lunes , 23 diciembre 2024
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Vibrar al ritmo del carnaval

Claudia Picconi volvió a su ciudad para vivir el carnaval. Fotos: Gentileza Alexia Moisés
Claudia Picconi nació en Hasenkamp, donde se palpita el carnaval. En su niñez, junto a sus padres, presenció reuniones para formar la comparsa Malibú. Bailó desde temprana edad hasta que dejó la ciudad para estudiar en la universidad. Con el título de médica volvió al pueblo y se sumó a la comparsa. Actualmente, es la directora del Hospital de Cerrito y en las noches de carnaval compartió el corsódromo con sus hijas mellizas. 

Claudia Picconi nació en Hasenkamp, una localidad entrerriana ubicada a 82 kilómetros de la capital provincial, donde cada verano la comunidad invita a vivir “los mejores carnavales de la costa del Paraná”. En su niñez, su hogar era punto de encuentro de vecinos que hace 50 años fundaban la comparsa Malibú. Su padre fue el presidente de la escuadra y su madre se ocupaba de la parte organizativa y de confeccionar el vestuario de los integrantes. La voluntad, el compromiso y lo que significa Malibú para cada uno de los habitantes de esta comunidad se transmite de generación en generación. Claudia, quien retomó su participación cuando volvió al pueblo con el título de médica, desfiló en el corsódromo cada noche, donde también lo hacen sus hijas mellizas, Luciana y Paula. En la última celebración, su aparición no pasó desapercibida, la calidez de su sonrisa y la pasión que siente por el carnaval son reconocidas por el público que la ovaciona, la saluda y le piden una foto para registrar un recuerdo con la médica del pueblo. En diálogo con BIEN! dijo: “Alentamos para que esta fiesta del carnaval sea cada vez más linda y más divertida”. 

—¿Qué recordás de tu niñez en relación al carnaval?

—Mi papá y mi mamá fueron junto a otras personas, los fundadores de la comparsa y trabajaron desde sus inicios. Recuerdo que la comparsa se hacía en casas de familia porque no había ninguna sede, nada. Nosotros vivimos a media cuadra del corsódromo actual, pero siempre el carnaval se hizo por estas calles. Así que mi casa, la casa de mis papás, era un poco la sede de la comparsa. En el comedor, se colgaban los espaldares; en el galpón se confeccionaban y en el patio se emplumaba, se teñían las plumas y se trabajaba para la comparsa. Obviamente, todo era mucho más económico de lo que es ahora. Al principio, las lentejuelas se hacían con papel metalizado y los trajes los diseñaba Blacky Pesoa, una de las iniciadoras también de la comparsa, copiando de los carnavales de Corrientes, según me cuenta mi mamá. Se hacían trajes con muy escuetas piedras que se compraban también en Corrientes, junto con las plumas Egret, que son sacadas de las garzas.

Mi papá fue presidente por muchos años de la comparsa y era quien llevaba parte contable y administrativa; y mi mamá siempre se dedicó a lo que era la parte organizativa de los chicos de la comparsa, de los trajes y a distribuir el material. 

Fotos: Gentileza Alexia Moisés

—¿Cómo se capacitó a los integrantes?

—En ese momento, se traía gente de Corrientes para armar un tema, hacer coreografías, para preparar el proyecto de la comparsa. La mayoría de las veces, esa gente de Corrientes paraba en mi casa, así que con mis hermanos teníamos que ceder espacios para no generar más gastos a la comparsa. Se les daba de comer y se los alojaba en casas de las familias de la comparsa. Después con el tiempo, cuando el carnaval fue creciendo la gente de Corrientes paraba en hoteles o se les alquilaba una casa. Además, se buscó una sede para la comparsa, que fue una casa en donde se tenía todo el material y la gente vivía ahí. 

—¿Cuándo comenzaste a bailar?

—Yo bailé en la comparsa desde que era muy chica hasta los 23, 24 años, me fui a estudiar, me recibí y se me complicó mucho. Cuando volví a vivir al pueblo, a trabajar en el sanatorio de mi papá, la comparsa se reiniciaba después de unos años de no salir. En ese entonces, unos amigos que también tenían a sus papás trabajando en la comparsa porque esta pasión y el amor, tanto a Malibú como a Marumbá, se transmite de generación en generación, me invitaron a sumarme. Así fue que me reincorporé y luego nacieron mis hijas, que bailan desde los 3 años hasta el día de hoy. Mi vida siempre estuvo ligada al carnaval, no tengo memorias de un verano sin carnaval, siempre nos íbamos de vacaciones cuando se terminaba el carnaval. 

—¿Cómo se afrontaban los gastos de la comparsa?

—En sus inicios, según lo que me han contado mis padres, los dirigentes ponían plata y se compraba todo el material. Y en las noches de carnaval, cuando se vendían las entradas y se ganaba dinero de las cantinas, todo se repartía entre las comparsas. Una vez que terminaba el carnaval, todo se guardaba en cajas en la casa de una señora, en un depósito, hasta el año siguiente. De esta manera se evitaba pagar un alquiler. Luego, con el paso de los años cada comparsa tuvo sede, un galpón, donde se pueden guardar las carrozas. las estructuras. Antes no había estructuras de carrozas y los carros eran muy precarias. Así que la evolución nos llevó a esto. El comienzo del carnaval fue con lentejuelas hechas de papel, pocas plumas, al igual que las piedras porque eran muy costosas. Se bordaba mucho en lentejuelas; y en la actualidad, Malibú prácticamente no tiene bordados en lentejuelas, lo que se usa son piedras. 

—¿Cómo es la rivalidad con Marumbá? 

—La rivalidad entre Malibú y Marumbá de hace 50 años a la fecha, ha cambiado. En los comienzos, siempre hubo mucha rivalidad, se escondía, no se contaba nada de lo que se estaba preparando. Era muy secreto todo lo que pasaba en una comparsa y en la otra. En esos años se competía en las comparsas, había familias y gente que a veces no se hablaban en épocas de carnaval. Ahora, esto ha cambiado un montón. Nosotros tenemos desde hace muchos años, amigos que trabajan en la otra comparsa y vivimos el carnaval de una manera diferente. Todos los que somos apasionados por esta fiesta, por el carnaval, lo vivimos y compartimos. Tengo pacientes y amigos que bailan, así que uno siempre está alentando y procurando que esta fiesta del carnaval sea cada vez más linda y más divertida. 

—¿Se hereda la pasión por el carnaval?

—Yo creo que sí, que la pasión por el carnaval se va heredando. No sé si es herencia o son vivencias y costumbres en una familia en donde el carnaval formó parte de todos sus veranos y de su vida, como en el caso de la mía y la de mis papás. Yo soy una apasionada del carnaval, mis hermanos no lo viven de la misma manera. Para mí, es un orgullo y una felicidad que mi mamá pueda compartir esto porque sé lo que ella ama a la comparsa. Yo soy la que amé el carnaval y lo mismo que hacía mi papá, y creo que junto al padre de mis hijas les transmitimos a ellas esta pasión por el carnaval y por la comparsa.

Dos pasiones

—¿Cómo te organizás entre la medicina y el carnaval?

—Con relación a lo que es el trabajo y la comparsa, yo nunca lo vi como un tabú, yo soy médica hace más de treinta años y la verdad que nunca vi como una limitación mi profesión y trabajar en la comparsa. Toda la gente que es paciente mía sabe que yo en época de carnaval estoy en la comparsa, así que no tengo ningún problema. Mi papá también lo hizo, era médico y también trabajaba en la comparsa. Así que para mí no fue un tabú, al contrario, siento un orgullo cuando me ratificaron en mi cargo en Cerrito, en la dirección del hospital. Allí fue el ministro, el doctor Guillermo Grieve y la doctora Marina Alegre y les contaron que yo bailaba en la comparsa, y él indirectamente me dio su apoyo al venir a ver el carnaval una noche y Marina bailó con nosotros en una fecha. Quizás, gente que no es del pueblo no entienda esta pasión. Nosotros lo vivimos de una manera diferente porque nacimos y vivimos en el carnaval. Para nosotros, bailar en la comparsa es un orgullo y no interfiere en tu vida profesional.

—Para muchos que te reconocían cada noche en el corsódromo, sos el orgullo del pueblo, la médica que baila en la comparsa, ¿cómo lo sentiste?

—Yo veo la alegría de mis pacientes cuando me ven bailando, todo el mundo nos grita, nos alienta, es algo muy fuerte. La gente nos estimula para que sigamos con esto. Creo que el carnaval y la comparsa también tiene su impronta en lo social, en el pueblo, en la gente, en los chicos, en los adolescentes. Es salir del mundo y olvidarse un poco de todos los problemas que uno tiene diariamente, y disfrutar esas noches con esa pasión. Podemos ver cómo la gente vibra a la par de nosotros con el carnaval.

Te puedo asegurar que cuando uno vive esta pasión de la manera que la vive, siempre hay tiempo para el carnaval, para la comparsa, para el trabajo y para la familia. Recuerdo que yo trabajaba en la comparsa, en la parte dirigencial durante muchos años, creo que fueron diecisiete, con mis hijas chiquititas. El papá trabajaba por un lado y yo por el otro, por eso digo que siempre hay tiempo. Uno disfruta del carnaval, lo vive, lo siente y es una pasión que se transmite de generación en generación. Se transmite al público que viene y la verdad, que hoy es un orgullo para todos los hasenkampenses tener un carnaval como el que tenemos, ser conocidos en la provincia y en el resto de las provincias por las comparsas.

Para crecer

Creo que para mejorar necesitamos más apoyo. Tengamos en cuenta, que toda la gente que trabaja en la comparsa lo hace ad honorem, dejando de lado horas libres y de descanso. Por lo que creo que sí, necesitamos un poco más de apoyo desde la cultura, desde turismo, desde la nación, la provincia, el municipio porque es una fiesta que es imposible hacerla desde lo económico, si no recibimos ese apoyo que corresponde. Creo que es el momento para que las autoridades se vuelquen a brindarnos el apoyo para poder continuar, y que esta fiesta carnestolenda no termine nunca, afirmó Picconi. 

Breve bio
Claudia Picconi nació el 13 de noviembre de 1967 en Hasenkamp. Es hija de Blanca Cucco y de Miguel Ángel Picconi (médico, ya fallecido), es la segunda de tres hermanos, Alejandro y Miguel Ángel. Cursó la escuela primaria y secundaria en Hasenkamp, y después se mudó a Córdoba a estudiar Medicina. Se recibió de médica y se trasladó a El Dorado, en Misiones donde realizó la residencia en clínica médica. Hace 28 años regresó a Hasenkamp. Está separada y tiene dos hijas mellizas, Luciana y Paula Mansilla, de 26 años. Trabaja en el Sanatorio de Hasenkamp, que era de su padre; y desde hace cuatro años es la directora del Hospital Dr. José María Miranda de Cerrito. 

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