trabajó de vez en cuando durante años en Japón. Yo estuve de visita mucho antes de hacer el programa, pero no viví allí a tiempo completo. Diría que no fue impactante, sino difícil pero también fascinante tratar de encontrar una manera de no solo traducir literalmente las historias que imaginé en el lenguaje y en escenas, sino en el idioma y la forma de pensar.
El japonés y el inglés son tan diferentes que a menudo estábamos en el set y Alan, mi invaluable compañero allí, decía “tenemos que dejar de filmar por un momento” y me llevaba aparte. Me decía “sé que esta línea está perfectamente traducida y Ken Watanabe la ha pulido y aprobado, pero sé lo que pretendés porque sé cómo escribís y la esencia no está ahí”. Entonces teníamos que reunir a todos y pensar cómo hacerlo funcionar. Esa fue una constante. No diría que fue una lucha porque también fue muy divertido.
Alan Poul: —Mi título universitario fue en lengua y literatura japonesas. Comencé mi carrera cinematográfica en Japón y luego pasé muchos años haciendo series de televisión en los EEUU que no tenían ninguna conexión con Japón y luego “Tokyo Vice” fue como completar el círculo. Veinte años después fue un regreso a casa para mí. Y hablo el idioma, pero incluso con todo eso, te sorprende constantemente. Son dos culturas que en la superficie pueden parecer tan similares porque Japón es un país del primer mundo y es uno de los más modernos. Sin embargo, sus procesos de pensamiento y las interacciones sociales que subyacen a cada decisión y las formas en que funcionan la ciudad y el país son fundamentalmente diferentes. Y esas diferencias tienen raíces tanto en la cultura como en el idioma, por lo que constantemente te sorprende algo que parece ser una obviedad. Algo que debería seguir automático, pero de repente se convierte en un gran problema: tenemos que abordar eso a diario, hay que estar alerta todo el tiempo.
—Con los enormes cambios que ha atravesado el periodismo en las últimas décadas. ¿Creen que una historia como la de Jake funcionaría si se desarrollara hoy?
TJR: —Creo que en el sentido más práctico, no. Cuando hablaba con HBO Max sobre cómo la filmaríamos, me propusieron llevar la serie a la actualidad. Dije que no porque en el momento en que haya un iPhone no funciona. Sería muy diferente. Lo interesante de escribir este programa es que aunque solo fue hace unos 20 años, no hay iPhone, no hay capacidad de tener acceso tan sencillo a la información. Así que la gente tiene que salir físicamente; la policía, los gangsters, los periodistas, y encontrar las cosas ellos mismos, y eso permite más aventura y más problemas para los personajes.
AP: —Además, el concepto del periodismo como una profesión basada en ideales muy sólidos, basada en un sentido de justicia moral, es algo que era un ideal romántico incluso entonces en los años 90, pero hoy en día es poco viable. Entonces creo que es una oportunidad para poder revisitar ese tema, con un personaje como Emi, que realmente cree en la nobleza de su profesión y que en el transcurso de la segunda temporada va a ver esa creencia desafiada a un grado casi insoportable.